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Arte, ciencia y misterios de Cajal

El Colegio de Médicos abre una exposición que muestra la reforma del aula donde dio clases el Nobel

Anatomista e histólogo brillantísimo, dibujante sutil, fotógrafo muy avanzado a su tiempo, científico y humanista de vasta cultura, hombre generoso, maestro de maestros, misógino recalcitrante... Todos estos atributos de Santiago Ramón y Cajal pueden verse de cerca estos días en el Colegio de Médicos de Madrid, que conmemora su centenario en el gran edificio neoclásico de la calle Santa Isabel de Madrid, obra de Tiburcio Pérez Cuervo, con una exposición que enseña hasta el 31 de enero 60 objetos, fotografías, preparaciones y documentos originales del hombre que estuvo a punto de ser médico de pueblo y acabó siendo premio Nobel de Medicina.Cajal nació en Petilla (Zaragoza) en 1852. Tiempos duros, y no sólo para los médicos, que sugieren todavía un misterio fascinante: ¿Cómo pudo emerger de aquella inmensa miseria española (ésa que enseñan sus fotos de niños harapientos, ésa que se adivina en sus propios autorretratos) aquel cerebro leonardesco, aquel genio de mirada profundísima que iba a revolucionar con un microscopio la ciencia del siglo XX?

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Una infancia trascendental

Lo único que se sabe a ciencia cierta es que el genio del pensamiento de Cajal sigue hoy vigente, actual, según explica el neurólogo Alberto Portera: "Sus trabajos siguen citándose en la literatura científica con gran constancia y regularidad. En el año 1984, por ejemplo, fue el científico más citado en el mundo, por encima de Einstein. Y el vertiginoso aumento de estudios sobre el sistema nervioso central no ha cambiado mucho las cosas: cuando se habla de neuronas, hoy, es muy difícil no citar los trabajos de Cajal".

Lo demuestran, por ejemplo, esos paneles de la NASA que certifican el envío al espacio de nueve dibujos y doce preparaciones originales suyas dentro del proyecto Neurolab. La agencia espacial solicitó al Instituto Cajal algunas muestras de hallazgos (sobre el funcionamiento del cerebro, el sistema nervioso central, la doble vía motriz, el aparato mamilar...) y las metió en la nave Columbia el pasado abril.

Pero hay mucho más que neuronas en el Colegio de Médicos. Ahí está la célebre foto de Alfonso, Lección de Anatomía, que muestra al viejo profesor junto a ocho de sus alumnos en su aula de siempre, ahora totalmente restaurada, con réplicas de la pizarra y su letra incluida. Cajal dio clases allí entre 1892 y 1922, y en esos 30 años forjó varias promociones de científicos y médicos muy destacados, como Achúcarro, Lorente de No, Gregorio Marañón...

Éste le trata de "Querido maestro" en una de las cartas, expuesta en las vitrinas junto al diploma original del Nobel recibido en 1906. De vuelta, Cajal felicita a Marañón por su cátedra de Endocrinología, y le dice que cree que el único precedente de ese éxito es el de José Echegaray. Cajal se despide así: "Sabe le quiere y le respeta su viejo y achacoso amigo".

Cerca de allí, al lado de sus artísticas preparaciones de nitrato de oro o plata reducida, está la última carta escrita por Cajal. Con letra temblona, fechada el 15 de octubre de 1934 (murió dos días después), va dirigida a Lorente de No, que vive Missouri, y la primera frase demuestra que su ojo clínico funcionaba incluso cuando el paciente era él: "Me encuentro muy grave..."

El paseo permite ver además los botes originales que utilizaba en los laboratorios, la foto de la orla del colegio, los microscopios marca Reichert que le servían para trazar luego unos dibujos de colores preciosos que los más modernos instrumentos sólo han podido igualar en precisión; alguna imagen de la bellísima Silveria, su mujer; la toga y el birrete de catedrático; su mascarilla mortuoria; un busto y un medallón de Benlliure; la cámara Garmont con la que investigaba en las fotos en color o con la que se retrataba en plan gimnasta forzudo, y unas curiosas notas enviadas al doctor Petinto: "Le ruego me envíe algunos trozos de cerebro, de entre medio y un centímetro..."

Toda esa actividad febril, su estancia en Cuba para servir como médico de guerra, su clarividencia y amplitud de miras, y también su frustración, se resumen en un breve texto escrito el año que dejó de dar sus clases. Cajal diagnosticó y puso tratamiento a un país: "Se ha dicho tantas veces que el problema de España es un problema de cultura... Urge, en efecto, si queremos incorporarnos a los pueblos civilizados, cultivar intensamente los yermos de nuestra tierra y de nuestro cerebro, salvando para la posteridad y enaltecimiento patrios todos los ríos que se pierden en el mar y todos los talentos que se pierden en la ignorancia".

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