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Nueva izquierda

Antonio Elorza

Del 1 al 3 de noviembre tendrá lugar en Madrid el congreso constituyente del Partido Democrático de la Nueva Izquierda (PDNI), una formación integrada en Izquierda Unida (IU) que tiene tras de sí un largo pasado. Sus orígenes remotos podrían situarse en el sector renovador del PCE que, a principios de los ochenta, resultó derrotado por Santiago Carrillo, viéndose abocado desde entonces a una difícil búsqueda de un espacio político en la que fueron quedando al margen -o integrándose en el PSOE- muchos de sus componentes. Primero fue el ARI, más tarde el ensayo de reconversión del PCE hacia una nueva formación en el marco de la llamada "política de convergencia", por fin los "independientes" de Izquierda Unida, de quienes derivaría la tendencia de "nueva izquierda". En los momentos centrales de este recorrido destaca Nicolás Sartorius, político de planteamientos lúcidos y ejecución siempre incierta, que no ha participado abiertamente en el tramo final de la trayectoria, pero que, sin duda, ejerce algo así como un magisterio difuso sobre el grupo dirigente que anima al nuevo PDNI. El referente externo es más claro y se refleja en el propio rótulo de la formación: el PDS italiano. El liderazgo que saldrá elegido del congreso puede ya anticiparse. En primer plano tendremos a Diego López Garrido, político respaldado por un excelente bagaje intelectual; a Cristina Almeida, con su desgarro populista, y a Juan Berga, un hombre más tradicional. El papel de Nicolás Sartorius dependerá de su propia decisión.Quizás lo previsible de este primer acto político descubra una importante limitación de partida para el PDNI. Como ya ocurriera al poner en marcha el movimiento de independientes de Izquierda Unida, conviene tomar en consideración que la mayor parte de militantes potenciales de la izquierda no está hoy adscrita a grupo alguno. Un proceso constituyente abierto era la ocasión para transformar desde el primer momento esas relaciones de fuerza dentro de IU que, sin duda, preocupan al nuevo partido. En cambio, por lo que aporta la experiencia del medió universitario, unas cenas de simpatizantes, unos llamamientos controlados y unos dirigentes previamente definidos no son los mejores medios para provocar entusiasmo.

Tal deficiencia es tanto más de lamentar cuanto que los planteamientos programáticos del PDNI sí apuntan a una nueva orientación de la izquierda, perfectamente diferenciada del dualismo primario que viene presidiendo las formulaciones del PCE-IU. La perspectiva de que una acción política que arranque de una revisión crítica de las posiciones anteriores de la izquierda española defina unas metas precisas en cuanto a la defensa y adaptación del Estado de bienestar y explique la necesidad de una convergencia con otras formaciones queda suficientemente articulada en los documentos precongresuales. Entre la gestión de lo existente llevada a cabo por el PSOE y el clase contra clase de Julio Anguita se abre un amplio espacio que el PDNI viene a llenar, por lo menos en el terreno de las ideas. El proyecto encuentra además un sólido respaldo en la práctica parlamentaria que pueden exhibir sus dirigentes.

En todo caso, para cubrir ese vacío parecería oportuno trazar una divisoria más clara respecto de un PSOE al que el PDNI nunca va a poder tratar en términos de igualdad. También es dudosa la adjudicación al partido de Felipe González de la etiqueta de "socialdemócratas", así como el aislamiento de fenómenos como la corrupción o el innominado terrorismo de Estado respecto de una forma de hacer política. Cuando nos enteramos de trapacerías tales como que la sesión sobre los secretos del Cesid no existió (sólo falta declarar inexistentes los crímenes), no cabe hacer concesión alguna hacia los responsables, si tenemos en algo la democracia y el Estado de derecho. La izquierda ha de ser unitaria, pero no hasta el punto de destruir los fundamentos de su presencia política.

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