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'Profundo carmesí' llena el certamen de un cine absoluto y surreal

Dice Arturo Ripstein, a propósito de Profundo carmesí.- "Es una película que trata de unos enamorados que asesinan, no de unos asesinos que se aman. El amor es la emoción más brutal que se puede vivir. Destruye y existe en contra de todo. La sociedad hará siempre esfuerzos desesperados por domesticar esta emoción feroz. Suele lograrlo".Ripstein nos propone un caso en que la sociedad es incapaz (salvo a tiros por la espalda) de llevar a cabo esta domesticación, de un enamoramiento loco, demente incluso, que extrae de ahí, de ésa su demencia, su aplastante cordura, que conduce inexorablemente a los amantes al crimen, porque éste ata entre sí a quienes lo cometen y los enamorados de esta especie necesitan más y más ataduras, más y más crímenes de que ser cómplices para deducir de esta complicidad lazos, comunión. La felicidad absoluta, como el crimen, el horror o el espanto absolutos, quieren y buscan accesos a la eternidad, a la profunda eternidad de que hablaba Nietzsche, y el crimen se la proporciona. Estamos por tanto en medio del fregado de la moral surreal, llevada por un cineasta absoluto y, por tanto, absolutamente fuera de norma, mucho más allá de lo que entrevieron las pesadillas fundacionales de los sacerdotes del surrealismo, André Breton y Luis Buñuel. No hay límites para la cámara de Ripstein cuando indaga en los vericuetos de esta abrumadora radicalidad del sentimiento; y deduce de su indagación una de las películas más violentas y, sin embargo, más dulces de que hay noticia.

Quien quiera ver convertida a la pantalla en una pera de almíbar, que huya despavorido de donde proyecten Profundo carmesí. Pero quienes tengan algún resto de gana de indagar por qué el cine puede, como ninguna otra expresión artística, hacer aflorar las raíces comunes del malestar y la belleza, que se bañe en las aguas negras y rojas de esta infame, brutal, feroz, inimaginable aportación de la mirada humana a la fijación de las zonas comunes que existen entre lo bello y lo siniestro, la perturbadora hermosura de toda transgresión, cuando no es simulada y procede de la verdad de la ficción en su más refinado estado de pureza: la representación trágica.

Aquí está, se titula Profundo carmesi y es, con mucho, lo más alto de este festival y de aquellos otros donde han osado incluirla en su banquete de deleites visuales. De una audacia sin límites, esta sexta colaboración entre la escritora Paz Alicia Garciadiego y el director Arturo Ripstein sigue sin bajar la guardia en uno de los más graves desafíos que ha emprendido el cine moderno.

- ¿Lo mejor de San Sebastián 96? Y de Venecia, Cannes, Berlín y el resto de los escaparates del comercio de películas, que alguna vez alguien recordará porque una vez concedieron un rincón a esta aventura mayor del cine mexicano, convertido durante dos horas en el epicentro de esta bofetada de la verdad al basurero de mentiras de plástico del cine contemporáneo.

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