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Reportaje:

Noche de 'calimocho' y tintorro

Los universitarios barceloneses convierten su encierro en los rectorados en una fiesta

"Es como volver a los sesenta", comentaba Marcel, un estudiante de quinto de Periodismo y cuarto de Políticas de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), de Bellaterra, mientras se escuchaba a The Beatles en el radiocasete conectado a la megafonía de la sala de actos del rectorado. "Oyes esta música y miras hacia aquel grupito con el pelo largo y te sientes transportado a otras épocas. Es guapísimo", insistía con un destello de felicidad en los ojos.Y es que el medio millar de universitarios que el jueves ocuparon el edificio del rectorado de la UAB durante 18 horas para protestar contra la subida de las tasas se tomaron el encierro como una gran fiesta, en la que todos los participantes confraternizaron en un ambiente de jolgorio pese a la presencia de la policía autonómica, que acordonaba el recinto. El calimocho (combinado de vino tinto y refresco de cola) y el tintorro en envase de cartón contribuyeron, y no poco, a la euforia.

El centenar de estudiantes que ocuparon el rectorado de la Universidad de Barcelona, menos nostálgicos que sus colegas de la Autónoma, se distribuyeron en dos grupos, el de los más concienzudos, que pasaron las largas horas de encierro debatiendo sobre su posición frente a las matrículas, y los festivos, que, éstos sí, siguiendo los pasos de los de la UAB, hicieron de la protesta una fiesta regada con vino peleón y cerveza de litrona.

Los de la Autónoma, en su mayoría estudiantes de los primeros cursos de carrera, es decir, de entre 18 y 19 años, demostraron una capacidad de organización logística loable. Inmediatamente después de la ocupación, a mediodía del jueves, crearon cuatro comisiones: información, comida, bebida y limpieza. Esta última brigada fue considerada importantísima porque los jóvenes estaban empeñados en proyectar a toda costa hacia la sociedad una imagen de pacifismo y civismo.

Con la noche, tanto en Bellaterra como en Barcelona, llegaron los cantos, el baile, los juegos malabares, las torres humanas y las timbas. El sueño y el cansancio empezaron a hacer estragos hacia las tres de la madrugada, cuando una parte de los atrincherados, que iban provistos de sacos de dormir, mantas y colchones aislantes, cayeron en los brazos de Morfeo.

Los Mossos d'Esquadra aprovecharon el alba, cuando la fiesta decaía en la Autónoma, para entrar en el edificio y desalojar a la fuerza a los encerrados. Algunos jóvenes salieron por su propio pie y los que se resistieron a abandonar la sala de actos, su cuartel general durante casi un día, fueron sacados a rastras por la policía autonómica, aunque no hubo heridos. Las encargadas de desalojar a los estudiantes de la UB fueron las empleadas de la limpieza, quienes, alrededor de las seis de la mañana, los levantaron para cumplir con su trabajo.

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