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Los socialistas franceses, en defensa de la televisión pública

El Gobierno francés, a través de la persona de su ministro de la Comunicación, Georges Kiejman, y del propio presidente de la República, François Mitterrand, ha lanzado una ofensiva en favor de la televisión publica y de las cuotas de programación francesa y europea que rigen para todas las cadenas televisivas galas. El presidente Mitterrand, en unas declaraciones concedidas a France Inter, recordó que en Francia "el monopolio informativo ya no existe y la libertad de expresión es total", y lamentó que Ios medios de expresión audiovisuales no tengan una vertiente más educativa, que no se despreocupen de su búsqueda de lo sensacional". El ministro Kiejman abundó en el mismo sentido al asegurar que "la televisión es hoy el espacio en el que se forjan la educación, el gusto, la cultura y, ¿por qué no decirlo?, la conciencia nacional de los franceses", motivo por el cual "el Estado no puede desinteresarse de la televisión Las cadenas privadas, con la poderosa TF- 1 al frente, han iniciado recientemente una llamada guerra de las cuotas" por la que exigen, en nombre de la libertad de empresa y de expresión, tener las manos libres a la hora de confeccionar su programación. En la actualidad todas las cadenas francesas -públicas y privadas- están obligadas a emitir, en sus horas de máxima audiencia -entre las 20.30 y las 22.30 horas- un 50% de obras de producción francófona. La nueva ley, que el Gobierno deberá defender en el Senado dentro de poco tiempo, disminuye el porcentaje hasta un 40%, pero exige también un 60% de obras de producción europea, incluyendo a los países llamados del Este.

Si el ministro de Cultura, Jacques Lang, se ha pronunciado en repetidas ocasiones en favor de las tesis de G. Kiejman, recordando la importancia de la independencia cultural francesa frente a la poderosa industria estadounidense del espectáculo, los directivos de las cadenas privadas recuerdan, por su parte, que el proteccionismo cultural e industrial no rige en otros países europeos, lo que sitúa a la industria audiovisual francesa en situación de inferioridad.

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