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El modelo americano

En el reciente informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) hay una analogía que merece ser explorada: el desempleo es hoy a la economía y a la sociedad lo que fue la inflación de los años sesenta y setenta. El ritmo de ascenso de los precios alcanzó en aquellos años unos niveles que afectaron el funcionamiento mismo del sistema capitalista, en un contexto de tasas de crecimiento y empleo mediocres. Fue entonces cuando se adoptaron políticas de estabilidad de precios, consolidación fiscal y reforma estructural, que consiguieron reducir la inflación a los niveles más bajos de tres décadas.Si bien la recuperación económica se afirma, dice el informe, el desempleo se mantendrá elevado en muchos países "aun con adecuadas políticas macroeconómicas". ¿Por qué? Porque el desempleo cíclico, aquel que resulta de una caída de la actividad, como ha ocurrido en España durante los últimos tres años, se ha sumado a un paro estructural, que perduró durante la fase de expansión económica anterior. Este paro coyuntural podría ser eliminado si la recuperación es robusta. "Pero cuanto más se retrase la recuperación mayor es el riesgo de que lo que es hoy desempleo cíclico se convierta, progresivamente, en estructural", subraya el informe.

Como el crecimiento económico ya no basta, como en el pasado, para absorber el paro creado durante la recesión, la política económica, propone el FMI, debe abocarse a la reforma del mercado de trabajo, que una vez liberado estaría en condiciones de absorber al menos una parte del desempleo coyuntural.

"Todo esto", dice el informe, "ha provocado una discusión en Europa acerca de la relevancia o aceptabilidad del modelo americano como una posible guía de las reformas del mercado laboral. Los efectos beneficiosos de la mayor flexibilidad laboral de Estados Unidos son reconocidos, pero existe una preocupación por los efectos sociales que podrían provocar los diferenciales salariales, particularmente en países con una fuerte tradición de políticas igualitaristas"

La primera debilidad que presenta la analogía entre inflación y desempleo es que la coalición de fuerzas que ha logrado reducir, finalmente, la inflación es mucho más poderosa, en términos de poder, que aquella dispuesta a luchar contra el desempleo. La idea de que el concepto antiinflacionista ya está consagrado es tal que las autoridades monetarias han conseguido, tanto en España como en otros países de Europa, reducir los tipos de interés sin arriesgar excesivamente en materia de inflación. En algunos casos, como en Estados Unidos, cuando esta última rebrota como peligro potencial, el banco central vuelve a acomodar al alza su política. El desempleo, pues, con ser un enemigo en el discurso económico de todos los políticos, carece de la misma fuerza con que fue abatida la inflación.

El segundo punto es que la secuela del modelo americano -fuertes diferencias salariales entre empleos calificados y no calificados, el fenómeno llamado de los working poor o trabajadores pobres- podría ser mitigado por el mayor crecimiento económico y por la capacidad de los Gobiernos de redistribuir los ingresos a través del sistema fiscal y de transferencias, y un programa de educación y formación laboral. No está claro que las reformas anunciadas tengan en cuenta este mecanismo de compensación.

El FMI, ahora, es todavía más exigente. "Cabe subrayar que si bien algunas políticas para incrementar la inflexibilidad de los mercados de trabajo han sido adoptadas recientemente en Europa, la mayor parte de ellas intentan corregir distorsiones derivadas de las regulaciones labora les más que cambiar las leyes. Una reducción sustancial del desempleo estructural requerirá una reforma básica de los sistemas de seguro de desempleo, leyes de salario mínimo, regulaciones de protección del desempleo y otros obstáculos a la creación de empleos y búsqueda del primer trabajo". El programa máximo del FMI es, pues, el modelo americano.

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