De carteristas y policías
El primer día de septiembre me encontraba en el metro con una amiga japonesa, eran las dos y veinte de la tarde, hacíamos el trayecto entre Alonso Martínez y Chueca. De repente noté cómo me robaban la cartera. Me encaré con el individuo, de aspecto y acento suramericano. Enseguida me di cuenta de que iban en grupo dos hombres y una mujer. Le exigí que me devolviera la cartera y entonces un policía me ayudó, sacó su placa, se identificó y le obligó a devolverme la cartera.Los demás viajeros se unieron a nosotros, y entre todos acorralamos a los ladrones, Pero al llegar a Chueca comenzó una pelea porque trataron de escapar. Salimos todos corriendo tras ellos en la calle de San Marcos; entonces los carteristas se autolesionaron haciéndose un corte; huelga decir que su finalidad era hacer creer que se lo había hecho la policía.
Continuó la persecusión y mi amiga y yo perdimos de vista al grupo; allí quedó la gente comentando lo ocurrido; tratamos de encontrar al policía para darle las gracias, pero fue en vano. Hacia las cuatro menos cuarto de la tarde nos dirigimos a la venta de billetes del metro de Chueca para localizar al policía. Tratamos de explicar lo ocurrido al empleado de turno, pero nos echó una bronca y nos llamó mentirosas; entonces decidimos ir a la comisaría de la calle de la Luna para denunciar lo ocurrido. Al llegar al metro de Gran Vía encontramos a tres vigilantes jurados del metro, los señores Rafael Abezuela Bosque, José Carlos Sam, de la Cruz. y Joaquín Lozano Martín, que fueron muy amables con nosotras y nos aconsejaron ir a la comisaría del metro de la Puerta del Sol; así lo hicimos, acompañadas de ellos. Una vez allí, hacia las cinco y cuarto de la tarde, contamos lo sucedido, y cuál fue nuestra sorpresa cuando vimos que los policías de servicio nos estaban echando otra bronca y nos trataban vejatoriamente. Comportamiento muy parecido al empleado, del metro de Chueca. Sacamos la conclusión de que hay policías honrados y policías sinverguenzas, y nos preguntábamos por que motivo se niega a los ciudadanos el derecho y la obligación de denunciar tan flagrantes delitos. Todo se debe a las pocas ganas que de trabajar y complicarse tienen algunos policías y empleados del Metro. Sería de agradecer que estos inútiles señores se dedicaran a otros menesteres y no fueran una auténtica vergüenza nacional. Presentamos una reclamación en el metro de Sol y una denuncia en los juzgados de la plaza de Castilla.
Mi amiga y yo empleamos todo el día en estos quehaceres, terminamos muy cansadas pero contentas. De ninguna manera habíamos perdido el tiempo, tuvimos muchos contratiempos, pero habíamos contribuido a que se hiciera justicia. Habíamos encontrad9a tres excelentes vigilantes jurados, y a un extraordinario policía del metro que, nos defendió valientemente. No sabemos su nombre, pero puede estar seguro de que no lo vamos a olvidar. Para todos ellos, nuestro infinito agradecimiento, los animamos a que sigan cumpliendo con su deber y pedimos a la gente que, por favor, no se acobarde, que denuncie estas situaciones y que recuerde que el peor pecado puede ser el de omisión- Pilar García Escúdero y Michiko Sumita.
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