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Nacido a los cuatro años de morir su padre

El hijo de la mujer embarazda con el semen de su marido fallecido no podrá llevar el apellido paterno

Isabel Ferrer

Liam Stephen Blood descansaba ayer en la incubadora del hospital Jessop de Sheffield, al noreste de Inglaterra, ajeno al barullo organizado con su nacimiento. A su madre, Diane Blood, de 32 años, le fue practicada el pasado viernes una cesárea de urgencia a las 36 semanas de gestación. Los médicos aseguran que el bebé saldrá adelante y ella espera recuperarse lo antes posible. Después de sentar en 1997 un precedente legal en el Reino Unido al utilizar el semen de su marido muerto en febrero de 1995 para un tratamiento de fecundación artificial, es muy posible que éste sea su único hijo. La partida de nacimiento, no obstante, dejará constancia de lo excepcional del caso. El nombre del padre no constará en la misma por tratarse, técnicamente, de un donante anónimo de esperma cuya identidad está protegida por las leyes."La madre está cansada, pero en el séptimo cielo, y el niño es precioso", acertaron a decir Mike y Sheila McMahon al estrenarse como abuelos maternos durante el fin de semana. A pesar de los problemas de un parto prematuro, los médicos decidieron operar al notar signos de sufrimiento fetal. El cordón umbilical empezaba a oprimir al pequeño y su corazón no latía de forma regular.

"Diane quiere descansar, pero no piensa solicitar que el nombre de Stephen aparezca en el registro. No habrá más demandas", dijeron luego al rotativo The Daily Mail. Ambas familias han recordado a Stephen Blood, pero subrayando también que "Liam debe llevar su propia vida" sin que le afecte el peso de lo ocurrido.

Stephen Blood y Diane McMahon se conocieron en la escuela secundaria. Casados desde 1991, estaban pensando en tener un hijo cuando él contrajo una meningitis aguda en 1995. A los pocos días su estado empeoró y sufrió un ataque al corazón. Sujeto a un respirador artificial y en coma profundo, Diane resolvió entonces no perder la oportunidad de tener un hijo suyo. Antes de que los aparatos que le mantenían vivo fueran desconectados, consiguió que los médicos que le trataban extrajeran una muestra de su semen.

Dada la inmovilidad del paciente hubo que aplicar para ello unos electrodos a su zona genital. La pequeña y controlada descarga eléctrica necesaria para lograr una eyaculación fue utilizada en dos ocasiones. Una vez obtenido, el esperma fue congelado en espera de que la esposa resolviera el problema legal que se le venía encima.

Como la Ley de Fertilidad y Embriología Humana británica, de 1990, exige la firma del donante para autorizar los tratamientos de fertilización artificial, una vez viuda, Diane no pudo acudir a clínica alguna. Lejos de perder la calma, elevó su petición a los tribunales. El caso, sin precedentes en el Reino Unido, atrajo la suficiente atención como para que recibiera donaciones anónimas que le permitieron pagar a los abogados y seguir adelante. Con el Centro para la Fertilización y Embriología Humana, órgano asesor del Gobierno, en contra, la demanda llegó al Supremo.

La decisión de los jueces fue también negativa, pero Diane Blood no se dio por vencida. Acudió a la Corte de Apelación, penúltima instancia legal del país y anterior sólo a la Cámara de los Lores.

Después de dos años de batalla legal, consiguió la autorización necesaria para intentar tener un hijo de su marido muerto, pero en el extranjero. Como ciudadana de la UE, los jueces británicos no podían negarle el acceso a cualquier otro país dispuesto a intentar una fecundación artificial con el semen de Stephen. Al final, una clínica belga aceptó su solicitud, siempre que se sometiera antes al examen psicológico de rigor.

Sólo donantes vivos

Las donaciones y una nueva hipoteca sobre su casa le permitieron sufragar un tratamiento sin garantías de éxito. Mientras tanto, en su patria, el Gobierno mantuvo su postura y no modificó las actuales leyes que facultan tanto a la Seguridad Social como a los centros privados para que ofrezcan tratamientos de fertilización in vitro sólo con el semen de donantes vivos."El caso Blood es una excepción, y así ha sido tratado", subrayaron los expertos que aconsejan al Gobierno. Las pocas críticas recibidas por Diane se referían precisamente al hecho de traer al mundo un hijo ya huérfano. El amor y cuidados que ella pensaba dispensarle compensarían con creces, en su opinión, la falta de un padre que iba a ser muy recordado.

Ahora que Diane Blood sabe que no podrá añadir el nombre de su marido al hijo de ambos en el Registro Civil, la joven viuda y madre no está dispuesta a hundirse. "Es una mentira ridícula que Liam tenga un padre desconocido. Todo el mundo sabe lo ocurrido con Stephen", dijo ayer en su primera comparecencia pública desde el hospital donde se recupera de la cesárea. "Stephen estaría muy contento de ser padre, y lo de la partida de nacimiento no me preocupa por ahora". Después de asegurar que el bebé tenía el mismo cabello que su progenitor, regresó a su habitación. Liam Stephen tiene aún problemas de respiración y los neonatólogos creen que deberá pasar aún varias semanas en la incubadora.

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