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Entrevista:MUJERES

"Envejecer es la falta de cuiosidad"

Comparado con lo suyo, lo de Penélope Cruz fue una tontería. Amparo Rivelles, nacida en 1925, hija de la insigne pareja de actores formada por María Fernanda Ladrón de Guevara y Rafael Rivelles, irrumpió en el cine a los 14 años y se convirtió en una estrella de aquella sorprendente industria de los años 40 que creaba sueños de cartón para un país desgarrado. Cumplió 17 años haciendo Malvaloca, un papel de prostituta de 30. E hizo de Isabel la Católica mucho antes que Sigourney Weaver, a quien confiesa no haber visto.Fue madre soltera, a gusto, y premeditadamente. En un momento dado se largó a México con un contrato para seis semanas y se quedó 24 años. Cuando volvió a España, a principio de los 80, enhebró trabajos como si nunca se hubiera ido. Acaba de grabar La regenta, nueva serie televisiva realizada por Fernando. Méndez-Leite. Es guapa, inteligente y elegante.

Pregunta. En La regenta hace de malísima.

Respuesta. Sí, pero con motivos: la madre del Magistral, que todo lo hace para que su hijo llegue a obispo. Pero. la gente me va a odiar.

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P. ¿Todavía a caballo entre América y España?

R. No, ahora sólo estoy en España. Voy allí cuando tengo el mes de descanso.

P. ¿Qué le ha dado México?

R. Mucho. Por ejemplo, las telenovelas, las vilipendiadas telenovelas, sirven muchísimo para los actores, porque te ves los defectos y los puedes corregir, que en una película te lo ves igual, pero no puedes tocarla. Yo amo las buenas telenovelas. Soy bastante cursi en eso, porque para mí el amor es una cosa muy importante. No sólo el amor entre hombre y mujer, sino a los amigos, a la vida, es lo más maravilloso.

P. Dicen que lo que pasa en los culebrones es irreal.

R.Pues a mí, una señora en Jalapa se me acercó mientras estaba grabando una telenovela que ni sabía cómo acababa, y me dice:- "Mire, tengo el mismo problema que usted, ¿cómo lo soluciona, que hago yo?" Total, que cuando me enteré, la llamé para decírselo.

P. Usted vivió la época privilegiada del cine español.

R. Sí, los 40. Aquello era una verdadera industria cinematográfica, que se hacían ciento y pico de películas al año. Ahora es otra cosa, porque todo resulta mucho más difícil. Entonces había muy poca competencia, películas alemanas, que al público español no le gustaban; francesas, que no se han entendido casi nunca. La gente prefería las nuestras. Estaban bien hechas, pero no se podía tocar ningún tema. No existía la política, no existían el aborto, ni el divorcio, ni el adulterio. Había que hacer películas de época, y suplir el vacío con grandes escenarios, que se hacían maravillas en decorados. Aquí, en CEA, abriendo los dos platós, se reprodujo el palacio de las Tullerías, completo, para Eugenia de Montijo.

P. ¿Cómo recuerda a sus galanes de entonces? Algunos. como Alfredo Mayo, fueron novios suyos.

R. Es que, cuando trabajas con un galán, siempre tiene que existir un enamoramiento mutuo, que te estimule para ir a trabajar.

P . Fue una poca gloriosa. El país se moría de hambre, pero el cine era maravilloso.

R. A mí me dicen que soy una cursi cuando hablo de los estrenos de antes, de la Gran Vía con alfombra roja para que pasaran las actrices y actores vestidos con trajes sensacionales, maquillados y peinados, y ahora vas a un estreno y la mayoría llevan jeans. Entonces no nos prodigábamos tanto, no había discotecas, sino boites especiales, donde tampoco entraba todo el mundo. Había un poco de misterio, de magia. No te veían con los rulos en el supermercado.

P. Con la Pantoja trabajó en El día que nací yo, de Pedro Olea. Ha sido testigo de algo característico de nuestro país, la supervivencia de la folclórica.

R. Yo creo que es lo que más igual se ha conservado, de entonces ahora. Es algo clásico. En cuanto a Isabel, tengo una gran amistad con ella, porque fue encantadora conmigo, es todo lo contrario de lo que cree la gente, muy sencilla, que se da. Yo iba con un poquito de prevención porque, claro, era la protagonista, y yo respeto a la protagonista. Y resultó ser un encanto.

P. Es que usted se ha llevado bien hasta con las eximias mexicanas.

R. Sí, claro. Con María Félix tengo mucha amistad. No es fácil, la Doña, porque la han atacado mucho y está siempre a la defensiva, pero en la intimidad es buenísima. Con Dolores del Río también tenía mucha amistad. Fue bellísima hasta la muerte. Se hizo muy amiga de mi madre en Hollywood, y cuando yo iba a ir a México le llevé una carta a Dolores en la que ella le pedía que me atendiera, y me dio una fiesta impresionante. Y también soy amiga de Silvia Pinal.

P. Aunque usted se negó a hacer El ángel exterminador, para Luis Buñuel, porque el marido de Silvia, Gustavo Alatriste, era el productor e impuso que el nombre de su mujer fuera antes que el suyo. ¿Se ha arrepentido alguna vez?

R. No, porque se ha hablado más de la película porque no la hice que si la hubiera hecho. Yo entendí la postura de Pinal, pero mantuve la mía. Además, si hubiera sido un papel protagonista... Pero era una película coral. A don Luis Buñuel le quería y éramos amigos.

P. También sacó muy buena impresión de Orson Welles, después de trabajar con él en la película Mr. Arkadin.

R. La verdad es que me habían advertido de que era un ogro, pero fue extraordinariamente amable conmigo. Yo tenía un pequeño papel, sólo de tres sesiones, un diálogo en un bar. Él iba tomando copas y yo refrescos. Hice mi parte en español y me dijo que no hacía falta repetirla en inglés e italiano. Como terminamos en una sola Sesión, gracias a mí, estaba contento. Recuerdo que dirigía sin moverse de su silla. La cámara aquí y allá, decía. Al terminar, me acompañó hasta el coche. No podía creerlo.

P. Doña María Fernanda Ladrón de Guevara, su madre, le enseñó muchas cosas.

R. Sí. Más que a ser actriz, más que nada, mi madre me enseñó a envejecer con alegría. Que tengo años, pues qué bueno. Voy a cumplir 70 en febrero, y encantada, porque si no los cumpliera es que no estaría en este mundo. Llevarlo lo mejor posible. Tampoco tienes que ser una vieja cachucha, decir ya no me arreglo, ya ni me pinto, me afeito la cabeza y me voy con el Dalai Lama. No. Los vives lo mejor posible. Otra cosa que decía mi madre es que la vejez es la falta de curiosidad. Yo todavía tengo curiosidad por las cosas.

P. El mundo que la rodea, ¿qué le parece?

R. He vivido cosas peores. Una guerra nuestra, espantosa, cantidad de temblores, terremotos. Con todos los años que tengo he vivido muchísimas cosas, pero soy bastante optimista. Lo peor es cuando van desapareciendo los amigos, lo que ha sido tu mundo. Yo, por ejemplo, veo una película mía de hace 30 años... En este momento nada más quedamos dos personas vivas de cuantas hicimos El clavo: el gerente de producción, Enrique Balaguer, que, gracias a Dios, está como un sol, y yo.

P. Fue usted siempre rebelde e independiente. Tuvo una hija estando soltera. Duro para la época, ¿no?

R. Sí, pero tampoco ahora es una gracia. Quise tener a mi hija y no casarme, por mi voluntad. En aquella época, todas las proposiciones matrimoniales incluían que me retirara, y yo quería seguir con mi carrera, vivir normalmente. Eran tiempos en que te casabas para siempre, no había divorcio y no podías ni salir del país porque figurabas en el pasaporte de tu marido. Y yo era y soy independiente. Mi madre me aplicó el refrán de los chinos: me dio una caña y me. enseñó a pescar.

P. A estas alturas, ¿qué es lo que la rebela?

R. A mí, pocas cosas me han sacado de quicio, pero una de ellas es la injusticia, que siempre me revuelve. Lo que está pasando en Ruanda, lo que pasa en todos esos sitios, eso es una injusticia. Sobre eso, una no tiene poder, no puedes hacer nada. Mandar dinero, sí, pero ¿qué solucionas? ¿tú has visto que imágenes? Y te dices, ¿cómo será posible que yo me queje porque hace calor? Pero por lo demás, por estupideces, ya no me llevo ningún disgusto, y por cosas relativamente importantes, tampoco. Yo me acuesto todas las noches con Amparo Rivelles, y quiero estar contenta con ella y dormir divinamente.

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