_
_
_
_
_
Crítica:FESTIVAL DE EDIMBURGO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Calixto Bieito dirige con furia una versión en inglés de "La vida es sueño"

Impactante representación de "I masnadieri", de Giuseppe Verdi

La vida es sueño (1635), dirigida por Calixto Bieito, se ha convertido en el espectáculo más emblemático de la actual edición del Festival de Edimburgo. Es presentada como el Hamlet español: Calderón en el país de Shakespeare, qué atrevimiento. Las 15 funciones en curso son todo un reto, si tenemos en cuenta que el Racine de Luc Bondy tiene solamente cuatro, el Botho Strauss de Peter Stein tres y el Camus de Van Hove dos.

Brian MacMaster, director del festival, ha apostado fuerte. La prensa nacional británica está dividida: The Guardian califica de sensacional el espectáculo y en parecida línea está The Independent; el Financial Times lo rechaza de pleno. La división de opiniones estimula los llenos diarios. "Soñaba yo que tenía alegre mi corazón". A ritmo de martinete, y como un susurro, el cantaor Miguel Poveda fija el ritmo de la ceremonia. La escenografía es sobria, poderosa: un círculo de arenisca negra; un gran espejo que al final recoge la imagen del público; un sillón de madera; una baraja de fatídicas cartas, como en Carmen, 20 años después de que Teresa Berganza cantase por primera vez el personaje operístico precisamente en esta ciudad. La primera gran baza de Calixto Bieito ha sido contar con unos actores eminentes, acostumbrados a hacer Shakespeare hasta en el desayuno. Matizan hasta la última sílaba con una claridad pasmosa. Además, dan el tipo físico de sus personajes y en algún caso, como el de Rosaura (excelente Olwen Fouere), hasta vocal, en su ambigüedad hombre-mujer. La acción se lleva hasta nuestros días, a un régimen dictatorial: uniformes, un tono de violencia en ascenso. El toque español se reduce a la montera que lleva puesta Clarín, el personaje cómico (magnífico Sylvester McCoy), compensada con una bufanda de estampado típico escocés. El hilo conductor de las escenas lo asume Miguel Poveda, gran cantaor, por tonás o por alegrías, o con un portentoso quejío y un apunte de siguiriya cuando muere Clarín. Un hallazgo esta conexión española.

Bieito plantea los monólogos de La vida es sueño como si fueran arias de ópera (la iluminación ayuda), se recrea en la palabra. Su concepción escénica está llena de ruido y de furia, que no es lo mismo que de gritos y confusión, como en el Shakespeare que hizo en el teatro de La Abadía de Madrid.

Emociones distantes

El director catalán se ha contenido sin perder intensidad. Ha declarado que no es su intención provocar a la audiencia sino sacar a la luz emociones. Tal vez por el idioma, o por el estilo interpretativo, o por el ritmo, son emociones distantes, algo sobredimensionadas en el movimiento y la energía. Está inmenso George Anton como Segismundo e incisiva Hillary Maclean como Estrella. El reparto es equilibrado en su totalidad. Los elementos escénicos -trajes, ambientes, espacios-, se integran en un desarrollo teatral al que quizá falte una pizca de chispa, de intimidad, de sugerencia, de comunicación. Es un trabajo casi perfecto y, sin embargo, no conmueve a la altura del esfuerzo. Sí conmueve, por ejemplo, otro dramón, en este caso lírico: I masnadieri de Verdi. Lo ha puesto en pie la compañía del Covent Garden como segundo título operístico del ciclo Schiller, tras Don Carlos. Hasta cierto punto se ha convertido en un título fetiche de las giras veraniegas del teatro londinense (lo han montado últimamente en Savonlinna y en Baden-Baden).

Edwaurd Downes dirige I masnadieri con brío, extrayendo colores, ritmos y tensiones, para que la música complemente el canto. La orquesta y el coro responden extraordinariamente. Nadie diría que tienen el teatro cerrado por obras de acondicionamiento técnico hasta diciembre de 1999.

El reparto vocal es apropiado para una ópera de esta naturaleza, donde hay mucho que cantar. Tiene nobleza de acentos y fuerza lírica el barítono siberiano Dimitri Hvorostovski, belleza tímbrica el tenor americano Franco Farina, mordiente y atractivo fraseo la soprano Paula Delligatti (excepcional su cabaletta Carlo vive) y naturalidad el italiano Carlo Colombara. Las arias, los dúos, los cuartetos, los coros, se aplaudieron uno a uno, como en una representación de otros tiempos. El público estaba sorprendido. La dirección escénica de Elijah Moshinsky es sencilla y funcional, con cambios escénicos a la vista y una iluminación que potencia los efectos románticos. Durante estos días, la compañía Citizens de Glasgow representa en un teatro cercano Los bandidos de Schiller, obra teatral en que se inspira I masnadieri. En fin, qué coherente parece todo si se hace con sentido común.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_