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Más de setecientas cabinas se encuentran fuera de servicio a causa de los robos

Francisco Peregil

Las huchas de las nuevas cabinas telefónicas están fabricadas casi a prueba de bomba, pero los aparatos son vulnerables y además tienen un inconveniente: robar en ellos obliga al ladrón a cortar la línea. En la Compañía Telefónica aseguran que nunca antes de este verano sus cabinas habían sufrido tal deterioro. Setecientas están fuera de servicio porque todos los días se revienta un centenar. La policía ha iniciado, junto con la empresa, una campaña que desde junio ha conseguido detener a 17 personas. Casi todas son extranjeras.

Hace cuatro meses casi nadie desvalijaba cabinas en Madrid. Fuera de servicio sólo se encontraban unas 90 al día. Telefónica tardaba entonces 24 horas en reparar las que reventaban los delincuentes. Ahora hay 700 desvalijadas de forma permanente, entre las 3.700 que hay en la ciudad, y la empresa no da abasto para reparar las asaltadas. Tarda tres días en paliar los desperfectos. Cada día revientan en la capital más de 100 aparatos.¿Qué ha ocurrido en ese tiempo? "Que se han instalado los nuevos teléfonos", responde un portavoz de la empresa. Eso supone que donde antes había monedas de 5 y 25 pesetas ahora las hay de 100, 200 y hasta 500 pesetas.

Hace dos años, los diseñadores de los aparatos anunciaban en un periódico interno de la compañía que con ellas habría pocas posibilidades de fraude. "El microteléfono es indesmontable, la pantalla tiene un cristal blindado de seis milímetros, el cable resiste un tirón de 200 kilos y el cofre de las monedas está fabricado en acero al carbono de 10 milímetros de espesor, y sobre todo, el teléfono tiene que cobrar, y si no cobra, corta la comunicación al primer segundo".

Los ladrones han estudiado en poco tiempo el nuevo invento y han encontrado sus debilidades. Al no poder acceder a las huchas de los nuevos teléfonos, taponan el fondo del conducto de las monedas mediante colillas o cartones, esperan que la gente llame y, cada cierto tiempo, recaudan los beneficios.

La diferencia es que con los antiguos teléfonos el ladrón se llevaba el dinero de la hucha y el aparato seguía funcionando. Con los nuevos, el servicio queda cortado, de forma que el usuario pierde su dinero.

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Varias batidas

El delincuente puede recaudar desde 100 hasta las 4.000 pesetas que recientemente se descubrieron atascadas en uno de los teléfonos. Lo normal es que los ladrones realicen varias batidas por distintas cabinas cada cierto tiempo. Conocen las de mayor uso y las formas de atascarlas. Sólo necesitan clientes. Aunque el uso de las tarjetas de crédito de teléfono, que se expenden en los estancos, no está muy extendido, algunos delincuentes obstruyen los tarjeteros para que el usuario utilice monedas.

La compañía estatal diseña ahora un sistema para impedir que los ladrones fuercen la parte superior de los aparatos.

Sólo una persona fue detenida desde enero a junio por robar en las cabinas de teléfono. Desde junio hasta hoy han sido detenidas 17, en su mayoría extranjeras. Gran parte de los robos se produjo en las nuevas cabinas. La cifra adquiere mayor relevancia si se considera que el año pasado en todo el país sólo se detuvo a 33 personas, entre las cuales algunos eran personal interno de Telefónica.

La cooperación entre la Policía Nacional y la compañía, que se inició a principios del verano, ha hecho posible el incremento en el número de detenciones. Para que éstas se produzcan, los delincuentes han de ser detenidos in fraganti. Esto supone que la empresa ha de dar a la policía el lugar y casi la hora exacta del delito. A veces, Telefónica ha denunciado el robo con un cuarto de hora de antelación. Hasta el. momento, la colaboración entre: los agentes y la empresa ha funcionado en el 87% de los casos. Hubo ocasiones en que faltó el. ladrón a la hora prevista y otras en las que faltó la policía.

El pasado martes se detuvo a dos personas, una en el barrio de Begoña y otra en Leganés. Para detener al primero la policía contaba con una foto facilitada por la propia empresa. Las pruebas con que cuenta la compañía para presentar ante el juez van desde películas de vídeo hasta composiciones químicas introducidas en el interir del aparato, para que los delincuentes se queden impregnados de ellas al abrirlo.

Zonas más castigadas

Las zonas concretas más castigadas son la glorieta de Quevedo, la plaza de Legazpi y la calle de Barceló. Pero tanto la policía como Telefónica tienen delimitados perfectamente dos ejes donde en estas fechas resulta difícil encontrar teléfonos públicos en buenas condiciones: el primero va desde plaza de Castilla hasta Legazpi, pasando por Bravo de Murillo y Fuencarral. El segundo, desde Cea Bermúdez a Cibeles, pasando por Princesa y Gran Vía.

"Nunca nos hemos encontrado tanto deterioro en nuestras instalaciones como este verano", dijo ayer Manuel Lloret Velarde, directivo de Cabitel, compañía concesionaria de Telefónica. Cabitel se encarga de la limpieza, recaudación y mantinimiento de las instalaciones de Telefónica.

El director de Cabitel se ocupa de recabar toda la información posible sobre los delincuentes para trasladarla al juez con la intención de que éste no sólo juzge el robo de dinero, sino el daño que se produce en el funcionamiento de un servicio público. "Los jueces no nos hacen mucho caso", lamenta Lloret.

La compañía Telefónica realiza una media de tres recaudaciones por semana en los teléfonos públicos. Cuando detecta que se ha forzado la ranura, que se tapona en varias ocasiones el conducto de las monedas o que existe cualquier tipo de anomalía fraudulenta, los empleados de Cabitel examinan a diario el aparato.

El perfil sociológico de los reventadores de teléfonos públicos no coincide con los que utilizan la línea pública para montar locutorios clandestinos. Los primeros suelen ser heroinómanos que actúan sin ningún tipo de conexión entre ellos. Los que logran instalar locutorios son ciudadanos extranjeros sin permiso de residencia, que actúan de modo coordinado.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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