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Los artistas de Poblenou abren sus talleres al público en un ambiente de pesimismo por el futuro de sus espacios

Cortinas negras. Paredes negras. Música de réquiem. Velas rojas, esparcidas por el suelo o en candelabros como única iluminación. Ésta es la ambientación de uno de los estudios de artistas que pueden visitarse este fin de semana en la tercera edición de Tallers Oberts Poblenou. Un ambiente de velatorio que resume el sentimiento de una parte de los participantes. Las obras de ampliación de la Diagonal en el barrio originarán el derribo de muchos de los espacios que se han sumado este año a la convocatoria. La escultora Pilar Aldana es la actual inquilina de La Chimenea, el local que acoge al público con música de funeral. Se instaló en él hace tres años, y aunque sabía que acabaría por desaparecer, pensaba que la sentencia de muerte tardaría aún bastante tiempo en ejecutarse. Por eso invirtió sus ahorros en habilitar la primera planta del taller, en la que expone ahora sus esculturas. "No tengo energías para montar un taller nuevo y, además, la recalificación de terrenos en el barrio hará que los precios se disparen. En Barcelona no hay nadie a quien recurrir, sólo tu propio bolsillo, y ahora el mío está vacío", resumía ayer con pesimismo. El Taller de Aldana está situado en Can Saladrigas, una construcción industrial de 1860 en la que fábricas y artistas convivían hasta ahora. En agosto, todos deberán abandonar el edificio. Cerca del estudio de Aldana está el de Jordi Díez, también escultor, que ha invertido dos años en crear la gran obra Centro de fuerza, compuesta por cuatro piezas de unos 300 kilos cada una. "No quiero pensar en lo que pasará ahora. Igual viene un jeque árabe y me la compra y se acabaron mis problemas", ironizaba ayer. Junto a la obra de estos creadores, Tallers Oberts Poblenou muestra también la de otros artistas que no están afectados de momento por la orden de desalojo. Es el caso de los más de 40 que comparten el edificio bautizado El submarí. Normalidad En sus talleres, el ambiente es de normalidad, pinturas de pájaros, collages abstractos, objetos de cerámica, fotografías y esculturas son algunas de las muestras de la ecléctica galería que es el edificio. Agrupados en una asociación, sus inquilinos han conseguido convencer al propietario de que son una alternativa rentable a la construcción de viviendas. Pero dado el ritmo de organización en la zona, una señora que ayer realizaba un recorrido guiado por Tallers Oberts no pudo callarse un mal presagio: "Esto durará dos días, está muy cerca de la Rambla del Poblenou". El pesimismo sobre el futuro de la zona es también patente en algunas instalaciones ubicadas en la calle dentro de las actividades de Tallers Oberts. Como la titulada De patitas en la calle, una serie de piernas de plástico pintadas de rosa y pegadas en la fachada de uno de los edificios pendientes de derribo. El concejal del distrito de Sant Martí, Francesc Narváez, lamentaba ayer la suerte de los artistas afectados y aseguraba que les brindaría su apoyo. Pero advertía también de la imposibilidad de hacer converger todos los intereses que el barrio despierta.

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