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Ana María

"La vida, dime, ¿es algo más que un sueño?", dijo Ana María Matute citando a la Alicia de Lewis Carroll. Fue emocionante el acto de ingreso de la escritora barcelonesa en la Real Academia española, para ocupar el sillón K, en el que se sentó Carmen Conde. Lo mejor de una tarde de domingo en un Madrid futbolístico.Disertó Ana María sobre la realidad de lo fantástico y dijo que su vida de escritora había consistido en atravesar, como Alicia, el espejo para salir al bosque de los sueños. Le contestó en nombre de la Academia Francisco Rico, que incluyó a la autora de Olvidado rey Gudú en la generación de los niños de la guerra, con Aldecoa, García Hortelano, Benet o Jesús Fernández Santos.

Yo me estaba acordando todo el tiempo de algo que tiene que ver con la historia de la literatura de nuestra época. Me refiero a la fundación, en la Barcelona de 1951, de lo que se llamó "Tertulia del Turia". En las noches de los viernes, nos sentábamos en el salón de aquel establecimiento de la rambla de Cataluña que era en parte café, en parte horchatería, y cada uno leía su relato. Un jurado deliberaba para elegir tres cuentos y,, entre ellos, el ganador. La dotación del premio era de quince pesetas, aportadas, una a una, por los contertulios e invitados.

Veo ahora, en el folleto que editamos con los cuentos premiados y que conservo, los nombres de escritores entonces desconocldos, hoy importantes: Juan Goytisolo, Carlos Barral, Mario Lacruz, Fernando Fernán Gómez, que presentó una obra breve de teatro, Carmen, Conde y Ana María Matute, entre otros. De aquella tertulia salieron, como se ve, dos académicas. Y a la hora de votar, en la primera de las ediciones que se celebraron, obtuvo el premio, precisamente, Ana María Matute, por el cuento No hacer nada, una triste historia de la España negra de aquellos recios tiempos. En ese folleto, que guardo, está, seguramente, el primer relato que publicó en su vida de escritora la nueva académica y querida compañera de la tertulia barcelonesa.

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