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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La opinión del periodista

Leyendo el otro día un artículo, la confusión que me produjo la supuesta opinión del periodista dio lugar en mí a una serie de reflexiones.En un mundo en donde cada vez es más importante la difusión de información entre los seres humanos, existen aquellos que se dedican a esta acción de tal manera que tienen en esta actividad la forma de ganarse la vida. 0 sea, que son unos profesionales. Estos hombres y mujeres son los que llamamos periodistas.

Como a todo colectivo profesional, la sociedad les exige también a sus miembros unas normas de comportamiento moral en sus actuaciones personales como profesionales. Es lo que conocemos como códigos deontológicos. En el caso de los periodistas, y debido a la relativa juventud de esta profesión, este código no está totalmente definido, y estamos en un proceso en el que distintos grupos de periodistas intentan terminar de definirlo. Pero debemos darnos cuenta de que estos códigos sólo intentan controlar al individuo inmoral, aquel que por su comportamiento es rechazado por la sociedad no ya sólo como periodista, sino también como persona.

Pero éste no es el problema más importante en el mundo de la información profesionalizada. Como en las demás profesiones, el periodista debe competir contra sus otros colegas en vender su producto al público consumidor. Y el problema es que no está definido, ni por el consumidor ni por el productor, cuáles son los distintos productos a vender.

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Esta confusión, unida a la presión que se ejerce sobre cual-

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quier periodista por el mero hecho de que continuamente se están buscando nuevas formas o nuevos productos para llevar al público (tanto por los que empiezan, para alcanzar el éxito, como por los que están, para mantenerse en la cima), hace que todo profesional que tenga cierta ambición en su trabajo tenga que dejar a un lado su conciencia y sus prejuicios profesionales y aceptar desde un principio que todo es válido con tal de que el público lo consuma.

Aceptar esto, que en el fondo significa que uno está dispuesto a vender su integridad por un éxito profesional, es muy difícil. Lo que lleva a que, generalmente, los periodistas justifiquen su proceder a partir de unos principios o derechos que ellos consideran fundamentales. Hasta ahora, el único gran principio que se les ha oído citar es el de que el derecho a la información es un derecho fundamental del ciudadano, siendo los periodistas los guardianes y valedores de ese derecho, lo cual les justifica para que todo lo que sea dar información sea válido.

Pero por muy importante que sea el derecho a la información, principalmente en nuestras sociedades occidentales, es evidente que no es suficiente para justificarlo todo, como por suerte muchos periodistas saben.

Como en muchas otras profesiones, el tope de los límites al todo vale sólo lo puede poner el propio consumidor, que debería rechazar todo aquello que no responda a lo que se había anunciado en la venta, o todo aquello que no responda al precio que se ha pagado. Y aquí está el meollo dé la cuestión, ya que el consumidor no sabe previamente, dentro del Tercado de la información, que tipo de producto va a consumir. Por eso, todo producto que salga al mercado '(artículo, columna, reportaje, documental, programa informativo de televisión, etcétera) debería llevar, antes de su consumo, una ficha de identificación o declaración de intenciones del profesional que va a crear el producto sobre las características del mismo.

Esta información previa debería dejar claros al menos los siguientes puntos:

- Nombre del periodista responsable.

- Si se trata de una información de hechos o datos, o de una opinión.

Cuando se trate de una información:

Si los datos que posee el periodista están basados en pruebas de valor judicial, en pruebas circunstanciales o simplemente en rumores. Debe quedar claro que no se trata de decir cuáles son las pruebas, sino sólo de dejarlas clasificadas públicamente.

- Si la difusión de esos datos beneficia o perjudica a algún colectivo o personas individuales. También aquí no se trata de decir cuáles o quiénes, sólo si hay o no beneficiarios o perjudicados.

Cuando se trate de una opinión:

- Si es una opinión personal en la que se cree convencido, o si es una opinión para la controversia, para poner, una nueva idea o debate entre el público.

- Si la opinión está basada en ideas propias independientes o tomadas de corrientes de opinión o ideas ajenas.

- Si el periodista se considera suficientemente cualificado sobre el tema del que va a opinar, o si opina simplemente desde el punto de vista de un profano. Tampoco aquí es necesario que indique su currículo para demostrar su cualificación, sino simplemente que afirme o no si está cualificado.

Debe entenderse que esta declaración de intenciones o ficha de identificación no es la opinión personal, más o menos acertada, del periodista sobre las cuestíones, sino que son sus credenciales de responsabilidad sobre su trabajo.

Así, lo hasta ahora escrito lo ha sido por Alberto Bernárdez García, tratándose de una opinión personal, basada solamente en sus

propias reflexiones, porque cree, convencido, que puede ser una solución a un gran problema del mundo profesional de la información, aunque dicha opinión debe ser tomada como la de un ciudadano completamente alejado del mundo del periodismo y consumidor simplemente de los productos de la información.-

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