_
_
_
_
_

Pastándose a los omeyas

No es malo que las vacas se coman las hierbas que crecen sobre lo que fue la ciudad omeya de Madinat al-Zahra. En los tres estómagos de las reses bravas de la ganadería de Ramón Sánchez caben todas las hierbas, históricas o simplemente nutrientes. Al menos, eso es lo que considera la Junta de Andalucía, que en su boletín oficial del pasado 5 de diciembre da el visto bueno al pasto de unas reses bravas en la zona, que, por otra parte y según aseguran los involucrados, llevan décadas alimentándose en estas tierras. La conservación de este lugar histórico pasa, según aseguran expertos arqueólogos, por el paciente ramoneo de los rumiantes bravos que ahorrarán mucho dinero a los que cuidan la zona. "Otras cosa es que fueran cabras, que se suben por todos lados y se lo comen todo", asegura el profesor de arqueología de la Universidad de Sevilla, Fernando Amores. Las reses bravas, en realidad, contribuyen en una "simbiosis" en la que podan las 95 hectáreas de terreno no excavado. Hasta que haya más dinero, las catorce hectáreas del Alcazar de Madinat al-Zahra, serán la únicas en la que los piquetes de los arqueólogos investiguen. Para alejar incendios, acabar con raíces o, simplemente, evitar que haya más molestias, las reses del hierro de Ramón Sánchez se están comiendo estas hierbas. Aún quedan muchas maravillas y secretos por desenterrar en la citada campa, pero habrá que esperar. Sin peligro Los expertos dicen que no hay peligro. Las micciones de las reses no alteran nada. En un terreno tan vasto, el cambio del ph de la tierra es algo despreciable. En un terreno tan extenso y debido a los cerca de 40 centímetros de suelo cultivable que el tiempo ha arrojado sobre la zona, el que unas decenas de vacas se solacen a sus anchas no significa ningún riesgo, incluso todo lo contrario. Tal y como están las cosas, todo sigue igual para el ganadero Ramón Sánchez que, desde su residencia en el Hotel Meliá de Córdoba, insiste en que sus reses llevan "toda la vida" pastando en esos terrenos. "¿Desde cuándo lleva usted cubriendo información taurina?", pregunta socarrón el ganadero desde su habitación hotelera cuando le incomodo alguna pregunta. Gracias al pago de 850.000 pesetas al año, y por un periodo prorrogable a un lustro, los animales de la familia se seguiran comiendo la hierba que crece sobre la ciudad que fundó al socaire del río Guadalquivir Abderramán III. Esta situación de pasto sobre las ruinas estaba más que establecida en todo el mundo y ahora la Junta de Andalucía la ha regularizado. La familia Sánchez posee dos ganaderías inscritas en la renombrada Unión de Criadores de Toros de Lidia (en la que están hierros tan prestigiosos como Vitorino o el propio Miura). La sede familiar está inscrita en la finca La Alamiriya, en el municipo de Villarrubia de Córdoba. Una de las ganaderías ahora bajo control de los Sánchez data del siglo pasado, mientras que la segunda tan sólo entró en La Unión en 1981. La Junta considera la actividad de estas reses como "aprovechamiento de los pastos en una zona feraz desde el punto de vista del crecimiento". Con la física en la cabeza y sin entrar a juzgar sobre pastos o yacimientos pastados, la molécula de hierro que un día estuvo en la sandalia de Abderramán III puede estar ahora en la mancha de sangre de un torero pintón. Historia. Historia que se vive y, según le pasa a las vacas de Ramón Sánchez, se come .

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_