La importancia de las formas
El Real Madrid de fútbol, a efectos prácticos, repitió mala faena esta temporada. Llegó a su habitual cita de Tenerife con la Liga en juego, y la perdió de la misma manera. Incluso jugando peor en el día más señalado. Sin embargo, mientras en el 92 sólo faltó la hoguera pública en la Plaza Mayor de la capital, la reacción general al segundo fracaso ha sido radicalmente distinta. ¿Por qué esta sustancial diferencia, si el final ha sido el mismo? Porque las formas y los métodos variaron sustancialmente a mejor.La traslación a la selección española de baloncesto es perfectamente factible. El objetivo principal por el que se trabajaba (llegar a la final o en su defecto, luchar por el bronce) no se alcanzará. Un año más nos quedamos a las puertas de algo bueno. España tiene calidad suficiente para haberlo conseguido, lo que cuelga a la situación actual la etiqueta de fracaso. Pero esto no quiere decir que las cosas sigan tan mal como antes, y que el cambio no haya servido para nada. Eso es ser extremista, y lo que ayer era maravilloso, hoy no puede ser horrible.
El resultado ha sido el mismo, pero la forma no, y en la situación en la que se encuentra el baloncesto español, lo uno tiene tanta importancia como lo otro. Se trataba de volver a llamar la atención de una afición que había dejado de creer, incluso de atender al equipo nacional. La buena actuación en la primera fase llenó de buenas vibraciones el ambiente.
Pero en el momento clave se vuelve a perder. Fallan jugadores y técnicos, algo que, puntualmente, no es nuevo. Perder ese miedo a la derrota y sus consecuencias requiere tiempo. El camino adecuado es desproveer al fracaso de su parte lacerante cuando el antes y el después sean positivos. Si las cosas se hacen bien, como se han hecho, los éxitos es cuestión de tiempo.