_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Balones a Redondo

Los reporteros confirman que Fernando Redondo completa su puesta a punto en los talleres de Alfonso del Corral. En un definitivo intento de asimilar sin problemas la próxima patada, se ha sometido a un intenso plan de vivisección mental. Más o menos las cosas han sido así: primero ha conseguido verse a sí mismo como uno de esos desollados muñecos de plástico que ambientan las aulas de medicina; luego ha identificado cada nervio, cada vaso y cada estría de su pierna izquierda con una devoción casi mística, como lo haría un yogi, y se ha impuesto el esfuerzo físico necesario para que puedan proteger solidariamente el ligamento lateral interno, ese maltrecho cordel de peonza contra el que acostumbran a disparar camorristas y defensas centrales. Atrapado entre el pulsómetro y la ecografía, se ha blindado la rodilla con un escudo muscular.Vista la ramplonería del juego de su equipo, en el exterior se le reclama con urgencia. Sin embargo, la vida sigue sin novedad: Capello pasea su perfil de centurión por las boutiques de Milán, coquetea con la cámara, se pavonea ante los chicos de La Gazzetta dello Sport y, reforzado en sus convicciones cuarteleras, vuelve a Madrid con su pizarra de plomo. Tres semanas más en el liderato y conseguirá convencemos de que para jugar al fútbol no hace falta una pelota. Cuando lo haya logrado, el mundillo artístico madrileño tendrá una impagable deuda con él. Agotados por el petardeo italiano, llenos de moratones y ensordecidos por tanto balonazo a los carteles de publicidad, los espectadores abandonarán en masa el estadio Bernabéu y llenarán, de una vez por todas, teatros, parques, bibliotecas, salas de conferencias, chiringuitos financieros y otras casas de cultura.

Pero el asunto es que Fernando se repone y que no dejará de recordar las paradojas de su propia carrera. Hace dos años, cuando jugaba como un emperador, los polemistas del fútbol le discutían, y ahora, cuando está lastimado, resulta que aquel juego brilla por su ausencia. Por cierto, ¿qué fue de la polémica sobre Milla y él? No hay respuesta; por razones del hígado que la cabeza no entiende, Milla se desvanece en el banquillo y los milleros se han esfumado en las hemerotecas como la capa del comendador.

Y dentro de unos días volverá Fernando, el medio centro de la última Selección Mundial, y Capello dirá Un buen futbolista puede jugar en cualquier parte, y le confinará en la banda izquierda para ningunearle. Y a partir de entonces, y como ya se ha dicho, sólo nos quedará un recurso desesperado: la desobediencia civil.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_