_
_
_
_
_

The Prodigy: "El "tecno" no nos interesa, lo nuestro son las catedrales electrónicas

La banda británica cerro un Festimad en el que no hubo incidentes de mención

Diego A. Manrique

The Prodigy encarna el cambio de paradigmas en las fronteras de la música popular: la batería, el bajo y hasta la guitarra eléctrica pueden estar ausentes del escenario, reemplazados por teclados, ordenadores, samplers y demás tecnología puntera. Sin embargo, el grupo británico apuesta por la espectacularidad y la visceralídad del rock de toda la vida: "No tenemos nada que ver con los Chemical Brothers, lo nuestro son las supersónicas catedrales electrónicas", dijeron ayer, poco antes de mostrar su feroz fórmula en el cierre del Festimad de Móstoles. El festival acabó sin incidentes de importancia.

Más información
Víctimas de patines y queimadas
Guitarras de rock clásico

MTV, Rolling Stone y demás creadores de opinión se han apresurado a vocear su diagnóstico: el tecno es el sonido del final de milenio. Y The Prodigy, con su poderosa imagen y apabullante sonido, son candidatos a liderar el previsible asalto a las listas de ventas. Por ello, aparecen en todo tipo de medios hablando de su tercer disco grande, Fat of the land. No se edita hasta finales de junio pero la industria musical lo espera como agua de mayo por aquello de confirmar ese radical cambio estético en los gustos mayoritarios.Esa expectación se advierte, por ejemplo, en que su discográfica ha desplazado a un regimiento de periodistas alemanes para que cubran su concierto español. El representante de Stern no ve claro el hecho de que The Prodigy sea cabecera de un cartel repleto de rock convencional pero el grupo desecha esos prejuicios: "Un festival ofrece una variedad de sonidos y nadie te obliga a oírlo todo. Nos precede Ocean Colour Scene y no nos sentimos superiores porque ellos tengan una formación estándar. Además, nos apetece el reto: nos dimos a conocer tocando en eventos al aire libre y saber que, eres el último en salir te obliga a rendir más para convencer a los espectadores de que realmente no están tan cansados como creen. Somos un grupo que comienza al máximo de energía y sigue subiendo. Nada de intercalar baladas para que saquen los mecheros".

Conscientes de que el mercado de la dance music es caprichoso, The Prodigy quiere dejar de ser el grupo que vende muchos maxis -25.000 copias de Breathe en España, donde los maxis tienen escasa salida- para despachar discos grandes en cantidades similares: "Salen demasiados discos de baile que no tienen sentido, demasiadas remezclas que no aportan nada; el rock tiene un sistema de control de calidad más efectivo. Esos tipos que sacan 20 o 30 maxis al año bajo diferentes seudónimos se deben creer genios... Y están engañándose o engañando al público".

The Prodigy no tiene bandera política y alguno de ellos presume de no haber votado en las pasadas elecciones generales, "por el gusto de sentirme irresponsable". Liam Howlett, creador del grupo, sí lo hizo y tiene algunas esperanzas de que el cambio sea positivo, "aunque está por ver que Tony Blair elimine esas leyes que reprimen la cultura juvenil, los raves nocturnos y las actividades de los travellers. Parece mentira pero ahora la policía británica puede cerrar un club alegando que sospechan que allí se usan drogas, sin necesidad de aportar pruebas".

Con idéntica indignación, Howlett se rebela contra la tendencia a encuadrar su grupo en el ejército del tecno. "Hicirnos un disco en esa onda, Music for the jilted generation, pero la etiqueta ya no nos sirve. Lo que estamos grabando no se parece a lo de Chemical Brothers, ni siquiera cuando se juntan con el tipo de Oasis. Lo nuestro son... ¡Supersónicas catedrales. electrónicas! No es típica música de baile, hecha con retazos y melodías ajenas. Es algo más orgánico, que se alimenta con la energía de los conciertos. Al fin y al cabo, nuestra inspiración viene del punk rock y el hip hop de la vieja escuela, músicas que tenían sentido en directo".

En el vestíbulo de su hotel, The Prodigy se cruza con los invitados de una boda tradicional, abun dancia de mantillas y peinetas Keith Flint, el del peinado diabólico, bromea: "Deberíamos invitar les concierto. ¡Ésa sí que sería una noche que no olvidarían!".

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_