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Vera

El secretario de Estado para la Seguridad, Rafael Vera, no dijo que el 70% de los gitanos se dedique a vender droga. Dijo que el 70% del mercadeo menudo de la droga lo hacen personas de raza gitana. Tampoco dio a entender que las características étnicas de los gitanos les conduzcan a la delincuencia. Más bien precisó que las revueltas vecinales contra la droga no se han de contemplar desde el racismo y la xenofobia, sino desde la evidencia de que, efectivamente, el 70% de los llamados camellos son gitanos.Y todo esto no lo dijo Rafael Vera una noche de farra con dos copas de más, ni en rueda de prensa convocada para enredar mientras los propios gitanos se manifestaban en Madrid. Lo dijo en el Senado, donde no valen frivolidades ni ocultaciones. Cuando una autoridad comparece ante los diputados y senadores, ha de informarles de cuanto sabe. Buen papelón habría hecho el secretario de Estado si se le ocurre engañar a los senadores para dar de su persona una irreprochable imagen progresista, en línea con quienes sostienen que los españoles somos xenófobos. Porque además de que eso sería delito, a semejante papelón se le llama demagogia.

Distinto es que los gitanos estén, efectivamente, marginados, y esto constituye una gran injusticia en cuya solución debería estar comprometida toda la sociedad. Pero no es un problema nuevo. Existió en las dictaduras (la dura y la blanda), en la República, en la Monarquía, y ha seguido existiendo durante los años que llevamos de democracia. Y uno no entiende cómo los que de repente arremeten con inusitado énfasis contra los ciudadanos que rechazan gitanos de un determinado barrio o contra Rafael Vera porque comunica al Senado los datos sobre el problema han podido estar tantos años sin acordarse de la raza gitana absolutamente para nada.

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