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París descubre los dibujos crueles y divertidos del Picasso joven

116 dibujos, croquis y grabados se exponen en el museo del artista en la capital francesa

El Museo Picasso de París presenta, desde el ayer hasta el 25 de noviembre, la exposición Picasso, jeunesse et genèse (Dessins 1893-1905), dedicada a mostrar la obra de adolescencia y juventud del artista y a probar cómo en dicha obra están ya muchos de los temas que luego Picasso desarrollaría. Se trata de 116 dibujos -divertidos y a veces crueles-, unos pocos carnés con croquis y una decena de grabados, material en su mayor parte proveniente de los fondos del propio museos, completado por unos pocos pero significativos préstamos del Museo Picasso de Barcelona.

Muchas de las obras nunca habían sido expuestas antes, ya que proceden de donaciones efectuadas en 1979, pero también en 1990, por los herederos del propio Picasso, o de compras efectuadas por el museo parisiense. La exposición agrupa los dibujos alrededor de una serie de temas. De entrada nos encontramos con los retratos de José Ruiz Blasco y María Picasso López, sus padres, impregnados de una melancolía soñadora. Luego una pequeña serie de siete dibujos dedicados a las corridas de toros, en los que no es difícil rastrear la influencia de Goya. Y de pronto la mano de Picasso cambia de estilo, adquiere humor y suavidad, para evocar a sus amigos modernistas del café de los Quatre gats. Romeu, Sabertés, Casas, Rusiñol o Casagemas son, con sus sombreros y largas y onduladas melenas, los protagonistas del periodo.Otros dibujos se agrupan bajo la advocación del simbolismo: se trata de una serie de esbozos que remiten a obras clave del Picasso azul y que tienen como tema central el beso o los abrazos y la maternidad. El impacto ante el suicidio de su amigo Casagemas, con quien viajara por primera vez a París, es evidente. La influencia de Steinlein organiza otra agrupación de obras, en esta ocasión también trágicas pero muy directamente relacionadas con la miseria.

Picasso retrata personas desesperadas o que se dejan llevar por la sucesión de desastres que pueden ir aparejados a la pobreza absoluta. Son imágenes espectrales, en las que a menudo es posible reconocer el peso de la buena formación académica de Picasso o la atracción que sobre él ejerció el descubrimiento del estilo arcaico de Puvis de Chavannes.

Caricaturas

Caricaturas y unos pocos retratos, alternadas con dibujos burlescos, integran la serie más nutrida de la exposición. Picasso se divierte, aunque en algunos casos diversión y crueldad parezcan ir de la mano, sobre todo cuando retrata escenas de burdel y extrañas orgías con bailadoras cadavéricas y hombres panzudos. Picasso es ahora amigo de Jarry, Apollinaire, Max Jacob, Paul Fort, Jean Moréas o de Henri Delormel, artistas, personajes y mecenas del París de principios de siglo. Y esos amigos, como también un sereno y reservado Manolo Hugué, son los héroes de su lápiz, que incluso crea para la ocasión pequeñas historietas.

A partir de 1904 y de su instalación definitiva en París, el circo y los saltimbanquis, metáfora del mundo, mezcla de imaginario y real, invaden la obra de Picasso. Gerónimo Medrano, el madrileño director del popular circo de París que llevaba su nombre, pone cada noche en funcionamiento un universo que fascina al joven pintor. Arlequines y familias de saltimbanquis desplazan las bailarinas de can-can.

Absoluta libertad

El conjunto es impresionante por la variedad de técnicas y estilos pero, sobre todo, porque testimonia una vez más la absoluta libertad que supo otorgarse el artista a partir de su dominio de todas ellas. El catálogo publicado para la ocasión insiste en este punto, ya sea refiriéndose a la relación del artista con la tradición o con la vanguardia, con su padre -artículo que firma Maite Ocaña, directora del Museo Picasso de Barcelona- o con quienes cultivaban el romanticismo del artista maldito.

La exposición visitará otra ciudad francesa -Nantes- después de París, entre el 6 de diciembre y el 16 de febrero de 1992, momento a partir del cual la impresionante colección de dibujos parece destinada a regresar a su secreta tranquilidad formando parte de los fondos del Museo Picasso de París.

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