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Tribuna
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Clinton y la reactivación económica

La locomotora estadounidense, opina el articulista, está dando señales definitivas de que está despertando. Ésa es una buena noticia para Estados Unidos de Norteamérica, coincidente con el relevo en la casa Blanca. También es una buena noticia para Japón, España, el Mercado Común y el Tercer Mundo.

Por fin, la decepcionante debilidad de nuestra recuperación tras la recesión de la guerra del Golfo podría estar llegando a su fin. Aparte del estímulo que puede exportarse desde nuestras costas, quizá la experiencia estadounidense pueda servir de modelo para convencer al Banco de Japón y al Parlamento japonés de que despierten de su letargo. Eso les vendrá bien. Y también a Europa y a Norteamérica.Lo mejor de todo sería la posibilidad de que Francia, Italia, España y los países comunitarios que han estado dominados por el Bundesbank se vean envalentonados para seguir su propio rumbo expansionista sin depender de Alemania, la cual va perdiendo progresivamente el respeto que le dió su dominio injustificado sobre toda la CE.

¿Cómo pudo Alemania usurpar este papel desproporcionado? No es mas que primera entre iguales. Y en los últimos años, no ha dirigido su propia economía ni con fortuna ni con habilidad. Sus errores en política han quedado de manifiesto en su rendimiento económico mediocre, comparado con el de muchos de sus vecinos.

Lo que más me preocupa no es la mala gestión alemana ni los males de su sociedad que ahora están saliendo a la superficie. La cuestión es por qué España, Italia, Francia y el Reino Unido han tenido que soportar durante tanto tiempo pérdidas de puestos de trabajo y una caída en el nivel de producción por culpa de un sueño más bien imposible acerca de un castillo de naipes de tipos de cambio fijos llamado SME.

El desmoronamiento de este sueño, con frecuencia tratado de catástrofe en Europa y en los círculos bancarios, probablemente quedará registrado en los textos de historia como el primer paso de vuelta a la realidad. Imagínense un Gobierno suizo mortificándose a sí mismo en 1992 en el patíbulo de un tipo de interés del 500% como parte de un esfuerzo obsequioso, pero condenado al fracaso, para congraciarse con los especuladores en divisas extranjeras y con los fanáticos paranoicos del Bundesbank. Piensen en cómo calificarán los historiadores del siglo próximo el comportamiento de esos burócratas del Bundesbank.

Reservo para otra ocasión el análisis de cómo hacer que la locomotora europea corra paralela a las locomotoras norteamericana y japonesa -con Alemania o sin ella.

Lo que exige un frío examen es cuánto durará el deshielo norteamericano. ¿Qué lo ha provocado? ¿Qué impacto tendrá una aceleración a corto plazo en la tasa de crecimiento del PIB estadounidense sobre los programas del presidente Clinton para 1993? ¿Qué impacto debería tener?

Expectativas del futuro

En primer lugar, por las ciencias económicas sabemos que los acontecimientos venideros proyectan sus sombras con antelación. La macroeconomía se basa en expectativas sobre el futuro.

Por consiguiente, incluso antes de que el nuevo presidente tome posesión de su cargo en enero; incluso antes de que Clinton derrotara contundentemente al titular del cargo, George Bush, y ciertamente tan pronto como los sondeos se volvieron persuasivamente en contra de los republicanos de la Casa Blanca, la economía norteamericana y la confianza del consumidor se vieron estimuladas.

La mayoría de los expertos creyó que la tasa de crecimiento de julio a septiembre daría una tasa anual en torno al 1,4%. Se vieron gratamente sorprendidos cuando la primera previsión oficial se aproximó al 3%. Esa noticia anterior a las elecciones parecía demasiado buena como para creérsela, y muchos sospechaban que la estimación se revisaría a la baja. Sin embargo, ¡sorpresa!, cuando el Gobierno dio a conocer su cálculo revisado resultó ser una tasa anual de crecimiento en torno a un 4%.

Los consumidores, cuya confianza en tiempos del presidente Bush estaba por los suelos, estaban empezando a gastar en los grandes almacenes y en las salas de exposición de automóviles. Las existencias de las empresas crecían. Y ya en el primer mes después de las elecciones, la temporada de las compras navideñas de 1992 está dando muchos indicios de potencial renovado.

La historia está llena de recuperaciones de corta vida. Nuestra Reserva Federal, obsesionada con la inflación, ha estado comportándose como los economistas se temían, es decir, ha permitido que los tipos de interés suban ligeramente ahora que el panorama es mas expansionista. Esto podría ayudar a cortar de raíz una recuperación realmente satisfactoria de la economía norteamericana.

Aun así, considerando toda la evidencia, uno debería apostar por una primera mitad del año 1993 mejor que la primera mitad de 1992. Por consiguiente, es posible que las exportaciones de Europa y de la cuenca del Pacífico muestren una recuperación.

A Wall Street, cuya miopía le impide ver más allá de los seis meses, le gusta lo que cree ver que está pasando en Main Street. Casi todos los índices de bolsa han traspasado sus cotas históricas y las sociedades de inversión registran un número récord de compradores.

Espero que no se incurra en un exceso de confianza. En cualquier caso, el nuevo equipo económico del presidente Clinton, cuya composición será dada a conocer próximamente, tendrá que empezar a tener en cuenta las mejores perspectivas de la economía estadounidense.

Si la reactivación continúa, se podrá ajustar a la baja la envergadura de cualquier nuevo proyecto fiscal del presidente Clinton. En vista de su deseo a largo plazo de controlar el déficit presupuestario estructural heredado de Reagan y de Bush, éste sería otro ejemplo de la fortuna de Clinton.

Paul A. Samuelson es Premio Nobel de Economía.

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