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¿Qué mató a Isabel Miró?

Nadie conoce todavía la causa ni el culpable de la enfermedad

Jan Martínez Ahrens

Isabel Miró, de 28 años, falleció el 14 de febrero de 1992 en la planta de Neumología del hospital General de Alicante. La causa aparente: bronquiolitis obliterante con neumonía organizada. Su muerte pasó inadvertida. Dos meses después, dos jóvenes ingresaron en el hospital de Alcoy con parecidos síntomas y refirieron a los médicos el caso de Isabel, la compañera que trabajó con ellas en una pequeña fábrica llamada Ardystil. Se había descubierto la espoleta de una bomba letal. Era el denominado síndrome Ardystil, e Isabel su primera víctima. Otras cinco la seguirían. Un año después, sin embargo, nadie ha sabido decir qué los mató.En la película de los hechos falta por aparecer todavía el agente causal de la enfermedad. En él convergen todas las tramas. De su descubrimiento depende el desenlace de las pesquisas judiciales, de las investigaciones sanitarias e, incluso, la propia consideración del mal como enfermedad laboral.

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Los informes sanitarios revelan que habitó en ocho fábricas de estampación textil de las comarcas alicantinas de L'Alcoiá y El Cointat. Todas utilizaban el procedimiento de aerografía con pistola. Con todo, en las investigaciones, el nombre de Ardystil aparece una y otra vez. La razón reside en que cinco de las seis víctimas mortales trabajaron allí.

Este hecho está íntimamente ligado a las propias condiciones de seguridad e higiene de la empresa. Los especialistas han determinado que la enfermedad se debió a la inhalación de los productos químicos empleados en la aerografía. En Ardystil, como reconocen las empleadas, se trabajaba "envuelto en una nube" hasta doce horas seguidas. La nave carecía de ventilación adecuada y apenas se utilizaban mascarillas. La propietaria, Juana Llácer Soriano, ha declarado ante el juez que al "montar la industria carecía de conocimientos técnicos sobre su funcionamiento".

Es más, según el Instituto Nacional de Toxicología, en el ambiente de trabajo, además de los aerosoles formados por la propia técnica de estampación, existían componentes de la mezcla empleada para pintar las telas y también tricloroetano, un disolvente que al contacto con una superficie caliente se descompone en ácido clorhídrico y fosgeno, dos elementos qué causan lesiones pulmonares e incluso la muerte. Puro veneno. Y en Ardystil, cuando hacía frío, se cerraban las ventanas y se ponía en marcha una estufa de gasóleo. Éste es el contexto. Pero no basta. El dónde -Ardystil-, el cómo -inhalación- y el porqué -malas condiciones ambientales- funcionan, según los investigadores, como condición necesaria, pero no suficiente. Falta el quién.

Hipótesis

En este sentido, la búsqueda del agente causal se ha volcado en los productos que fueron inhalados por los afectados. Hay ocho hipótesis explicativas, pero dos destacan. Una apunta a que el mal residió en la mezcla utilizada para pintar; la otra, a que la misma mezcla generó un producto químico nuevo y letal. Aquí aparece uno de los escollos de la investigación. Tanto los productos empleados como la composición de la mezcla son conocidos. Estos datos, sin embargo, no han bastado. ¿Por qué? El Gabinete de Seguridad e Higiene de 'la Generalitat Valenciana recogió las muestras en condiciones ideales, es decir, con extractores de aire funcionando -cuando éstos no existían al producirse la enfermedad-, con el personal laboral protegido y la calefacción apagada. En todo este tiempo tampoco se han realizado experimentos en condiciones reales ni con animales.

"No hacen falta, primero hay que determinar una hipótesis sólida y luego experimentar. Además, es un fenómeno nuevo del que no existen antecedentes. Esto retrasa el trabajo", dice uno de los jefes de investigación de la Consejería de Trabajo. Paralelamente, en las autopsias no se han encontrado los productos que provocaron el mal. El tiempo transcurrido entre la infección y la detección de la enfermedad fue lo suficientemente largo para que no quedase más huella que el daño pulmonar.

En la investigación que sigue el juzgado, desconocer los agentes concretos implica desconocer al causante y, por tanto, al culpable. A este problema se añade que puede que del hallazgo de la causa no se desprendan necesariamente responsabilidades penales, según el fiscal del caso, Tomás Herranz. Si el mal se debe a un agente nuevo generado por la mezcla legal de productos legales, ¿a quién se le podría achacar la responsabilidad?

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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