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LA REVOLUCIÓN DE AGOSTO

¿Qué fue del camarada Lenin?

La figura del fundador de la URSS se derrumba, al igual que sus estatuas

Hace muy poco tiempo, si un padre soviético preguntaba a su hijo pequeño: ¿"A quién quieres más, a papá o a mamá?", el niño, probablemente, respondía como le enseñaron en la escuela: "A los dos os quiero mucho, pero más al abuelito Lenin". Hoy, esa respuesta sería impensable. Tras seis años de perestroika, y sobre todo después del frustrado golpe militar en la URSS, la figura del mítico fundador del país más grande del planeta está bajo mínimos. Nadie quiere oír hablar de él.

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Prácticamente todos los días es derribado un monumento de Lenin o de sus históricos camaradas comunistas en alguna ciudad de la Unión Soviética, mientras muchos ciudadanos y algunos gobernantes empiezan a plantearse seriamente desmantelar el mismísimo mausoleo de VIadímir Ilich en la plaza Roja de Moscú y borrar del mapa todos sus símbolos. Leningrado vuelve a ser San Petersburgo, y hasta el museo de historia que lleva su nombre en la capital soviética cerró sus puertas hace tres días.Los libros y guías de la Unión Soviética repiten sin cesar un nombre a lo largo de sus páginas: Vladímir Ilich Lenin. Todo lleva su nombre en la URSS. Ciudades, universidades, estadios, fábricas, museos... Durante 67 años, el apellido del fundador de la Unión Soviética se ha sembrado por todo el país.

Cientos de citas

Solamente en Moscú hay cientos de citas al líder comunista. El metro entero, el estadio de fútbol donde juega la selección nacional, innumerables centros docentes, el museo de historia..., y eso sin contar las estatuas conmemorativas y otros monumentos al hombre que encabezó la Revolución de 1917. Los moscovitas estaban acostumbrados a convivir con su figura histórica, a la que veneraban desde muy peque¡íos. Todo giraba en tomo a él en la URSS.

Pero, prácticamente de un día para otro, la figura de Lenin ha pasado de héroe a personaje casi proscrito. La insatisfacción de todo un pueblo ha caído sobre él y sus camaradas como una enorme losa que quiere enterrar la larga historia del comunismo en la que fuera durante años segunda potencia mundial. El movimiento de rechazo es prácticamente generalizado en estos momentos. En los centros de poder y en la propia calle. Los ciudadanos que entonaban enfervorizados hace pocos años el himno Lenin siempre vivo ("Lenin siempre vivo, Lenin siempre con nosotros, en la tristeza y en la alegría", comenzaba la canción) quieren ahora derribar sus símbolos. Acabar con él.

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En esa oleada iconoclasta es la estatua de Lenin en la plaza de Octubre la que desata mayores discusiones. Desde hace una semana, los moscovitas se debaten entre tirarla abajo o no, en unas discusiones airadas que se pueden observar a diario junto a su pedestal, o en los de las estatuas de Dzerzhinski (fundador del KGB) o Sverlov (lugarteniente de Lenin y primer presidente del Comité Ejecutivo de Rusia), que cayeron la semana pasada.

Los más jóvenes quieren derribar la estatua cuanto antes, en contra de los mayores, que siguen acudiendo allí, cargados de medallas y condecoraciones, a defender a su figura histórica. Junto a ellos observa la discusión una auténtica legión de periodistas occidentales, que esperan día y noche a que llegue la multitud a hacer su trabajo de derribo. Algo dificil, sin embargo, porque, dadas las dimensiones, haría falta una gran grúa para mover el monumento.

Museo cerrado

Lo que ha sido más fácil es cerrar el museo que lleva el nombre del fundador de la URSS. El museo histórico de Lenin, visitado durante años por turistas y ciudadanos soviéticos, cerró sus puertas, de un día para otro y sin previo aviso, el pasado domingo. Un escueto cartel de "cerrado por día sanitario" (es decir, para su limpieza) cuelga en la puerta, en donde han desaparecido los rótulos en los que se explicaban los horarios de visita.

Muchos moscovitas siguen acudiendo allí estos días y se encuentran con la imposibilidad de visitar un museo que probablemente no volverá a abrir sus puertas en algún tiempo. Se tienen que contentar con caminar 500 metros, desde la plaza de la Revolución hasta la plaza Roja, y acudir al cambio de la guardia que custodia el mausoleo de Lenin, en las murallas del Kremlin.

A las afueras de la capital, en el barrio de Luschinski (textualmente, Las praderas), se levanta otra gran estatua del líder comunista, Junto al enorme estadio que también lleva su nombre, construido en 1957 con motivo del Festival de los Estudiantes y la Juventud. Es el mayor estadio de la URSS, con capacidad para 100.000 personas, y se utiliza para los partidos de fútbol de la selección soviética y del Spartak de Moscú. Ayer llovía, y los alrededores del estadio estaban casi desiertos. Tan sólo algún coche de policía pasaba de vez en cuando por allí, sin prestarle atención al héroc, destronado.

Volviendo hacia el centro de la capita,l, en el Instituto Pedagógico Lenin, varios jóvenes fumaban tranquilamente a la entrada. Antón, moscovita de 20 años, cuenta que estuvo en las barricadas de la Casa Blanca durante el golpe de Estado frustrado, y no se muestra favorable a derribar los monumentos de Lenin.

¿Para qué?", dice el joven ruso, lo importante realmente es que nuestro país camine hacia la libertad. Los símbolos importan poco. Además, ya estamos acostumbrados a convivir con estos monurrientos y no los hacemos caso". Antón y su amigo Alexander, de 22 años, aseguran no comprender a Gorbachov, pero se muestran optimistas ante el futuro de su país, "con o sin estatuas de Lenin".

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