_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Un cómico ilustre

Creo que la única vez que he escrito la palabra "obra maestra" en el título de una crítica fue cuando Fernán-Gómez estrenó Las bicicletas son para el verano. Lo era. Me parece que fue su primera gran muestra literaria, después de otras rescatadas, como El vendedor de naranjas y algunos poemas, antes de sus novelas y sus me morias. En todo lo que ha es crito, hecho o simplemente donde ha estado -en la conversación, en el relato entre amigos de algo vivido; o de una conjetura, como el viernes pasado en casa de Luis Zarraluqui-, Fernando Fernán-Gómez tiene el arte, o el don, o el talento, de dar luz y apresto a todo.Había llegado a ese anarquismo de guerra (totalmente vivo en Las bicicletas ... ) después de un catolicismo rápido: le recuerdo recitando, niño, en el salón parroquial del Perpetuo Socorro, y ya era alguien; ya era alguien cuando pasaba por la calle que compartimos, la de Álvarez de Castro. Aun fuimos juntos, más de medio siglo después, a unirnos a la reivindicación de los vecinos contra un estacionamiento- subterráneo: y había quien se acordaba de él.

Más información
Fernán-Gómez gana el Príncipe de Asturias de las Artes por su "testimonio crítico"
Sangre de escenario

Cuando "sale" o cuando escribe Fernán-Gómez, tiene siempre halo, como lo tiene sir John Guilgud cuando aparece con "su colaboración" en alguna película. Cuando es él mismo: cuando habló en televisión para esa gran serie de Queridos cómicos (Diego Galán) o cuando escribió una cosa extraordinaria que se llamé, Viaje a ninguna parte. Y digo una cosa porque primero fue un guión de radio, luego una novela, por fin una película. Todos ellos con un toque maestro: la vida de los cómicos.

No creo que Fernán-Gómez tenga dentro un tipo de sentimiento más sagrado que el que tiene por los cómicos (quizá por el amor, por la mujer: debe ser un problema de esa generación); le viene por vía ancestral. Supongo que por la admiración y el deslumbramiento hacia su madre, Carola Fernán-Gómez, cuyo seudónimo aristocrático tomó (tiene más aristocracia de sangre, si es que eso es algo, que un simple apellido inventado; y tiene la aristocracia civil de la persona excelsa); aunque no sé si tiene más influencia aún de su abuela popular, a la que dedicó un poema maravilloso. Republicano por su abuela, católico por sus amigos de las Juventudes, monárquico por su madre, anarquista en la guerra, actor de las películas religiosas y guerreras del primer franquismo, sabio en las que ha podido él elegir, escribir e interpretar, maestro de decir ha llegado a ser uno de los "monstruos sagrados" -como decía Cocteau- del teatro: un divo. Lo abandonó después, como los otros divos, por el cine y la televisión. Oficios de cómico. A la manera en que él los cuenta y los relata: entrañables, burlados y burladores de la vida.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_