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Los deberes escolares, caballo de batalla electoral en el Reino Unido

Isabel Ferrer

, Los deberes escolares han encontrado nuevos adeptos en el Reino Unido fuera de las aulas. En pleno periodo preelectoral, Tony Blair, jefe de la oposición laborista, los ha presentado como una de las tareas intrínsecas de la educación. Tanto le gustan al candidato a primer ministro británico, que ha propuesto convertirlos en una actividad obligatoria: 30 minutos diarios para los alumnos de primaria y 90 minutos en la secundaria. El Gobierno conservador, que comparte esta querencia por el trabajo después de las lecciones, ha rechazado con ironía la idea. No se puede imponer un horario a las decisiones de cada profesor. La polémica está en la calle y educadores, padres y pupilos han aprovechado la ocasión para hacerse oír.Todos reconocen las virtudes del estudio a solas, "independiente" según la terminología educativa, siempre que esté bien estructurado. Si los deberes impuestos son demasiado difíciles o sobrepasan ciertos límites, precisamente de tiempo, para ser realizados, entonces pueden ser contraproducentes. "No me gusta que los políticos impongan un horario de esta clase. Los deberes acabarán convirtiéndose en un ingrediente más de la burocracia escolar", ha dicho David Hargreaves, experto en educación de la Universidad de Cambridge y partidario de los mismos.

Un año más

Según sus propias investigaciones, las escuelas que los piden con rigor acaban añadiendo un año más' a los cinco de la secundaria. "Si no se preocupan, es como si . el alumno perdiera ese mismo año", añade. De modo que cree en su validez y eficacia siempre que el volumen del trabajo exigido sea decidido en cada centro docente.

A los padres siempre les han gustado los deberes porque mantienen a sus hijos ocupados y lejos de la calle, sobre todo en barrios deprimidos. Sin embargo, el propio Hargreaves advierte que no todos los hogares son el mejor lugar para el estudio en silencio.

Para no marcar aún más las diferencias de clase en una sociedad tan consciente de su existencia como la británica, éste y otros expertos patrocinan la apertura de centros municipales o clubes donde se pueda trabajar a gusto. Con todo, las tareas fuera del horario lectivo sólo ayudarán al menor en su desarrollo intelectual si fomentan su interés y capacidad de elección.

Hace un siglo, cuando empezaron a imponerse en los internados británicos, sólo servían para aprobar exámenes oficiales centrados en la memorización. Con el tiempo, se han ido transformando en una manera de estimular la búsqueda de fuentes de información externas al aula.

Desde 1986, año en que el Ministerio de Educación estrenó su control de calidad con las listas de los mejores y peores centros, el mayor problema es el tamaño de la carga depositada a diario sobre cada alumno. "Son esenciales para su educación. Consolidan las lecciones aprendidas y preparan para las nuevas", en palabras de James Sabber-Clare, director de Winchester, una escuela que envía alrededor de 50 inscritos anuales a Oxford o Cambridge.

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