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Olvidar, nunca

Queridos amigos de Madrid, dos puntos, sinécdoque.Pilar ya está en el Ayuntamiento. Lo sabréis ya. Menos sabréis, sin embargo, cómo fue su campaña. No puedo explicárosla en un palmo de terreno, pero habréis de saber que su eslogan fue hermosamente bilingüe y hasta patriótico. Dos veces patriótico: Pilar de Catalunya decían las banderolas. Desde Agustina, recordaréis, nadie había llegado tan lejos. Y ni el propio Jordi Pujol se había atrevido, modernamente, a ese espectacular solapamiento. Pero ya sabéis que aquí nos lo tomamos todo muy bien. Fuera del eslogan, sin embargo, y como ya aventuraréis, su discurso político tuvo la levedad y la impunidad de una tertulia. Ahora que es concejal, la tertulia sigue: ya ha puesto la recuperación municipal de la Cobla. Ciutat de Barcelona como una de las condiciones de su apoyo a Maragall. Una cobla es una orquestina de sardanas, por si alguno lo olvidó.

Amigos, la verdad es que esta cuartilla no tiene más motivo que la felicitación. Habéis cumplido. Acogisteis en vuestro regazo mediático a una chica que despuntaba y la habéis convertido en un crack. La verdad, también, es que el asunto tiene su miga analítica y hasta podría ser objeto de tesis: Cómo Madrid (disculpad otra vez la sinécdoque, Madrid, digo, rompeolas de España) entronizó a la reina del independentismo catalán, o cómo supo, más en puridad, atusar el gorro frigio a la muchacha. Esa tesis, lo creo, daría mucho que pensar. Quiero, insisto, felicitaros, pero pediros, asimismo, que no olvidéis dónde empezó todo. Por si algún día tenéis ya bastante de Pilar y estáis a punto de decir eso tan gracioso de los cataplanes, y los cataplines. Vosotros no olvidéis nunca, que nosotros ya apechugaremos con la orquestina, tranquis, que de aguantar murgas, como aquí decimos, ja en sabem un niu.

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