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Francia da un espaldarazo al régimen chino a cambio de contratos comerciales millonarios

Enric González

Jacques Chirac regaló ayer a Li Peng un éxito diplomático. Francia recibió con todos los honores al primer ministro chino y teórico número dos del régimen, a quien bastó mostrar el talonario para acallar toda mención oficial a la matanza de Tiananmen, las fricciones con Taiwan, la opresión sobre Tíbet o la voracidad respecto a Hong Kong. Li Peng exigió, antes de tomar el avión hacia París, que no se le plantearan cuestiones sobre derechos humanos. A cambio, encargó 33 aviones a la empresa Airbus y firmó diversos contratos. En total, el dirigente chino pagó más de 10.000 millones de francos (unos 250.000 millones de pesetas) por la delicadeza francesa. En el Parlamento y en la calle hubo duras protestas contra la visita.

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Li Peng fue el hombre que, en la primavera de 1989, decretó la ley marcial y aplastó con tanques la rebelión pacífica de la plaza de Tiananmen. No se esperaba que sobreviviera al baño de sangre, pero hasta ahora lo ha hecho. Y sigue siendo uno de los principales candidatos a la sucesión del agonizante Deng Xiaoping. Representa a los sectores más duros y conservadores del régimen chino, por lo que incluso en medios diplomáticos franceses se ha cuestionado estos días la oportunidad de reactivar precisamente a través de él, y de forma tan pública, las relaciones con China, deterioradas precisamente a raíz de la matanza de Tiananmen.Tras los sucesos del 4 de junio de 1989, François Mitterrand dio un giro a la política de Charles de Gaulle -que había cerrado su representación en Taipei para establecerse sonoramente en Pekín-, redujo al mínimo los contactos diplomáticos con China e incluso vendió cazabombarderos a Taiwan. Con la derecha retornó el pragmatismo comercial y, en 1994, Édouard Balladur envió a Pekín una nutrida delegación de ministros y empresanos, con un catálogo de ofertas que incluía desde neumáticos hasta centrales nucleares. Chirac ha decidido olvidar definitivamente Tiananmen, y para subrayarlo saludó ayer al hombre que ordenó la matanza. Una apuesta con algún riesgo, ya que, a la muerte de Deng Xiaoping, Li Peng lo será todo o no será nada.

Pero Li Peng es francófilo. Al menos, proclama su devoción Por el coñá. Y, sobre todo, es quien tiene ahora las llaves de la caja fuerte china. Desde el palacio del Elíseo se invocaron razones comerciales para justificar el trato dispensado a Li Peng, a quien se cedió cómo residencia el palacete de Marigny, normalmente reservado a los jefes de Estado extranjeros.

El jefe del Gobierno chino respondió a la gentileza de sus anfitriones. con la generosidad prevista: encargó 30 aviones de línea A-320 y tres grandes aparatos de carga A-340 a la factoría Airbus -que el sábado visitará en Toulouse personalmente-, cerró un acuerdo de compra de cereales y de dos docenas de locomotoras Alsthom y acordó ampliar la factoría de Peugeot-Citroén en China, cuyo presidente, Jacques Calvet, le regaló un modelo de lujo "digno de su altísima función". En total, Li Peng firmó pedidos por más de 250.000 millones de pesetas.

El dineral con que el dirigente chino encandiló al Gobierno francés no fue, sin embargo, tanto como se presumía. Numerosas sociedades francesas que esperaban cerrar contratos durante la visita fueron advertidas en el último minuto de que no había tiempo ni dinero para ellas. La decepción empresarial indujo a recordar que China, pese a su fabuloso crecimiento del 10% anual, no siempre cumple sus compromisos: las empresas estadounidenses Boeing y Compaq se quejan de que Pekín les adeuda, a cada una, facturas impagadas por un total de 100 millones de dólares (12.500 millones de pesetas).

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Cena sin discursos

Mientras Alain Juppé se reunía anoche con Li Peng para hablar de negocios, surgió el delicado asunto de los derechos humanos.. Ante las divergentes posiciones, ambos decidieron cancelar los tradicionales discursos de la posterior cena. Fuera, en los Campos Elíseos se manifestaban unas 3.000 personas para romper el silencio oficial sobre los derechos humanos. Convocó la protesta una treintena de organizaciones políticas, sindicales y humanitarias, con el líder de la oposición, el socialista Lionel Jospin, a la cabeza. La manifestación se abrió con la colocación en la gran avenida parisiense de pancartas a favor de la democracia y la independencia de Tíbet. Más de cien miembros de Amnistía Internacional y otras organizaciones fueron detenidos.

En la Asamblea Nacional se había desarrollado por la mañana una protesta aún más significativa: 209 diputados, uno de cada cuatro, pertenecientes a todos los grupos políticos, firmaron un manifiesto en el que se pedía a China la "descolonización" del "territorio ocupado" de Tibet. Durante la presentación del documento sé anunció que los firmantes apadrinaban al "prisionero político más joven del mundo: Gendhun Choekyi Nyima, de siete años, desaparecido junto con sus padres hace 10 meses y reconocido por los budistas tibetanos como reencarnación del décimo Panchem Lama".

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