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LA SOLUCIÓN A LA CRISIS DEL BBV

Cinco semanas y media

El control del poder en el Bilbao Vizcaya ha sido el fondo de la pelea por la sucesión de Pedro Toledo

Jean-Paul Sartre lo decía así: "El hombre no es la suma de lo que tiene, sino la totalidad de lo que todavía no tiene y podría tener". Así es en cada uno, en cada casa y también en el Banco Bilbao Vizcaya. En el BBV, nunca nadie jamás se conformó con tener medio banco. Desde el primer protocolo de fusión, en enero de 1988, tanto los directivos procedentes del antiguo Banco de Bilbao como los originarios del Vizcaya no han cesado de conspirar y maniobrar para conseguir el control de todo el grupo.La milimétrica paridad con que se constituyeron todos los órganos de gobierno del BBV ha permitido la supervivencia interna de dos equipos de gestión separados, que han seguido funcionando de forma paralela, aunque de puertas afuera daban la apariencia de haber logrado crear una única entidad. Pero la muerte repentina de Pedro Toledo -que compartía la presidencia con Sánchez Asiaín- el pasado 12 de diciembre dio al traste con todas estas apariencias y disparó todos los resortes de poder.

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Durante cinco largas semanas, directivos de ambos bancos han forcejeado por el poder empleando toda suerte de armas y argucias: acciones jurídicas, comunicados de prensa, pactos de silencio incumplidos y, sobre todo, gestiones ante las distintas instancias oficiales. Una verdadera guerra que ha conmovido el mundo financiero, en la que sorprendentemente nadie ha cambiado de bando y en la que era difícil establecer cada día quiénes eran los buenos y los malos.

Las reyertas empezaron la misma noche en que se conoció la muerte de Toledo. Las primeras versiones llegaron a las redacciones hacia las once de la noche. Parecía una noticia increíble. Pedro Toledo había sido trasladado urgentemente a Estados Unidos procedente de Barcelona, donde se hallaba sometido a tratamiento desde hacía seis días en la clínica Quirón. Su hospitalización había pasado inadvertida al inscribirse como Rafael Echevarría. Se hablaba de cáncer de hígado o una enfermedad vírica detectada después de su viaje a Turquía el verano pasado. En el banco ya no había nadie a aquellas horas y nada se podía contrastar. A medianoche fueron localizados algunos directivos en sus domicilios. La gente del Bilbao aseguraba no saber nada, mientras que los del Vizcaya decían conocer algo, pero sin concretar.

Falta de información

El presidente José Ángel Sánchez Asiaín se enteró de la noticia de la muerte hacía la una de la madrugada por la llamada de un directivo, quien a su vez lo había sabido minutos antes por un periodista de este diario. El presidente sabía que, Toledo estaba grave, pero su muerte no le fue comunicada oficialmente por el antiguo presidente del Vizcaya, Ángel Galíndez, hasta varias horas después. Pedro Toledo había falleció a las 20.45, hora peninsular, en la clínica Mayo, en Rochester, en el Estado de Minnesota (Estados Unidos).

Días después, por la indiscreción de la esposa de un ejecutivo, los directivos del Bilbao se enteraron de que los consejeros del Vizcaya habían recibido la noticia de la muerte hacia las 22.30.

Al día siguiente, los directivos del Vizcaya cancelaron un funeral en Madrid para evitar que lo presidiera Sánchez Asiaín y evitar así que adquiriera un excesivo protagonismo.

Aquella misma mañana, Galíndez había presentado una propuesta a Asiaín proponiéndole a Alfredo Sáenz como copresidente. Aunque durante toda la crisis Sáenz ha aparecido siempre como el máximo ejecutivo del antiguo Vizcaya, quien en realidad manda y decide toda la estrategia de este grupo es Ángel Galíndez.

Asiaín le recordó entonces la conversación mantenida el pasado noviembre en un almuerzo al que asistieron José Ángel Sánchez Asiaín y el antiguo ministro de Comercio de Franco Faustino García Moncó, por parte del Bilbao, y Pedro Toledo y Ángel Galíndez, por el Vizcaya. En aquella reunión se había hablado seriamente de la conveniencia de una presidencia única. Por la tarde García Moncó intentó ver a los hombres del Vizcaya, pero no le recibieron.

A media tarde, los consejeros del antiguo Vizcaya remitieron una nota a la Prensa en la que comunicaban oficialmente su designación de Alfredo Sáenz Abad como copresidente. Pocas horas después, un comunicado oficial del banco aclaraba que no se había producido ningún nombramiento, ya que ello sólo podía decidirse en el consejo de administración del banco que estaba convocado para el día siguiente.

La reunión del consejo empezó a las once de la mañana y se prolongó hasta las doce de la noche. Fue una reunión muy tensa. Desde el primer momento, los consejeros se dividieron en dos bloques monolíticos al oponerse Galíndez al voto secreto, que había propuesto Asiaín. El antiguo presidente del Vizcaya daba a entender así que su grupo votaba en bloque, asegurándose de esta forma que no se producirían deserciones en su grupo.

Los políticos

En el consejo apenas intervinieron los ejecutivos, y la batalla dialéctica corrió a cargo de los llamados representantes políticos; es decir, los injustamente denominados representantes del capital.

El acuerdo de los directivos del Vizcaya por el que nombraron a Alfredo Sáenz copresidente del BBV y a José Antonio Sáenz de Azcúnaga como consejero delegado fue protocolizado en una notaría de Amorebieta. Una práctica extraña en los usos del banco, lo que despertó ciertos recelos. Mayores sospechas levantó la actuación del letrado del consejo José Luis Segimón por la certificación de las circunstancias en que se celebró la reunión en que se tomaron los acuerdos.

Pero la inscripción de estos nombramientos en el Registro Mercantil de Bilbao y en el de Altos Cargos de Banca tampoco resultó nada fácil. Durante cinco días, los juristas del Vizcaya estuvieron debatiendo con los tres registradores de Bilbao -Carlos Lalanda, Javier Aznar y Antonio Arias- hasta aportar todos los documentos exigidos.

Los tres funcionarios, conscientes de la que se les venía encima, tomaron las máximas cautelas. Segimón superó todos los requisitos con la presentación de un certificado en el que aseguraba que se habían cumplido todas las condiciones exigidas en el decreto de 1969. Dicho decreto establece que las personas elegidas o designadas para desempeñar en la banca privada los cargos de presidente, copresidente, consejero o administrador, director general o asimilado deberán figurar inscritas en el Registro Oficial de Altos Cargos antes de la inscripción en el Registro Mercantil.

Los nombramientos fueron finalmente inscritos el 19 de diciembre, el mismo día en que se solicitó su inscripción en el Registro de Altos Cargos del Banco de España. Lo cierto es que Alfredo Sáenz y José Antonio Sáenz Azcúnaga ya figuraban en el citado registro al ser consejeros. La discusión jurídica se cernía sobre si esta inscripción previa ya era suficiente y los cambios de cargo se cumplimentaban con la mera notificación o si, por el contrario, para practicar las inscripciones en el registro era necesaria la inscripción previa, con el cargo correspondiente, en el Registro de Altos Cargos.

Cuando los directivos del Bilbao tuvieron conocimiento de la inscripción de los nombramientos de sus adversarios del Vizcaya en el Registro Mercantil se volvieron a desatar todas las iras. La inscripción se recibió como una declaración de guerra en toda regla y los hombres del Bilbao acudieron a los tribunales pidiendo la anulación de los acuerdos.

Aunque tanto el ministro de Economía y Hacienda, Carlos Solchaga, como el gobernador del Banco de España, Mariano Rubio, habían manifestado su voluntad expresa de no intervenir, el mismo día de los funerales en Bilbao la situación se hacía ya intolerable. El mayor banco del país se veía abocado a una peligrosa batalla jurídica de consecuencias incalculables.

Las autoridades monetarias terciaron en el asunto suspendiendo la inscripción de Alfredo Sáenz y Sáenz de Azcúnaga en el registro oficial, lo que se interpretó como un espaldarazo de las autoridades a Asiaín.

Pero los ejecutivos del, Vizcaya habían llegado demasiado lejos como) para emprender la retirada al primer obstáculo. La comisión negociadora creada para encontrar alguna salida a la crisis no había logrado el más mínimo avance.

El 6 de enero, cuando el banco llevaba ya tres semanas descontrolado, el presidente Sánchez Asiaín anunció su voluntad de dimitir en el momento en que se alcanzase un acuerdo.

Por otra parte, los hombres de Galíndez ya habían hecho saber a Asiaín que no le querían y que él era el obstáculo para salir del túnel. A partir del anuncio de dimisión de Asiaín, el Vizcaya se presentaba como ganador en todos los foros y anunciaba que su victoria sólo era cuestión de días.

Pero era una victoria que nunca se vio en el Banco de España. Desde el principio de la crisis, Mariano Rubio dejó claro que creía en la presidencia única. No lo decía abiertamente cuando se le preguntaba; se limitaba a devolver la, pregunta después de señalar algunos de los problemas de paralización en que estaba desenvolviéndose la entidad.

Pocas dudas

Y así se entiende que cuando finalmente los máximos ejecutivos del BBV, incapaces de alcanzar un acuerdo, solicitaron la intervención de Mariano Rubio, éste no dudó en pronunciarse abiertamente a favor de la solución propiciada por Sánchez Asiaín desde el principio y por quién debía ser. Lo cierto es, que en el antiguo Vizcaya estaban por la presidencia única desde hacía bastante tiempo. Cuando se preguntaba qué habría pasado si el desaparecido presidente no hubiera sido Toledo, sino Asiaín, la contestación era unánime: "Pedro Toledo habría sido el presidente único sin ninguna duda".

Esta afirmación se revestía posteriormente señalando que "Toledo era más joven y representaba el futuro del banco", obviando que, además de esas características, había tenido otra fundamental: era el presidente de uno de los dos bancos que se habían fusionado. El otro era Sánchez Asiaín. Mariano Rubio tenía muy claro que el sistema de copresidencia no era bueno como se había mostrado en el año de vigencia, pero que no podía ser otro por las especiales condiciones de las dos personas que la ejercían. "Asiaín y Toledo no tienen iguales entre el resto de ejecutivos de los dos bancos", señalaban en el banco emisor.

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