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LA SENTENCIA DEL 'CASO AMEDO'

Un final algo feliz

El fiscal iba y venía por la sala esperando que los miembros del tribunal ocuparan su sitio. Pero los minutos transcurrían y la sesión no comenzaba. La expectación ya no era cuál iba a ser la sentencia; lo que preocupaba era que los acusados no aparecían. Pero Amedo y Domínguez querían asistir, lo había dicho su defensor: "Mis clientes asistirán a la lectura de la sentencia en un acto de gallardía, para demostrar que no tienen miedo". El cliente Amedo agradecerá a Casado la elección de un término, gallardía, a tono con su personalidad.El presidente salió a las once y diez para decir que debían estar allí y si no estaban, la culpa no era del tribunal. A la una volvió a informar. Ya vienen, pero están parados en un atasco. En vista de lo cual, los magistrados deciden coinenzar la sesión.

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Los acusados llegaron poco después vestidos de azul marino. Amedo, como siempre, entró el primero en la sala. Domínguez cedió el paso a sus dos vigilantes, como si entrando el último se fueran a fijar menos en él.

El ponente, Agustín Lobejón, quien se ha estrenado en la Audiencia Nacional con este caso, comenzó a leer con voz clara un texto bien redactado y argumentado. Amedo escuchaba mirando al techo. Ha perdido su buen color de los días del juicio y no sonríe nunca, como es natural. Domínguez, chico ensimismado, con las manos recogidas en postura de rezo, se rasca los ojos como si tuviera mucho sueño.

Avanzada la mañana, el ponente dice que, según este Tribunal, no se puede asegurar que los GAL fueran un grupo paralelo inserto en el aparato del Estado. Mas bien, lo que pasó fue que los dos acusados, "pese a la contrastada eficacia en su labor", se sensibilizaron por la violencia de ETA y decidieron vengar los crímenes de la organización terrorista. Sobre los fondos reservados y la negativa a declarar de los distintos testigos llamados con este fin, pues hay opiniones, dice. Unos artículos exigen que cuando la justicia pregunta hay que contestar, y otros protegen el secreto de determinadas informaciones. Habla de una laguna legal. Pero no dice nada de que sea pantanosa.

Y por fin las comisiones rogatorias. Esta era una de las claves del juicio, porque si el tribunal las aceptaba como prueba, los acusados podían echarse a temblar. Y así ha sido. Ha venido a decir el ponente: miren, a los mercenarios que declararon contra ustedes se les envió recado para que testificaran. El tribunal intentó contrastar las imputaciones en el juicio oral, pero no vinieron. Y, para ser claros, esto no les ha servido de nada. Porque hay un montón de legislación que permite dar a estas pruebas el valor necesario para condenarles. Y por eso les condenamos.

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