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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

De julio a octubre

AUNQUE LA satisfacción por la liberación de Julio Iglesias sea unánime, no lo son sus motivos. Los secuestradores y sus jefes, y cuantos en el mundo de intereses formado en tomo a ETA esperan recibir algo del rescate, se alegrarán de haber conseguido cobrar, pero lamentarán todo lo demás. El resto, la mayoría, lamenta que ETA y sus paniaguados dispongan de fondos para organizar nuevos secuestros y asesinatos, y para justificar los unos y los otros Oralmente y por escrito, pero se alegran de todo lo demás: de que Iglesias esté sano y salvo con los suyos y de que a lo largo de estos 117 días la solidaridad con el secuestrado haya dado ocasión a que miles de ciudadanos vascos se sumasen a quienes desde hace años vienen expresando públicamente su rechazo a los terroristas: a sus medios mafiosos y a unos fines inseparables de esos medios.La pasividad y resignación de la mayoría ha sido sustituida esta vez por su movilización. Por eso ahora nadie ha hablado de "final feliz", la expresión que tan felices hacía a los terroristas al final de otros secuestros. A esos miles de vascos que quizá por primera vez han levantado su voz contra ETA nadie podrá convencer ya de que sus propias aspiraciones y las de los terroristas son en el fondo coincidentes. Como dijo por televisión un futbolista miembro de Iniciativa Ciudadana -el colectivo que asumió la convocatoria de la manifestación del 12 de septiembre en San Sebastián-, "cuando das el primer paso ya no retrocedes". Es en ese sentido que este secuestro ha sido un fracaso de ETA y de HB: su capacidad de intimidación sólo alcanza ya a sus propias filas. Ayudar a esas personas a superar su miedo es una de las tareas de los demócratas vascos. Pero ello implica eliminar cualquier equívoco sobre el carácter mafioso de sus ídolos, cualesquiera que sean los pretextos que aleguen.

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