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La brutal agresión contra Ibarrola destapa el conflicto entre arte y nacionalismo vasco

El artista vizcaíno secunda el ejemplo de Jorge Oteiza y anula la donación de su obra a Euskadi

La agresión de un artista a la obra de otro evidencia complejos, resentimiento, ansias de notoriedad y mediocridad. Al menos así interpretan otros artistas, intelectuales y críticos de arte del País Vasco el ataque de Santos Murrieta contra la obra de Agustín Ibarrola. Un acto que para el escultor vasco se entronea en una generación de autores alineados con el nacionalismo, radical o moderado, y subvencionados por el mecenazgo público M Partido Nacionalista Vasco (PNV). Ibarrola es, con Jorge Oteiza, el segundo artista vasco que renuncia a donar su obra a Euskadi.

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La rabia de un artista

Cada vez son más los que piensan que el grifo de los recursos públicos en él País Vasco ha criado una generación de artistas tutelados, sin proyección alguna en el mercado libre del arte. Esto ha sido provocado por la política de mecenazgo del PNV: subvenciones, becas, ayudas, premios, compra de obras y encargos, que ha creado un círculo por el que dan vueltas recogiendo el maná, casi siempre, los mismos.Salvo honrosas excepciones, el esquema es válido, en opinión del escultor vizcaíno Agustín Ibarrola, que además identifica a unos y otros en clave política: "Los artistas que más dinero público han sacado, se encuentran bien resguardados, porque están bajo el paraguas del nacionalismo violento y, en menor medida, del nacionalismo moderado, y han crecido y compartido esferas de poder al amparo del PNV".

Ibarrola dice, ostensiblemente enfadado, que la cultura de subvenciones encubre "mucha mediocridad. "La guerra santa del nacionalismo violento, y también del nacionalismo moderado, a veces con dejarles hacer, con ofrecerles cobertura por ausencias, y colaboraciones directas desde el poder, hacen posible que el nacionalismo más violento tenga feudos de gentes que representan muy bien esa guerra de intransigencia, de intolerancia y de características fascistas".

El sistema comenzó a hacer aguas cuando el proyecto Guggenheim apareció en escena. El PNV reorientó los fondos hacia el horizonte de Manhattan, y planteó un recorte y un cambio de política. La crispación que genera esto y su consecuencia: la falta de recursos, da lugar a acciones como la protagonizada por Santos Iñurrieta, al atacar la obra de otro artista -las traviesas del escultor Ibarrola expuestas en Vitoria- para protestar por la política cultural del Ayuntamiento de Vitoria. Al lo Cree Jon Juaristi, que considera que hay que englobar la acción dentro de "Ia estrategia del resentimiento" de artistas sin apenas proyección, que viven de las instituciones y que fomentan animadversión contra los de verdadero relieve. De ahí que el ataque a la escultura de Ibarrola ha desatado una espiral de apoyos y descalificaciones cuyo centro es Santos Iñurrieta. Artistas de Vitoria, como Fernando Illana o Juan Mieg, entre otros, interpretaron el ataque como un símbolo de protesta que apoyan, aunque criticaron el procedimiento.

La noche del viernes día 11, Iñurrieta salió con varios amigos, y hacie el alba lanzó la ofensiva. Dice que no fue una agresión, sino que utilizó la obra de Ibarrola para protestar. Su abogado calificó la acción come, otra obra de arte, en el recurso que envió al juzgado para que lo pusieran en libertad. En una carta del pintor alavés al escultor vizcaíno le explica los. hechos, pero no se disculpa. '

Todas estas consideraciones sugieren a Fernando Savater una frase que, en su opinión, resume la trascendencia del hecho. Al contrario que otros artistas, críticos y académicos que han optado por el silencio y evitado hacer declaraciones, para Savater, agresiones como la del pintor vitoriano son comunes entre los que se sienten minusvalorados. Forman parte de la "extravagancia común de las mentalidades" de algunos artistas.

Es decir, opinan que no se trata de una casualidad. Como tampoco cree Ibarrola que sea casualidad la unión de los artistas de Vitoria, ni algunas declaraciones de otros. Después de seguir con angustia los persistentes ataques a sus obras, Ibarrola ha de oir que su conducta, según el escultor Néstor Basterretxea, "es lamentable". Basterretxea, beneficiado por la política de compras institucional, cree que Ibarrola debería visitar a Iñurrieta en la cárcel. "Yo, en su lugar, lo hubiera hecho", declaró.

Mientras tanto, Agustín Ibarrola en su casa de Oma, ha esperado al final de su exposición para proponer la convocatoria de "un gran congreso, una gran cita de artistas con artistas para crear, de una vez por todas, reivindicaciones comunes: un gran acuerdo que permita a los artistas vascos utilizar la plataforma internacional del futuro museo Guggenheim en Bilbao y conseguir el compromiso de espacios y promoción para los autores jóvenes". Y añade el escultor: "Sólo algo así puede frenar a la violencia nacionalista".

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