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Paté de 'foie'

El sufrimiento controlado de 'El juego de la oca' atrapa cada semana a cuatro millones de espectadores

Guillermo Altares

Tiene algo de circo, algo de cine, algo de concurso televisivo. Está hecho por profesionales que saben la fuerza de las imágenes y tienen muy claro qué es el espectáculo. Entre las 22.00 y la 1.00 copa la noche del sábado en la programación de Antena 3. Es El juego de la oca, un concurso que todas las semanas mueve a unas 300 personas (público, técnicos de todo tipo, expertos en efectos especiales ... ), ocho cámaras, tres presentadores (Emilio Aragón, Lydia Bosch y Patricia Pérez) y cuatro concursantes.El circo viene por los animales -aparecen bichos para todos los gustos, desde las serpientes habituales, hasta leones o elefantes-, por la afición a las pruebas con fuego y a los cuchillos. También es cine porque el espectáculo está mucho más en la pantalla que en los bastidores, o sea, que el equipo de efectos especiales, dirigido por Reyes Abades (un experto con dos goyas en su haber y películas como Remando al viento), sabe simular el peligro sin que los concursantes se jueguen la piel. "No sabes nunca cómo va a reaccionar el concursante ante una prueba. La verdad es que yo prefiero el cine, porque trabajas con especialistas, con gente que sabe lo que tiene que hacer", asegura Abades. Emilio Aragón cree también que el desconcierto es un problema "Las pruebas están probadas. Lo que nunca vas a saber es si el concursante se va a agobiar".

Lo de concurso viene porque, efectivamente, es un concurso que juega con todos estos elementos, y con el toque hortera que tienen muchos espectáculos televisivos (músicas pegadizas, chicas cortas de ropa, chicos marcando cachas). Cuatro concursantes, dos chicos y dos chicas, tienen que superar unas cuantas pruebas para llevarse una pasta (todos) y, el primero en llegar, hacer una reoca (superar una prueba en el mundo exterior, que normalmente consiste en movilizar a grandes masas), y si triunfa, llevarse un cochazo.

Corte de pelo

Los corresponsales que cubrían la guerra de Vietnam firmaban un papel en el que no responsabilizaban el Ejército estadounidense de lo que les pasase. En El juego de la oca también tienen que echar una firmita, pero es menos radical: lo peor a lo que se comprometen es a dejarse cortar el pelo. Cada uno de ellos está acompañado por un monitor, un consejero espiritual para los momentos de tensión.En uno de los programas emitido recientemente, las chicas eran María de la Gándara, estudiante, y Conchita Bastida, estudiante. Los chicos eran Nacho Susaeta, agente de seguros, y Tomás Alvarado, estudiante del INEF, que fue el que se llevó el gato al agua, aunque salió esquilado: le raparon. Tomás ha tenido que superar la reoca en Los Ángeles, durante la entrega de los oscars. Les llamaron el martes y el viernes tuvieron que soportar, con estoicismo, una grabación de más de 12 horas. La selección es sencilla: tienen que responder si saben nadar, si les da mucho asco algún animal, si son claustrofobicos o si están en buena forma física.

Todos ellos aseguraron que el motivo por el que querían concursar era más lúdico que monetario. "Venimos a echarnos unas risas, para conocer gente y divertirnos un rato", dijo Nacho durante una de las interminables pausas entre prueba y prueba. "Vienen a divertirse con una predisposición muy abierta" afirma Lydia Bosch. Aunque a nadie le amarga un dulce: el viernes volvieron a casa con premios que iban desde las 830.000 pesetas hasta las 260.000.

Aunque estaban un poco más sueltos que Anna Paquin, la niña que se quedó muda al recoger su Oscar a la mejor actriz de reparto, se les notaba nerviosos. "Estoy atacadísima", aseguraba Conchita mientras esperaba su primera prueba. Ellos no saben qué prueba les va a tocar a cada uno, aunque los monitores se las han explicado de forma general. Todas han sido ensayadas con anterioridad, para ver si se pueden hacer, en qué tiempo y con que dificultades. El equipo de guionistas las negocia con los técnicos en efectos especiales. Ellos sí saben qué va a tener que hacer cada concursante. Es un problema técnico: se tarda mucho en montar cada prueba.

Fuego, agua y animales

Los guionistas y los técnicos en efectos especiales juegan con muchos elementos primarios: fuego, el agua, los animales... También están los modelos parque de atracciones: looping y cosas por el estilo. Siempre caen un par de pruebas de memoria: además del cuerpo hay que cultivar el intelecto.La parafernalia es imprescindible: los concursantes son embutidos constantemente en trajes a cada cual más complicado. El riesgo siempre está controlado: un concursante, Tomás, tenía que sacar cosas del agua antes de que un cable eléctrico cayese en la piscina y se produjese el gran cortocircuito con peligro de freír al invitado a la plancha.

El encargado de los bichos es Juan Luis Malpartida, que también trabaja para el cine. Menos un tiranosaurio, es capaz de traer cualquier ser vivo al plató: leones, tigres, hienas, elefantes, serpientes, además de las ocas que se pasean por todas partes cada programa. El equilibrio entre la seguridad y la espectacularidad es constante. El truco está en jugar con fuego sin quemarse, hacer un triple mortal con red sin que se vea la red. Por ahora, con un 32,7 de cuota de pantalla y unos cuatro millones de espectadores, parece que cuela.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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