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Del 79 al 95

Notables diferencias marcan las llegadas del PSOE y el PP a los Ayuntamientos

El vuelco del 28-M, por el que el PP ha pasado a asumir la mayor parte del poder local y autonómico, ha disparado las comparaciones con otros giros electorales de la democracia. Especialmente, con las elecciones municipales de 1979, cuando el PSOE tuvo acceso por primera vez a los principales Ayuntamientos de España (entonces no se habían constituido las comunidades autónomas).¿Tienen estos resultados una equivalencia simétrica a los de hace 16 años? Dirigentes populares y socialistas coinciden en una similitud: en ambos casos, el líder de la oposición dispone de una plataforma de poder local que puede capitalizar para sus objetivos nacionales. Pero a partir de ahí es difícil establecer otros paralelismos.

Mariano Rajoy, responsable de la campaña popular, destaca la posibilidad de capitalizar los Gobiernos locales del PP con un dato de estas últimas elecciones: "Hemos subido más votos donde gobernábamos con anterioridad. Eso es algo a tener muy en cuenta". Para los socialistas, sin embargo, el inmenso poder territorial del partido de Aznar se va a convertir en un pesado lastre para la conquista de La Moncloa. "Ahora veremos por primera vez el verdadero rostro del PP y más de uno se llevará una sorpresa", estima uno de los principales líderes del PSOE.

Las diferencias entre los comicios de 1979 y los de 1995 son de calado. La primera, favorable al PP, radica en los resultados globales de las elecciones. Los recientes comicios del 28-M los ha ganado el partido de la oposición. Tanto en porcentaje de voto global (el PP obtuvo el 35,2% frente al 30,8% del PSOE) como en número de concejales (24.699 para el PP, 21.175 para el PSOE). En este caso, pues, una fuerza emergente, el PP, sobrepasa al partido en el Gobierno, el socialista, produciendo un vuelco electoral.

Hace 16 años ocurrió todo lo contrario. El partido del Gobierno, la UCD, que un mes antes había ganado las elecciones generales, repitió la victoria en el ámbito municipal. Tanto en porcentajes globales (UCD consiguió el 31,3% de votos frente al 27,9% del PSOE) como en concejales (30.192 para UCD, 12.211 para el PSOE), el partido gobernante mantuvo la primacía frente a la primera fuerza de la oposición.

En realidad, aquél fue un resultado desastroso para los socialistas, el peor de la transición democrática. "El partido vivió momentos muy difíciles entonces. No olvidemos que poco después Felipe González dimitió como secretario general", comenta uno de los líderes que vivió intensamente aquellos acontecimientos.

Sin embargo, un rápido movimiento táctico, bien escenificado, transformó una derrota en una impresionante victoria. Sólo dos semanas después de las elecciones, el 18 de abril, un Alfonso Guerra que aún gastaba melena sentenciaba con un efusivo apretón de manos a Santiago Carrillo el pacto de izquierdas que pasaría a gobernar las principales capitales: Madrid, Barcelona, Valencia y las andaluzas. Para que ningún simbolismo faltara en la ceremonia, ambos aparecieron enmarcados por el retrato de Pablo Iglesias.

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Los socialistas necesitaban ese pacto porque, y ésa es otra diferencia con el 28-M a favor del PP, por sí solos no habrían conseguido ninguna gran ciudad. En los comicios de mayo los populares han obtenido mayoría absoluta en una treintena de las capitales de provincia.

Sin embargo, aquel pacto de 1979 tuvo un efecto positivo para el PSOE que no admite comparación con el momento actual: por primera vez en 50 años gentes de izquierda se subían a un coche oficial. Los alcaldes de 1979, los primeros de la democracia, sustituyeron directamente a los ediles de designación digital. Aquello despertó una expectación enorme en una ciudadanía con una visión sumamente positiva de la política (otra diferencia con la situación actual).

Los regidores locales socialistas no tuvieron ninguna dificultad en conectar rápidamente con los ciudadanos por medio de otros talantes y otros modos de gobernar. Naturalmente, no fue sólo una cuestión formal: los alcaldes socialistas capitalizaron la gestión de su propio grupo y de los cuadros comunistas de alta cualificación.

El abandono de las ciudades y pueblos españoles durante el franquismo facilitó además a los nuevos consistorios hacer visible rápidamente su administración: cada calle asfaltada, cada parque inaugurado, tuvo una aceptación inmediata de los ciudadanos. Los ediles no repararon en gastos, como se evidenció después con las deudas que enjugó el Estado. "La situación actual de las ciudades españolas pone más difícil a los nuevos equipos de gobierno del PP un éxito evidente e inmediato", reconoce un dirigente popular.

Otra diferencia a favor del PSOE: aquel poder municipal generó de inmediato figuras de renombre nacional. Enrique Tierno Galván y Narcís Serra, alcaldes de las dos principales ciudades españolas, se convirtieron en el escaparate de lo que sería una política socialista en la nación. Por el momento, el PP no ha conseguido ese escaparate. Sus líderes no traspasan todavía el ámbito local o regional.

Van a estar, no obstante, en el punto de mira de la opinión pública durante los próximos meses. José María Aznar ha puesto en marcha la maquinaria electoral para las elecciones generales, pero muchos ojos escrutarán el trabajo de sus alcaldes y presidentes autonómicos. Lo mismo le ocurrió al PSOE en 1979.

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