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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pujol templa

EN CATALUÑA, si se quiere Ilegar a una situación de bilingüismo igualitario -es decir, en la que todos los ciudadanos puedan dominar las dos lenguas y se respeten los derechos lingüísticos individuales-, la política de normalización lingüística habrá de aplicarse sín coacciones ni prepotencias. Este principio, que parece desprenderse con enorme naturalidad de la aplicación de la Constitución y del Estatuto de Autonomía, ha sido defendido hace unos días por el presidente de la Generalitat de Cataluña, Jordi Pujol, en una conferencia que, perdida entre tantas noticias restallantes, tal vez no ha tenido el eco que merecía.La conferencia, pronunciada en el Palacio de Congresos de Montjuic, llega en un momento de cierto avivamiento de los resquemores entre Cataluña y el resto de España derivado de la novedad que supone un partido nacionalista comprometido en el apoyo al Gobierno central. La perspectiva de un cambio de mayoría, y la evidencia de que el PP necesitará modificar su relación con Pujol tanto si dispone de mayoría absoluta (para evitar dar la impresión de Gobierno exterior en Cataluña)- como si no (en cuyo caso necesitará su apoyo parlamentario), es ya un factor decisivo del panorama político.

Jordi Pujol explicó lo que quiere hacer en su Plan de Normalización, compuesto por 200 medidas destinadas a fomentar el uso social del catalán. Lo que está dispuesto a hacer debe ser aceptable incluso para sus críticos en el PP, a juzgar por la inmediata reacción de José María Aznar, que ha mostrado su acuerdo con el discurso y ha pedido correspondencia entre las palabras y los hechos. Sobresale entre los enunciados de Pujol su insistencia en anteponer la convivencia a la lengua: "En muchos aspectos, la política de recuperación del catalán debe subordinarse a la convivencia", dijo. Y aunque ello debiera ser una evidencia en una sociedad plural y democrática, no es algo que acostumbren a tener en cuenta muchos lingüistas con visión unilateral y algunos normalizadores con mentalidad intervencionista. Más vale retrasar el objetivo del bilingüismo si el precio de acelerarlo es la interiorizacion por sectores de la población de una coacción directa o indirecta, o una quiebra en la convivencia.

La Generalitat no persigue, según su presidente, un país monolingüe catalán. Pero el bilingüismo no es una obligación exclusiva de los catalanohablantes, sino de todos los ciudadanos de Cataluña. Por otra parte, toda España, donde el 40% de la población reside en comunidades con dos idiomas oficiales -aunque no todos los habitantes de esas comunidades conozcan ambas lenguas-, debe proteger este espléndido patrimonio lingüístico. Lo ha dicho días antes de subrayar oportunamente que España no sólo es un Estado o una coordinadora de comunidades, sino una realidad entrañable" para todos sus habitantes. Tan reduccionista como la visión centralista de Cataluña sería aquella que ignorase el componente español, resultado de siglos de convivencia compartida. Reconocer el pluralismo nacional de España implica admitir igualmente el pluralismo interno de Cataluña.

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El presidente de la Generalitat recordó la exigencia de que todos los funcionarios,. tengan un conocimiento suficiente de las dos lenguas, pero criticó los excesos de una estrategia depresión escasamente civilizada sobre las personas, comercios e instituciones con mayores dificultades para acceder al bilingüismo.

Aunque sea una exageración hablar, como se ha hecho, de limpieza lingüística, es tranquilizador que Pujol haya querido desmarcarse de esos abusos. Hubiera sido mejor- obviamente, escuchar estas palabras hace unos años, antes de que se levantaran ciertas suspicacias. Pero, en todo caso, este discurso es un compromiso integrador, supone un reforzamiento indiscutible de la idea de la España plural consagrada por la Constitución y a él habrá que atenerse a la hora de juzgar los resultados.

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