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Don Quijote, en Paraguay

El Premio Cervantes es el más alto honor que se ha concedido a mi obra. Tres razones principales le dan un realce extraordinario ante mi espíritu. La primera es el hecho mismo de recibirlo de manos de Su Majestad Don Juan Carlos I, Rey de España, que nuestros pueblos admiran y respetan por sus virtudes de gobernante, por su infatigable tarea en favor de la amistad y unidad de nuestros pueblos de habla hispánicaEn este homenaje va implícito el de mi pueblo paraguayo, lejano y presente a la vez en este acto con su latido multitudinario; aquí, en esta ciudad, en esta universidad, ilustres, de Alcalá de Henares, patria chica de Cervantes, solio de su imperecedera presencia y foco de su irradiación universal( ... ).

La segunda afortunada circunstancia que realza para mí el otorgamiento del máximo galardón es su coincidencia, también augural, con un cambio histórico, político y social de suma trascendencia para el futuro del Paraguay: el derrocamiento, en febrero del pasado año, de la más larga y oprobiosa dictadura que registra la cronología de los regímenes de fuerza en suelo suramericano ( ... ).

La concesión del Premio Cervantes, en la iniciación de esta nueva época para mi patria oprimida durante tanto tiempo, es para mí un hecho tan significativo que no puedo atribuirlo a la superstición de una mera casualidad. Pienso que es más bien el resultado -en todo caso es el símbolo-de una conjunción de esas fuerzas imponderables, en cierto modo videntes, que operan en el contexto de una familia de naciones con la función de sobrepasar los hechos anormales y restablecer su equilibrio, en la solidaridad y en el mutuo respeto de sus similitudes y diferencias (...)

La España democrática trabaja lealmente, fraternalmente, contribuyendo de una manera considerable a la restitución de este equilibrio en la coexistencia y coparticipación de nuestros países de ambos lados del Atlántico en un mecanismo, desde luego perfectible, de integración sistemática y progresiva en todos los planos ( ... ).40 años de exilioEl tercer motivo enlaza para mí la satisfacción espiritual con un cierto escrúpulo moral -acaso un prejuicio-, fundado en la desproporción que siento que existe entre el valor intrínseco del premio y la consciencia de mis limitaciones como autor de obras literarias. Me alienta, no obstante, el estar persuadido de que se ha querido premiar a la cultura de un país en una obra que la representa

No por ello me siento con derecho alguno a la confusión de la vanidad, salvo al íntimo orgullo de sentir que el Premio Cervantes -el más señero galardón en el mundo de nuestras letras castellanas- viene a coronar una larga batalla de extramuros en la que llevo empeñada mi vida y a la que he dedicado mi exilio de más (le 40 años, llegado, por ahora, felizmente, a su término. En este largo exilio hice toda mi obra.La concesión del premio me confirmó la certeza de que también la literatura es capaz de ganar batallas contra la adversidad sin más armas que la letra y el espíritu, sin más poder que la imaginación y el lenguaje. No es entonces la literatura -me dije con un definitivo deslumbramientoun mero y solitario pasatiempo para los que escriben y para los que leen, separados y a la vez unidos por un libro, sino también un modo de influir en la realidad y de transformarla con las fábulas de la imaginación que en la realidad se inspiran. Es la primera gran lección de las obras de Cervantes ( ... ).Un doble del QuijoteHace: un momento hablaba de un hecho que me enorgullece: el haber plasmado mi novela Yo, el Supremo en el modelo del Quijote con esa apasionada fidelidad que puede llevar a un autor a inspirarse en las claves internas y en el sentido profundo de las obras mayores que nos influyen y fascinan.

El núcleo generador de mi novela, en relación con el Quijote, fue el de imaginar un doble del Caballero de la Triste Figura cervantino y metamorfósearlo en el Caballero Andante de lo Absoluto; es decir, un Caballero de la Triste Figura que creyese, alucinadamente, en la escritura del poder y en el poder de la escritura, y que tratara de realizar este mito de lo absoluto en la realidad de la ínsula Barataria que él acababa de inventar ( ... ).

El protagonista de mi novela, inspirado en el personaje central de la historia paraguaya -el Supremo don José Gaspar Rodríguez de Francia, hecho Dictador Perpetuo de la república, según el modelo de la antigua ley romana- resultó más fuerte que la muerte, porque ya estaba muerto sin saber que lo estaba ( ... ).

¿Podía hacer yo otra cosa, a la sombra del gran modelo, que imaginar un doble totalmente opuesto al carácter, a los sentimientos, a la cosmovisión renacenti . sta y crasmiana de Don Quijote? ( ... ) La locura de El Supremo Dictador no era sino alucinación de lo absoluto, obnubilación ególatra de la razón, cerrazón (le la luz.

Don Quijote continúa cabalgando, "desfaciendo entuertos", enarnorado del amor, de la dignidad, de la libertad, en los que la vida y el ser humano tienen sus raíces primordiales.

El Supremo Dictador, en su cripta, con el amargo sabor de lo absoluto fermentado en la boca, dice a modo de despedida: "Detrás de mí vendrá el que pueda... " ( ... ).

De Cervantes aprendí a evitar la facilidad de ser un escritor profesional, en el sentido de un productor regular de textos; a escribir menos por industria que por riecesidad interior; menos por ocupar espacio en la escena pública que por mandato de esos llamados hondos de la propia fisiología creativa que pareciera trabajar por fotosíntesis, como en la naturaleza ( ... ).

De todos modos, no están sujetos estos llamados a la puntual regularidad de las estaciones de cualquier especie que fueren, sino a los centros de luz y de calor de cada época de la vida; a la madurez de cada etapa en la literatura de un autor. Entre estos momentos creativos intermitentes del escritor no profesional se interponen los obstáculos del propio vivir, los imperativos de la subsistencia (...)

A causa de estas alternancias involuntarias, no puedo considerarme más que un artesano. Lo que también es mucho decir. Un artesano entregado, cuando puede -no cuanto puede, que es poco-, al oficio de modelar en símbolos historias fingidas, relatos a medias inventados; historias imaginarias de sueños reales, de lejanas y recurrentes pesadillas (.. .). Escribir un relato no es describir la realidad con palabras, sino hacer que la palabra misma sea real ( ... ).

Entre las magias siempre renovadas de las lecturas del Quijote hay una que no advertí conscientemente hasta mucho más tarde, ya entrado en la adultez: la ausencia de niños. No los había visto acaso porque en la atmósfera luminosa de esta obra reverbera la cosmovisión lúdica de la infancia en la primavera del mundo. El mundo niño del que hablaba Montaigne.

En el Quijote los adultos son niños jugando a las fantasías de su imaginación, y quien escribió este libro es otro niño deslumbrado por la virtud transfiguradora de la ilusión.

Cervantes no pudo entrar en América, pese a que reclamó este don con esperanzada insistencia. Se lo negaron tal vez a causa de su mano malograda en Lepanto, en Ia más alta ocasión que vieron los siglos"; mutilación que era para él su más gloriosa presea ( ... ).

Veo a don Miguel de Cervantes Saavedra en la conmovedora y memorable semblanza del hombre y del escritor que esbozó aquí, en este prestigioso foro complutense, mi amigo Ernesto Sábato con su inteligencia hecha de pasión y lucidez en permanente combustión ( ... ).

. No pudo entrar Cervantes en América, pero sí lo hicieron sus libros llevando su presencia y su genio. Estos libros, empero, no entraron en el Paraguay. La ausencia inaudita duró casi dos siglos desde la edición príncipe del Quijote, mientras las sucesivas ediciones de toda su obra invadían literalmente América ( ... ).

Lo cierto es que el Quijote tampoco pudo entrar en el Paraguay. No se lo leyó hasta después de su independencia, en 1811. La maternal Asunción tuvo que fundar y refundar ciudades (la segunda Buenos Aires, entre varias otras), las ciudades nómadas del interior perseguidas por los bandeirantes paulistas y por las belicosas tribus no reducidas. Se estableció el imperio jesuístico o República Cristiana de los Guaraníes. Estalló la Revolución de los Comuneros producida por los mancebos de la tierra en la huella de los comuneros de Castilla.

Ya en el período independiente, y convertida en la nación más adelantada material y culturalmente de América del Sur, una guerra de cinco años produjo la ruina total del país hispano-guaraní. A partir de este holocausto, la historia del Paraguay no fue más que una ,obnubilación en marcha", como sentencia Ciorán; una "pesadilla que arroja a la cara ráfagas de su enorme historia", según las palabras de Rafael Barrett, uno de los grandes españoles que adoptaron el Dolor Paraguayo.El libro irrepetibleAlguna conseja de la tradición oral murmura en mi país que en algún hoy de los antiguos tiempos, el Gran Karaí (señor, en guaraní) del supremo poder tenía en su austero y casi monacal despacho, colmado de libros y legajos, un atril proveniente de alguno de los templos confiscados.

El Supremo Dictador nacionalizó la Iglesia.y promulgó el Catecismo patrio reformado, pues el vicediós unipersonal no sólo creyó haber implantado su reino del poder absoluto, del absolutamente poder; decidió fundar as¡mismo su propia religión, acerca de la cual la copla popular ironiza festivamente.

De la aventura teológica no quedó más que el atril en el ruinoso despacho de la Casa de Gobierno. Y diz también la conseja que sobre ese atril reposaba un gran libro abierto del que colgaba hasta el piso un señalador de púrpura. La memoriosa tradición oral no dice de qué libro se trataba. A la tradición le basta saber que sabe. De que el libro era leído con frecuencia sí daban testimonio las páginas que diz que se hallaban muy sobadas y llenas de extrañas notas escritas en los márgenes ( ... ).

Eso dice la leyenda acerca del extraño libro que el Supremo Dictador leía y anotaba como un antiguo monje copista, o -según yo lo presumo- como otro furtivo Avellaneda que pretendía repetir por tercera vez el libro irrepetible, sin recordar la sentencia de Cide Hamete Benengeli sobre las aventuras del Quijote: "Sólo él pudo vivirlas, sólo yo pude escribirlas". En la certidumbre de que no podía ser otro el libro, yo no hice más que poner, en mi novela, sobre el legendario atril, un libro, el libro de todos los tiempos: el inmortal Don Quijote de la Mancha de don Miguel de Cervantes Saavedra, supremo señor de la imaginación y de la lengua.

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