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Teoría de Penélope

Xavier Vidal-Folch

Mientras esperaba a Ulises, Penélope tejía en Itaca un lienzo por las mañanas y por las noches lo deshacía. ¿Se aplica el cuento homérico a la España que viaja hacia la unión monetaria europea? Ulises sería el euro. La Penélope tejedora matinal, Rodrigo Rato, acompañado de los ministerios económicos. Su doble nocturno, Francisco Álvarez Cascos, flanqueado por el aparato de Moncloa.El argumento consiste en que la notable labor del equipo económico del Gobierno para situar al país en el grupo de vanguardia de la moneda única se ve frecuentemente perjudicada por la crispación que genera buena parte del equipo político. ¿Es eso así, o un espejismo? Pocas horas antes del Ecofin que, el lunes, llevó a los altares el Programa de Convergencia español, se le planteó a Rato en Bruselas esta cuestión. "Las decisiones económicas sustanciales se respaldan desde Moncloa", arguyó. "Lo que ayuda a un ministro de Economía es que la Presidencia del Gobierno sea sensible al déficit público", es decir, utilice su autoridad para domeñar a los ministros del gasto.

El vicepresidente fue menos rotundo al responder sobre cómo un ministro liberal, abanderado de la sociedad civil, y responsable del clima de confianza necesario para el relanzamiento de la inversión -componente básica de la demanda agregada- contemplaba las amenazas de cárcel lanzadas desde la otra mitad del Gobierno contra el empresario Antonio Asensio. "No ratifico esas afirmaciones", soslayó.

Más allá de las opiniones está el reino de los hechos. En un plato de la balanza (Penélope tejedora) figura el pacto sobre pensiones, la estabilidad presupuestaria, el acuerdo de financiación autonómica, el pacto laboral sobre contratación, y la orientación antideficitaria de la política económica.

La espléndida bienvenida otorgada al Programa de Convergencia -primero por la Comisión y después por el Ecofin-, que catapulta la candidatura de España al primer grupo del euro, sólo puede ser ignorada desde la ceguera o el menosprecio a los intereses de los bolsillos ciudadanos. O desde ambos, combinados a veces en medios paragubernativos teóricamente adictos.

"Los esfuerzos de España y Portugal me merecen mucho respeto", dijo a los periodistas el ogro alemán, Theo Waigel. De "sorprendentes" calificó los logros españoles el conservador francés Jean Arthuis dentro del Ecofin. "Impresionado", se confesó en Madrid el primer ministro holandés, el socialista Wim, Kok. Comparen esos adjetivos con la zancadilla propinada el pasado enero por su titular de Hacienda, Gerrit Zalm, al mal llamado Club Med o con la querencia del gobernador del Banco de Francia, Jean-Claude Trichet, por las conjuras antisureñas, para calibrar la calidad de la actual coyuntura económica española.

¿Exhibe nubes la eufória? El austriaco Edlinger cuestionó la previsión de crecimiento al 3%, arquitrabe del programa español. Antes, en secreto y alevoso, hizo lo propio en el Comité Monetario el secretario de Estado alemán, Jurgen Stark, otro amigo de conjuras antimediterráneas. Rato reconoció que en 1996 casi un punto del crecimiento del PIB se debió a San Pedro: "Es cierto que el componente agrícola fue muy bueno, y esperamos que este año también lo sea, pero otros elementos como el consumo privado o la producción industrial lo relevarán", auguró. El Banco de España apoya la profecía. Las nubes no parecen bastante abigarradas como para hacer sombra y la ciudadanía reza, ojalás.

Pero aún con leves interrogantes, el platillo económico va pletórico. Cotéjese con el político: ruido de togas, amenazas a empresarios, batalla digital, guerra del fútbol, vaivenes sobre la transparencia de los servicios secretos. Perfume de intervencionismo autoritario, en suma, que cada día denuncia la Prensa... internacional. El afán deshilachador de esta Penélope nocturna no logra por suerte desbaratar el lienzo, ni dilapidar del todo la acumulación de credibilidad económica.

Pero ¿y si algún día se necesita fuerza política europea para compensar un imprevisto económico, un revés de la coyuntura, una décima sobrante en el déficit autorizado para alcanzar Maastricht y el euro / Itaca? Entonces, ay, todos pagaremos tanta frivolidad.

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