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Reportaje:

Parados japoneses, nueva clase social

El desempleo de larga duración irrumpe en Japón

La fase de estancamiento que vive Japón ha trasladado al país un fantasma del que hasta ahora la sociedad de consensos y esfuerzos compartidos niponahabía conseguido alejarse: el del desempleo. Más de 2,3 millones de personas, muchas de ellas de mediana edad, se enfrentan ahora a la crisis de las empresas que les dan trabajo con desconfianza o, excepcionalmente, desesperación, conocedores de que en cualquier momento pueden ser ellos los próximos en estar en la calle en uno de los mercados laborales más sufridos para los parados de larga duración. Ellos son los grandes traicionados.Hace apenas cinco meses comenzó en Japón el derrumbe de las primeras firmas prominentes, como Yamaichi y Sanyo Securities o el banco Hokkaido Tokushoku; los trabajadores empezaron a preguntarse qué le ocurría a Japón. De la noche a la mañana, Yamaichi ponía en la calle a los 7.500 trabajadores de sus 116 oficinas y abandonaba a su suerte a otros 3.500 que pertenecían a las filiales de la empresa. Contra cualquier precedente de crisis en Japón, la segunda economía del mundo se mostraba incapaz de readmitir a muchos de ellos.

En febrero del año pasado, el desempleo en Japón rompía su máximo histórico al alcanzar el 3,6%, tres décimas por encima de la tasa interanual de 1997. En 1995 y 1996, la tasa se estabilizó en el 3,4%, pero ahora vuelve a subir y a finales de 1998 podría colocarse en torno a los cuatro puntos. Según Yoshio Iguchi, profesor de Economía del Trabajo de la Universidad de Keio, «la razón por la que la tasa de desempleo en Japón permanece relativamente baja en una economía deprimida es porque el crecimiento de la fuerza de trabajo también ha caído durante los últimos años. Una tasa del 3,4% o 3,5% significa que la nación está sufriendo un terrible desempleo».

Richard Werner, economista de Jardine Fleming Securities Asia, cree que la medición del desempleo nipón es incompleta, al no incluirse en ella a aquellos ciudadanos que no pueden encontrar buenos trabajos (tiempo completo) y que quedan por ello fuera de las estadísticas. Werner cree que ahora la cifra «real» de paro se sitúa en torno al 5%, dos puntos por debajo de su propia estimación en 1995.

La falta de capacidad de absorción de los trabajadores despedidos hunde sus raíces en la rigidez del sistema laboral vigente. Normalmente, las empresas más potentes lanzan cada abril, mes en que empieza el nuevo año fiscal, campañas de selección y búsqueda de candidatos entre los alumnos de último año de las mejores universidadades niponas. Si les contratan, las empresas esperarán casi un año a que terminen sus estudios para incorporarlos a sus plantillas al mismo tiempo junto a compañeros de la misma edad.

Cultura de empresa

A ellos será a quienes traten de amoldar a su cultura de empresa, a sus ritmos de trabajo y a sus objetivos globales. No habrá demasiadas excepciones, y menos posibilidades tendrán todos los que no accedan a la empresa por esa vía general. En opinión de Iguchi, «el mercado de trabajo japonés ha perdido su capacidad para absorber el exceso de personal debido a la falta de nuevas compañías con grandes potenciales de creación de trabajo».El Gobierno del primer ministro, Ryutaro Hashimoto, está más atento ahora a las presiones internacionales (en especial de Estados Unidos) y a sus paquetes de desregulación y política fiscal que a la evolución del empleo, aspecto que tampoco parece asumir la empresa ahora que sus preocupaciones pasan por recortar costes a corto plazo y maquillar balances de sus flojos resultados de 1997. Con este panorama han irrumpido en Japón los nuevos desclasados, trabajadores cualificados, con experiencia profesional de varios años, en los que la fidelidad mantenida hacia «su» firma no les servía absolutamente para nada.

Masako Onada, de unos cincuenta años, dejó de trabajar recientemente para una firma de abogados en la que colaboró durante casi 20 años. Ella se considera afortunada porque tiene la posibilidad de elegir, pero cree que a los de su generación les toca vivir la crisis con toda su crueldad: «Lo difícil es para los que han trabajado toda la vida en una empresa. Ellos ya no saben venderse», señala la ex empleada, que tiene previsto abandonar Japón para buscar un nuevo trabajo en proyectos educativos de educación internacional en el extranjero. El pesimismo de Onada lo comparte también Mikiya Yagi, director de una agencia de empleo de Tokio que ha visto aumentar el flujo de demandas laborales entre personas de edades comprendidas entre 40 y 50 años: «Las grandes empresas no los contratan porque han trabajado ya en otro lugar. La mayoría de las ofertas que reciben son de compañías menores, y en ellas los salarios y los incentivos caen dramáticamente».

Pasona Incorporated, una de las más importantes agencias de empleo de Japón, dio trabajo en 1997 a 50.000 personas. En 1998, con una mayor demanda debida a los despidos propiciados por la crisis, Pasona ha duplicado sus gastos de publicidad hasta los 1.200 millones de yenes (unos 1.365 millones de pesetas). En estos costes se incluyen los honorarios de la actriz Jodie Foster, que desde enero es la atracción principal de la campaña de imagen de Pasona. La competencia en el sector obliga a afinar en la manera de presentarse y a fijar con precisión a quiénes se quiere recolocar.

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