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En el gueto del rey de la cocaína

El barrio de Medellin creado por Pablo Escobar admiraba ciegamenteal narcotraficante

ENVIADO ESPECIAL Don Fabio Ochoa, padre de los tres hermanos del cartel de Medellín, acostumbraba cada lunes a sentarse en una mesa del café La Bastilla, en esta ciudad, y durante una hora repartir billetes de 500 pesos a todo aquel pobre que se le acercara. Esta actitud de uno de los ganaderos más ricos de Medellín deslumbró al entonces incipiente Pablo Escobar, que tardó muy poco en emular al viejo Ochoa regalando también dinero a los pobres, primero en el barrio Meza, en Envigado, y luego en los basureros de Medellín, la ciudad donde fue abatido el jueves por el Ejército.

La diferencia entre don Fabio y el joven Pablo es que los pobres se fiaban más del viejo, porque era rico ya de cuna. A Escobar, hijo de un administrador de fincas y de una maestra rural, no le conocían lo suficiente, pese a que su padrino de bautismo era el ministro liberal Joaquín Vallejo Arbeláez. Pero pronto cambió la naturaleza de sus generosidades y de la calderilla pasó a las medicinas y de éstas a las canchas de fútbol. Escobar se convirtió entonces en un idolatrado protector de los más necesitados.

Así y coincidiendo con sus ambiciones políticas, el rey de la cocaína, ya con 3.000 millones de dólares (más de 400.000 millones de pesetas) de patrimonio por sus operaciones internacionales, levantó un barrio para los desheredados en Medellín, cambiando radicalmente la vida y el destino de casi 1.000 familias que vivían en el entorno del basurero de Moravia, un putrefacto lugar que se convirtió en montaña, porque era allí donde se acumulaban todos los desperdicios de la capital de Antioquía.

Así nació, hace poco menos de 10 años, Medellín sin Tugurios o el barrio de Pablo Escobar, el gueto de 780 viviendas unifamiliares que idolatra y admira ciegamente al que hasta el jueves fuera el bandido más perseguido del mundo. A su tumba, custodiada en las últimas horas por 40 soldados y por dos vigilantes jurados puestos por la familia, acuden ahora desde Medellín sin Tugurios riadas de peregrinos ofrendando flores. En Medellín sin Tugurios, donde vivía el guardaespalda que murió protegiendo a Escobar, el rey de la cocaína también lo era de los pobres. De este barrio safló otrora parte de su ejército personal.

La noche del viernes, enterrado ya Escobar, los hombres de Medellín sin Tugurios bebieron en exceso. Las botellas de aguardiente pasaban de mano en mano mientras las mujeres se reunianVara iniciar la novena de Animas. Se encendieron velas y se escucharon rancheras mexicanas.

Allí estaba Isaura García Salas, de 75 años y conocida como La Abuela, la persona de mayor autoridad moral en el barrio. Con los ojos enrojecidos, La Abuela, íntima amiga de doña Hermilda Gaviria, la madre de Escobar, recibe estos días el pésame de los vecinos como si fuera un miembro de la familia. En el susurro del duelo, Isaura escucha cosas como esta: "Ha muerto como Jesucristo: perseguido. Ojalá Dios nos lo devuelva"."Los oligarcas le mataron"

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Francisco Flores, de 76 años, se queja de que fue el Gobierno con su persecución quien no dejó que Pablo Escobar completara su obra con los pobres. "Tenía ya hasta comprados los juegos de cama, los colchones, las cocinas y hasta los lavaplatos. Era su intención regalarnos la casa y el ajuar. Fueron los oligarcas de siempre los que primero mataron sus buenas ideas y después a él", comenta con enojo.

"¿Que de qué vivo?", indica. "A mi edad ya no puedo hacer nada. Pablo me dio techo y hasta ahora me daba comida. Ya sólo me queda el techo. Fue tan honrado que sabiendo que podía estar protegido entre nosotros jamás quiso venir aquí a esconderse. Sabía que nos ibamos a poner por delante de él y prefirió evitar un baño de sangre".

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