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Iguales para cruzar

Un itinerario adaptado para minusválidos se abrirá en marzo en Chamartín

A comienzos del siglo XXI, la mitad de los habitantes de Madrid tendrán dificultades para moverse por una ciudad pensada para el coche. Ancianos, minusválidos y ciegos se exponen cada vez que pisan la calle a caerse por una zanja o a abrirse la cabeza contra una señal de tráfico. A finales de marzo, estas personas podrán estrenar un itinerario adaptado a su movilidad en Chamartín.Cuatro kilómetros de acera de las calles del entorno de la estación de Chamartín, la plaza de Castilla y el paseo de La Habana tendrán menos obstáculos. Las obras consisten en eliminar los escalones, señalizar los salientes de las fachadas, los cruces y adaptar los semáforos para el uso de invidentes. Los 80 millones que cuestan estas adaptaciones han sido aportados a partes iguales por el Ayuntamiento de Madrid, la ONCE y el Inserso (Instituto de Servicios Sociales).

"Este prototipo de itinerario es utilizable por todo el mundo", justifica Antonio Sánchez, gerente de Vía Libre, empresa que asesora las obras.

Para que los ciegos puedan notar la presencia de los bancos, señales, buzones, árboles y salientes de la fachada, se está colocando un pavimento con cierta irregularidad, detectable al tacto de su bastón. Antes de un cruce, el pavimento cambia, con un desnivel suave que permita el paso fácil de las sillas de ruedas. Los semáforos son acústicos.

Un elemento urbano especialmente temido por los invidentes son los bolardos (barras de hierro que impiden el aparcamiento de los coches sobre las aceras). Estos bolardos son conocidos entre ellos como cascahuevos, porque al ser muy delgados no logran detectarlos con el bastón y dan lugar a dolorosos encontronazos. En el itinerario han sido sustituidos por un modelo más grueso, con una esfera en la parte superior que cae a la altura del muslo.

"Sólo a partir de los años ochenta se toma en cuenta al peatón; de hecho, la primera ordenanza del Ayuntamiento en este sentido es de 1980", recuerda Pedro López, arquitecto de Vía Libre.

Según él, el reto más difícil es el adaptar las estrechas calles del centro a personas de movilidad reducida.

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Soledad Luengo es una, TRB de la ONCE, es decir, una técnico de rehabilitación básica, encargada de instruir a los ciegos para que puedan desenvolverse en las calles. "Lo que más temen es caerse por unas escaleras o golpearse con los obstáculos que sobresalen a la altura de su cabeza, y sobre todo, lo que yo llamo los mataciegos, esos cables eléctricos tirantes que forman una diagonal con el suelo", explica Luengo. Y se lamenta: "Hay rampas que parecen toboganes, las nuevas cabinas de teléfonos tienen un saliente a la altura de la cintura, y en el metro casi todo está mal puesto".

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