"La primera en la frente"
Estaba yo sentado en la plaza del Dos de Mayo con un anís, mitad dulce y mitad seco, y una Farias de La Coruña, cuando se me acercó Charito.Charito, por si ustedes no la conocen, gasta tacones de vedette, pantalones que parece que se lo pone con saliva y camisetas a ser posible de color rosa. Apretaba un bolso contra el pecho y parecía muy excitada.
Se sentó a mi lado y me dijo:
-¡No podrás creértelo, Juanito!
-¿Quieres un cafelito? -le dije yo.
-¡Para cafelitos estoy yo, no me jodas!
Charito, entre otras cosas, se dedica al menudeo del Jaimito. Opina que vender Jaimitos es más decente que camellear coca o caballo. Las tiene de tres clases: azules, rojas y blancas. Las azules dice que son californianas y que te ponen como Julio Iglesias y te salen a tres talegos cada una; las rojas son de aquí, producción nacional, y salen a la mitad. Las blancas están tiradas, propias de la crisis actual.
Por la plaza paseaba una patrulla de policías, los perros cagaban y hacía solecito.
Entonces me fijé que Charito llevaba una marca roja en la frente, cerca de la sién izquierda.
-¿Qué te ha pasado, Charito?
-¡Vengo de... es que ... ! ¡Así no puede ser! -señaló a los policías- ¿Para eso pagamos a la madera con nuestros impuestos? ¡Es el colmo! ¡Esto lo tienes que escribir en los papeles! ¡Me han visto y como si nada!
-¿Quién te ha visto, Charito?
-Los maderos. Esos son los que me han visto y se han hecho los San Silvela, como si no fuera con ellos.
Y me lo contó:
-Pues que estaba yo a lo mío, ¿no? Estaba ahí en San Vicente Ferrer y entonces va y se me acerca un menda y me dice que los otros días le vendí unos Jaimitos chungalís, ¿te das cuenta? ¡Yo vender Jaimitos chungos!
-Tú no harías eso. Sigue, Charito.
-Nos ha jibao... Pues eso, que estamos en esas y va y me suelta el menda que le tengo que devolver la pasta y yo le digo que nanai, que me olvide que no es mi santo y el menda se me echa encima a quitarme el bolso, el tío perro, y le empiezo a sacudir patadas a ver si le reviento los güevos y va el menda y me muerde en la frente, fíjate lo que me ha hecho.
Se adelantó en la silla y me mostró la frente.
-¿Ahora qué le digo yo a mi marido, eh? ¿Tú crees que se lo va a creer, eh? Con lo celoso y moro que es el tío.
-Pues no lo sé. La verdad es que se ve feo, sí. Bastante feo.
-¿Pero tú te lo has creído?
-Pues, sí, Charito. Yo me lo creo.
Charito suspiró.
-Si te lo crees tú, igual se lo cree él... Además, los maderos me vieron y no hicieron nada. Dieron media vuelta los tíos y se fueron para la plaza. No sé si hacer una denuncia -se tocó la marca de la frente- Así mi marido se lo va a creer. ¿Lo vas a escribir en los papeles?
-Pues no sé, ya veremos, Charito.
Charito se marchó y llegó mi señora, enfadada, con una revista literaria en la mano. La revista se llama Suave, la noche, y en ella un tal Tino Bértolo había escrito un artículo sobre la nueva narrativa española y yo no había salido.
-¿Te das cuenta? -me dijo, golpeando la mesa con la revista- Te pasas aquí todo el día tomando copas de anís y fumando esos asquerosos puros y escribiendo sobre estas guarrerías y luego nadie te toma en consideración.
-Precisamente, ahora mismo, Charito me ha dicho que...
-Nada, mira Juanjo Millás. Mira qué columnas tan bien escritas hace. Seguramente que a él todo el mundo lo considera en EL PAÍS.
-Sí, pero creo que vamos a cobrar lo mismo... Pero verás que historia me acaban de contar. Resulta que Charito...
-Déjate de Charitos. Ya verás como Harguindey no te vuelve a llamar para nada y menos en la sección de libros. Tú sigue escribiendo sobre estas cosas que nunca llegarás a nada.
Se fue y yo me puse a pensar en esas cosas.
Luego, terminé la Farias y la copita de anís y seguía haciendo solecito en la plaza.
es escritor.