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Alarma en las nuevas democracias del Este

Los Gobiernos de las nuevas democracias en Europa oriental han reaccionado con notoria alarma a la intervención militar soviética en las repúblicas bálticas y otros síntomas de retorno del Kremlin a una política conservadora. Entre estos síntomas de creciente inflexibilidad soviética, surgidos tras la dimisión del ministro de Asuntos Exteriores, Edvard Shevardnadze, destaca la práctica paralización de las negociaciones entre Polonia y la URSS para la retirada de los 50.000 soldados del Ejército Rojo estacionados en territorio polaco. Este hecho ha sido denunciado por el ministro polaco de Asuntos Exteriores, Skubiszewski, que ha aducido un claro endurecimiento de la postura soviética. El acuerdo inicial logrado entre Varsovia y Gorbachov para una pronta retirada soviética de Polonia ha sido puesto en duda por las autoridades militares soviéticas, que rechazan toda fórmula que suponga la retirada de las tropas de territorio polaco antes de que se consume la retirada del Ejército Rojo de los Estados federados alemanes de la antigua República Democrática Alemana. Esto no será antes de 1995.Ante la oleada de represión militar en Lituania y Letonia, Checoslovaquia tuvo una reacción inicial de indignación, anunciando que estudiaba la posibilidad de abandonar unilateralmente el Pacto de Varsovia antes del 1 de julio, fecha en que concluye el plazo acordado entre los miembros de la antigua alianza militar para poner fin a sus compromisos político-militares. No obstante, Hungría y Polonia han advertido a Checoslovaquia que cualquier medida de este tipo puede provocar reacciones peligrosas en el estamento militar soviético, que se considera que está en el momento de mayor autoridad en la URSS desde la llegada de Gorbachov al poder.

Estos tres países se solidarizaron con los Gobiernos de las repúblicas bálticas, pero redujeron considerablemente el tono de sus críticas a la actuación soviética. Los Gobiernos de Praga, Varsovia y Budapest consideran que, aun siendo irreversible el proceso de recuperación de su soberanía y transición democrática, iniciado en 1989 con la caída de los regímenes comunistas respectivos, una involución en la Unión Soviética puede tener graves consecuencias.

Se teme tanto la amenaza de una URSS nuevamente dedicada a una política exterior basada en la presión, como las oleadas migratorias y otros efectos desestabilizadoras que se derivarían de esta vuelta atrás en el gran país vecino. Los tres tienen frontera común con la URSS. En las capitales de Europa central se recuerda que la URSS utilizó para acabar con el levantamiento de Budapest de 1956 el momento en que la crisis de Suez tenía cautiva la opinión pública. El paralelismo con la actuación militar soviética en el Báltico mientras el mundo mira hacia el golfo Pérsico es evidente para todos.

Estrategia común

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Los ministros de Asuntos Exteriores de Polonia, Checoslovaquia y Hungría se reunieron el lunes pasado en Budapest para estudiar esta nueva situación, tras el comienzo de la guerra del Golfo y el viraje en la política soviética, que no por ser negado por el presidente Mijail Gorbachov deja de ser perceptible para estos tres países, aún ligados a la URSS por la vigencia del Pacto de Varsovia.

Los presidentes de estos tres países se reunirán en la localidad húngara de Visegrad, previsiblemente el mes próximo, para desarrollar una estrategia común ante una situación llena de incógnitas por la crisis profunda de poder en la URSS y los crecientes indicios de que Mijaíl Gorbachov actúa a remolque de las fuerzas conservadoras del Ejército y la burocracia, que siempre fueron reacias a la dejación de la hegemonía soviética en Centroeuropa.

Según anunciaron, el Pacto de Varsovia debe estar disuelto como muy tarde en marzo de 1992, si bien consideran preferible cualquier fecha del presente año.

La URSS firmó, aún con Shevardnadze al timón de la política exterior, acuerdos para la retirada de tropas con Hungría y Checoslovaquia, que se lograron sin mayores dificultades, pese a problemas tan complejos como los de la propiedad de instalaciones militares soviéticas y las compensaciones económicas por daños. Ahora, pese a que el número de tropas en Polonia es inferior al habido en Checoslovaquia y Hungría, y con el pretexto de la complejidad de la retirada soviética del territorio de la antigua RDA, las autoridades militares de Moscú están desempolvando todo tipo de obstáculos, que algunos temen que formen parte de una política de ganar tiempo con vistas a un restablecimiento de los viejos valores ortodoxos de la política exterior soviética

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