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La OTAN renuncia a intervenir en Kosovo, pero mantiene activada la amenaza militar

, Todo ha acabado ocurriendo como parecía previsto desde hace semanas. El presidente serbio, Slobodan Milosevic, ordenó ayer la retirada de Kosovo de más de 4.000 policías especiales. La OTAN, en contrapartida, desactivó la orden de bombardear territorio serbio pero, para mantener la presión, acordó que la orden de actuación siga en vigor de modo indefinido. La OTAN ha logrado así una victoria política sobre Milosevic, pero éste ha acabado cumpliendo todos sus objetivos militares en Kosovo y se ha retirado justo a tiempo para evitar las represalias aliadas sobre territorio serbio.

"Ha habido progresos sustanciales hacia el cumplimiento, pero no son completos. No podemos levantar la orden de actuación, porque hay que mantener la presión sobre el presidente Milosevic. Hemos decidido mantener la orden de actuación para acciones y operaciones limitadas, que deben ser autorizadas por el Consejo Atlántico", explicó anoche el secretario general de la Alianza, Javier Solana, para justificar la suspensión de los bombardeos, pero el mantenimiento de la amenaza.El Consejo Atlántico se había reunido ayer por la tarde para evaluar la marcha atrás de Milosevic y sopesar la respuesta más adecuada. Nadie creía ya en el bombardeo, pero la duda era el camino a seguir: suspender las amenazas o simplemente suspender los bombardeos, pero mantener las amenazas.

A nadie le sorprendió ayer el triunfo de esta última tesis, dados los antecedentes de tramposo, pero también de hábil político, de Milosevic. Lo acordado no es más que mantener en el tiempo la amenaza impuesta sobre Milosevic en las últimas semanas y que al final ha acabado por permitir alcanzar el objetivo occidental: volver a la situación que se vivía en Kosovo antes del despliegue represor que inició el dictador serbio en marzo pasado.

El objetivo de la OTAN es doble: evitar que los serbios vuelvan a las andadas, pero también impedir que los radicales kosovares, agrupados en el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK), aprovechen ahora la retirada de gran parte de la policía especial de Belgrado para ganar posiciones militares. Los embajadores de los 16 socios atlánticos discutieron también cómo mantener un cierto grado de amenaza sobre los kosovares, lo bastante firme como para que sea disuasorio aunque lo bastante suave como para no dar el mismo trato a víctimas que a verdugos, a kosovares que a radicales serbios.

Al final se conformaron con un llamamiento personal del secretario general Solana, que invitó "a los albaneses kosovares a cumplir las resoluciones del Consejo de Seguridad y mantener el alto el fuego".

Astucia de Milosevic

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La retirada emprendida ayer por más de 4.000 miembros de la policía especial serbia y el levantamiento de más de 20 puntos de control ha permitido contemplar una vez más la astucia política de Milosevic, siempre lo bastante flexible como para aplazar una y otra vez en el último momento la ira de la llamada comunidad internacional.Pero sirve también para poner en cuarentena la satisfacción con la que ésta va a recibir en los próximos días lo que se va a equiparar a una derrota de Milosevic frente a la presión internacional.

El objetivo de la Alianza era volver a la situación que se vivía en marzo de este año, antes de que se agudizara la represión serbia sobre la mayoría albanesa de Kosovo.

Pero eso, que es así formalmente, no lo es sobre el terreno real. Nada devolverá la vida a los muertos. Nada ha impedido los sufrimientos de 200.000 albaneses de Kosovo que han tenido que refugiarse, huir de sus casas, abandonar su tierra. Ninguna intervención aliada ha podido impedir que la semilla del odio étnico haya arraigado en Kosovo quizá para decenios.

Pero todo eso quedará olvidado estos días, cuando los Gobiernos occidentales y la Alianza Atlántica ensalcen el éxito de la presión militar sobre el dictador serbio y cuando todos se feliciten de que esa presión haya sido lo bastante disuasiva como para lograr el objetivo que perseguía occidente: obligar a ceder a Belgrado, pero evitar también una intervención militar que iba a desairar a Rusia, a perjudicar el desarrollo de la oposición política en Belgrado y probablemente a acabar por aumentar a medio y largo plazo la represión sobre la minoría albanesa y a mantener en el día a día el drama ya vivido en Sarajevo: la pesadilla de los francotiradores acosando a la población civil.

Pero nadie explicó ayer por qué esa presión no empezó hace muchos meses, antes de que el presidente Milosevic desatara un terror que estaba anunciado.

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