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Tribuna
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La derecha en la época post-neoliberal

Manuel Escudero

El neoliberalismo, que surgió como una extrapolación espuria del liberalismo político al terreno de la economía, es ya historia. Su bandera fue un "Estado mínimo" que no interviniera en los mercados. Ante una crisis como la de finales de los años setenta, con déficit fiscales crecientes y una espiral recurrente de precios-salarios, el mensaje del neoliberalismo tuvo un gran impacto, aumentado por el radicalismo con que fue aplicado por varios Gobiernos. Sobre todo los Gobiernos de Margaret Thatcher marcaron una ruptura con el pasado de su Partido Conservador. La dama de hierro no se dedicó ciertamente a conservar, sino que arremetió con celo reformista contra el estado de las cosas en el Reino Unido, ante la estupefacción de sus correligionarios y el escándalo de sus opositores.Lo malo fue que el radicalismo neoliberal no era moderado, sino fundamentalista, y no era flexible, sino dogmático. La desregulación financiera que impulsó, y su política monetaria dirigida exclusivamente al control de la masa monetaria, aceleraron la globalización de los mercados financieros. Pero si el neoliberalismo sirvió a la globalización, esta última ha sido el mejor exponente de su fracaso: una vez más, la revolución se ha comido a sus hijos. El axioma neoliberal de la autorregulación de los mercados financieros internacionales ha tropezado con la evidencia de los abultados e indiscriminados desbarajustes que los flujos financieros transfronterizos dejados a sí mismos pueden producir. Así lo ha advertido en las páginas de este mismo diario George Soros, el megaoperador internacional, temeroso de un colapso del sistema. Y después de la última alarma de recesión mundial, las autoridades económicas, desde distintos foros internacionales, han comenzado ya a sugerir la necesidad de supervisar los movimientos de capital a corto plazo...

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Los errores del neoliberalismo en la arena internacional sólo son comparables a los problemas que ha creado en la esfera doméstica. ¿Recuerdan las lecciones televisadas que solía impartir Milton Friedman desde diversos países del sureste asiático, hablándonos de las excelencias de aquellos mercados libres, que crecían sin el corsé del Estado? Unos años más tarde hemos asistido atónitos a una crisis, ¡precisamente en esos países!, ocasionada por la connivencia entre unos mercados pretendidamente libres y unos Estados que, quieras que no, seguían existiendo e interviniendo, pero que eran manifiestamente ineficientes y corruptos. ¿Y qué decir de la brecha social ocasionada por la desregulación a ultranza en los EEUU o en el Reino Unido? El éxito de Clinton, o la popularidad del nuevo laborismo británico, a pesar de los pesares, sólo se explican por la tarea de reconstrucción social que ambos se han impuesto para reparar los daños ocasionados por el radicalismo neoliberal.

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Prosperidad efímera y para muy pocos, dogmas que no sirven en tiempos de globalización, retóricas que no se corresponden con la realidad, nuevas divisiones sociales: éstos son los lastres que han hundido al radicalismo neoliberal. Debido a ello, la derecha es hoy una opción política huérfana de referentes teóricos y, en consecuencia, ecléctica y confusa en el plano de las ideas. Escuchemos al Grupo del Partido Popular Europeo hablando del problema más candente, el desempleo. Comprobaremos que junto a una de cal, siguiendo el espíritu de Delors, dan dos de arena dignas del reaganismo más ultramontano: así, junto a invocaciones a la economía social de mercado, aseguran que "los derechos de cada asalariado deberían ser ajustados a su personalidad, a fin de promover soluciones individuales basadas en sus diferentes necesidades y ambiciones" (Consejo del PPE, 27-3-97).

La derecha tiende a apoyarse más en la imagen que en los valores. Pero aunque sea en el plano mediático, la confusión de orientaciones básicas no es guía aconsejable en tiempos de grandes cambios. Por eso ha emprendido la derecha una búsqueda de nuevos referentes. Va a ser difícil que esa operación tenga visos de mínimos de credibilidad sin deshacer primero la burda traslación que hizo del liberalismo político (que predica la responsabilidad del individuo) en liberalismo económico (que intentó abolir la responsabilidad pública).

En tanto siga la derecha confusa en el plano doctrinal, y dividida entre la búsqueda de un nuevo lenguaje "políticamente correcto" y la aplicación en la práctica de las viejas políticas neoliberales, experimentará en esta época "post-neoliberal" dificultades políticas. Eso es exactamente lo que está ocurriendo en la mayoría de los países europeos y por eso el electorado le ha dado la espalda.

En España la derecha se encuentra en una encrucijada parecida: se apunta a planes de empleo de centro en la letra, pero no amplía las previsiones presupuestarias para resolver efectivamente el problema del paro; acaba de romper el principio de la sanidad única, y al tiempo nos anuncia un espectáculo centrista en su Congreso de enero. Son, en definitiva, las tribulaciones de una derecha confusa.

Manuel Escudero es profesor de Macroeconomía en el Instituto de Empresa.

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