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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Caos en Haití

LA SITUACIÓN actual en Haití es absolutamente caótica. Ha pasado la fecha del 30 de octubre, en la que, según el acuerdo firmado en julio pasado en la isla de los Gobernadores (Nueva York), el presidente Aristide debía volver a ocupar su cargo, después de que el dictador Cedrás se hubiese retirado.Nada de eso ha ocurrido, y los neoduvalieristas (partidarios del retorno a un régimen de represión incontrolada contra los demócratas) lo saludan cómo su victoria. Las bandas armadas de éstos, en cuanto llega la noche, cometen toda clase de desmanes en los barrios populares, dejando en las calles los cadáveres de los que han asesinado. Cuando se hace de día, propugnan una "nueva solución constitucional", descartando el retorno de Aristide.

Las vacilaciones en la política de Clinton; la actitud de la ONU, obligada a seguir las pautas marcadas por EE UU, han dado como resultado una política desconcertante, en ciertos momentos muy radical -cuando Clinton anunció que en todo caso Aristide volvería al poder-, en otros más blanda, como ocurre hoy, en que se barajan iniciativas ambiguas enfiladas a poner en marcha nuevas negociaciones con los militares. La ONU ha votado un embargo de armas y petróleo contra Haití, cuya aplicación es vigilada por una flota internacional. Pero EE UU se niega a la propuesta de Francia, Canadá y Venezuela de dictar un embargo total.

El jefe del Gobierno, Robert Malval, lo mismo que todos los partidarios de Aristide, se hallan en una situación precaria, amenazados de ser liquidados -como le ocurrió al ministro de Justicia- por las bandas neoduvalieristas. En las condiciones presentes, es obvio que unas elecciones presidenciales, para buscar un nuevo "presidente" que elimine definitivamente a Aristide, sólo pueden ser útiles para los militares golpistas que han violado el compromiso de retirarse que asumieron en Nueva York el pasado verano.

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No es descartable que tal idea, dentro de la incoherencia de la actual política de Washington, sea manejada en ciertos círculos del Departamento de Estado. Pero llevarla a la práctica supondría colocar en una situación desairada a Clinton, cuyo compromiso personal con la vuelta de Aristide a su puesto presidencial fue terminante. Volverse atrás le sería muy dificil al presidente de EE UU. Ello explica, sin duda, la pasividad actual de que da muestras Washington en el tema haitiano, mientras siguen las matanzas de bandas armadas más o menos alentadas por el dictador Cedrás y sus colaboradores.

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