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Libertad justicia y compasion

La muerte de Willy Brandt nos lleva a pensar en la importancia del liderazgo, pero también en las mejores cualidades de los líderes políticos. Brandt tuvo una carrera poco corriente en Alemania. Nacido en la ciudad hanseática de Lübeck en 1913, no conoció a su padre y fue pobre, aunque también un joven ambicioso y activo. Se hizo periodista, pero la política fue, por encima de cualquier otro interés, lo más importante a lo largo de su vida. Fue activista en grupos de extrema izquierda antes de 1933, ano en que huyó de los nazis marchándose a Noruega. Allí fue a la Universidad, trabajó como periodista y se hizo socialdemócrata. En 1945 regresó a Alemania como oficial del Ejército noruego.Conocí a Willy Brandt en esa época, en casa de Annedore Leber, la viuda del gran socialdemócrata de Lübeck Julius Leber, que había sido detenido por los nazis antes del atentado contra HitIer del 20 de julio de 1944. De hecho, se dice que el conde Staufferiberg eligió la fecha con intención de sacar de la cárcel a Julius Leber. Muy por el contrario, la resistencia alemana terminó en la horca, ante el tribunal popular donde Leber fue juzgado junto a mi padre y otros dirigentes socialdemócratas. Willy Brandt había estado en el extranjero, pero pertenecía a esta tradición, y de hecho la continuó durante su posterior carrera política.

Dicha carrera tiene sus cumbres y sus momentos bajos, y tanto unas como otros fueron extremos. En 1961, cuando se construyó el muro de Berlín, Brandt era alcalde de esa ciudad y se comportó con dignidad al tiempo que con energía, siguiendo la tradición de su predecesor, Ernst Reuter. Fue la primera oportunidad que tuvo Brandt corno político alemán de demostrar su perdurable compromiso con la libertad y la democracia. Sin embargo, cuando ese mismo año compitió en la campaña de las elecciones federales con un estilo parecido, en cierto sentido, al de su amigo Kennedy, por entonces en la Casa Blanca, fue derrotado rotundamente. Poco después fueron desmantelados los grupos de consejeros que tenía (yo mismo era miembro de uno), y el desaliento cundió en la izquierda alemana, y probablemente también en el alcalde Brandt.

Cinco años más tarde, tras el evidente fracaso de Erhard como canciller federal, se formó una gran coalición en Bonn, y Brandt fue nombrado ministro de Exteriores. En ese puesto tuvo un éxito total, se ganó res peto en el extranjero y también en su país. Eso benefició a su partido en las elecciones de 1969, aunque no,tanto como Brandt hubiera deseado. Y lo que fue más, el aliado para una coalición alternativa, el Partido Liberal (FDP), estuvo a punto de no tener representación parlamentaria. Pero Brundt no dudó. El FDP cayó casi, pero no por debajo del 5%, por lo que mientras hubo mayoría parlamentaria, aunque mínima, Brandt procedió a formar con Walter Scheel la coalición de reforma con la que había soñado. Su acuerdo de gob1 tubre de 1969 sigue siendo memorable, y su frase "Debemos aventurarnos a una mayor democracia" ("Wir müssen mehr Demokratie wagen") sigue siendo citada.

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Uno de los mayores talentos de Brandt fue encontrar las palabras exactas en el momento oportuno. Tenía la habilidad de hacer formulaciones sencillas y persuasivas al tiempo. "Ahora, lo que debe estar unido, crecerá unido", fue su comentario a la unificación alemana en 1990. Nadie ha encontrado un lenguaje tan brillante.

Pero los éxitos más importantes de Brandt no fueron duraderos. Su primer Gobierno alcanzó un importante éxito en el campo de la ostpolitik e inició un proceso para establecer un nuevo equilibrio entre el Este y Occidente. Cuando, en 1970, Brandt viajó a Varsovia y, espontáneamente, se arrodilló ante el monumento conmemorativo al gueto, buscaba lo mejor para Alemania. Esa imagen perdurará, junto a la pompa y circunstancia de Adenauer y De Gaulle en la catedral de Reims, como la imagen de la nueva Alemania. La osipolitik fue, por supuesto, muy controvertida. Hubo parlamentarios que cambiaron de lado por su culpa y momentos en los que la tensión parecia incontenible. Sin embargo, hacia 1972 Brandt ya había ganado. Fracasó una moción de censura contra él, se convocaron elecciones y la coalición volvió triunfante. Para los socialdemócratas fue la mayor victoria electoral de su historia.

Lástima que menos de dos años más tarde, Brandt se viera sometido a los más diversos ataques. Las huelgas en su país, la política exterior estancada, los problemas en su propio partido y, además, el descubrimiento de que uno de sus ayudantes personales había sido colocado en ese puesto 'por los alemanes orientales, le llevaron a dimitir. Quizá los altibajos reflejen el temperamento de su persona. Se recuperó, por supuesto, de las desgracias de 1974. La Comisión Brandt para la supervívencía de los países en vías de desarrollo, los años como presidente de la Internacional Socialista y muchas otras acciones suyas, menos espectaculares, pero igual de efectivas, le convirtieron en un estadista reputado. Nadie puede dudar que el Premio Nobel de la Paz conseguido fuera merecido, si no totalmente en 1971, cuando le fue concedido, sí una o dos décadas después.

Al recordar muchas conversaciones con Willy Brandt, incluida alguna reciente sobre nuestra herencia y antecedentes comunes, lo que sobresale es una combinación de valores que representan lo mejor de la tradición socialdemócrata. Brandt fue primero y por encima de todo un defensor de la libertad. Pero la justicia sigue a la libertad de cerca, y de hecho él la veía como una condición necesaria para la verdadera libertad. Bajo todo ello subyacía una profunda compasión -¡una palabra que trató inútilmente de introducir en el lenguaje alemán!- y también un evidente sentido de la dirección. Era un hombre con una brújula interior que parecía no dejarle salirse del camino. Brandt fue un socialdemócrata alemán, pero al tiempo y siempre, un internacionalista. Le disgustaba mucho de lo que pasaba a su alrededor durante los últimos años, pero no le hizo amargarse. Uno se pregunta si volveremos a ver a alguien semejante a él. Lo que está claro es que Alemania y el mundo son más pobres tras su muerte.

Ralf Dahrendorf es decano del Saint Antony's College de Oxford y presidente del diario británico The Independent.

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