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Aguas de Carabaña con sabor americano

Vicente G. Olaya

Los romanos fueron los primeros que se purgaron con sus aguas medicinales. Luego llegaron siglos de olvido. A finales del siglo pasado, un farmacéutico vasco apellidado Chávarri llegó al pueblo. Redescubrió las propiedades medicinales de las olvidadas aguas salobres y decidió embotellarlas. Fueron galardonadas en gran número de concursos internacionales. Carabaña vivió sus mejores años. Cientos de personas trabajaban en la pujante industria del líquido. En los años veinte se levantó, incluso, un balneario, que nunca llegó a funcionar. Un edificio abandonado de cuatro plantas y varias edificaciones adyacentes deterioradas recuerdan antiguos esplendores.

Tras la guerra civil, y con la aparición de nuevos fármacos, las aguas de Carabaña comenzaron su declive. Actualmente, en la planta embotelladora situada en la localidad sólo trabajan cinco personas. Pero sus productos son requeridos todavía en mercados internacionales. Se pueden comprar agua y jabones de Carabaña incluso en la Quinta Avenida de Nueva York.

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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