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Tribuna
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Las grandes tareas del futuro

10. Fachada teatral. La frondosa articulación normativa de la Constitución, que el régimen se otorgó como un lujo suplementario en el decorado seudodemocrático, quedó reducida al solo y drástico dictado de la orden superior, de triste memoria. Este mandato inexorable prevalecía y anulaba, a la sola inspiración de los caprichos e intereses, personales del dictador, todas las disposiciones de la carta magna.El poder despótico pretendió hacer trizas del principio fundamental de toda república. Paraguay había sido, sin embargo, en este sentido, el primer país de América donde la Declaración de la Independencia estableciera de una vez para siempre que la República no sería jamás propiedad de un hombre, de una familia o de un grupo político.

Contra este claro y categórico precepto, la dictadura impuso la hegemonía del poder unipersonal. Su régimen inauguró en la década de los cincuenta el paradójico modelo de la democracia totalitaria, cuya anatomía intenté describir hace algunos años; modelo del cual subsiste todavía algún ejemplo recalcitrante en tierras del Cono Sur.

11. El fin previsto, pero inesperado. En el punto crucial de una situación ya insoportable e insostenible para una sociedad exhausta, vejada, desmoralizada y lacerada hasta en sus fibras más íntimas, el alzamiento militar logró desmoronar la tiranía.

Este extremo era previsible, puesto que en la relación de fuerzas existente entre el aparato de poder y la ciudadanía inerme, únicamente la rebelión de las fuerzas armadas podía acabar con la tiranía. No había opciones intermedias.

El golpe se produjo así en el momento mismo en que el tirano, ya enfermo y senil, obsesionado con la proximidad de los plazos mortales, se aprestaba a establecer su continuidad dinástica. Era el último acto vejatorio que podía permitirse sobre las conculcadas instituciones, contra el pueblo todo de la República, contra las propias fuerzas armadas.

Poco tiempo hacía que,' ante la creciente rebelión de la ciudadanía, en un sonado acto público el dictador puso en manos de sus fuerzas irregulares y parapoliciales la defensa y garantía del régimen, mientras descabezaba los mandos regulares menos fiables y redistribuía las jerarquías escalafonarias a fin de dar paso y coronar a su hijo coronel y dinástico delfin.

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En este sentido, el alzamiento militar se produjo como el estallido del explosivo contenido existente en la misma tensión que desgarraba el sistema ya en bancarrota. No puede hablarse en propiedad de un golpe de Estado. No había Estado.

El concepto mismo de soberanía de la nación se había diluido y degradado en las aberraciones de la sola y única soberanía del absolutismo personal imperante. No había Estado ni nación. Menos aún había República.

En esta situación límite -cualesquiera fuesen los motivos secundarios que habían contribuido a provocarla-, la insurrección militar fue, básicamente, un movimiento de liberación contra la tiranía.

Constitución democrática

El jefe de la insurrección -hoy presidente constitucional de Paraguay, elegido por el sufragio popular en los recientes comicios- había inscrito desde el primer momento en sus proclamas los objetivos del alzamiento. Éstos pueden resumirse en tres postulados esenciales:

1º Recuperación de la dignidad del país y de sus instituciones.

2º Instauración del proceso democratizador con posibilidades iguales para todos los ciudadanos.

3º Convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente con poderes del pueblo soberano para la elaboración de una genuina Constitución democrática que haga posible el surgimiento de un efectivo Estado de derecho.

El resultado de las elecciones no ha hecho más que confirmar la validez histórica de estos objetivos en el cumplimiento de la primera etapa del proceso democratizador. Las elecciones han demostrado que la mayoría de los sufragios, por encima y más allá de los idearios políticos y doctrinarios de las formaciones que han participado en la consulta electoral, ha prevalecido el imperativo categórico de la democratización, punto de convergencia del consenso nacional.

Las elecciones han demostrado, asimismo, que el apoyo crítico dado con su participación al acto eleccionario por las fuerzas democráticas opositoras -a pesar de la enorme disparidad de sus medios con respecto a los del partido en el poder- no ha implicado una dimisión de sus idearios, convicciones y expectativas más legítimas.

Por el contrario, el consenso que las minorías democráticas otorgaron al golpe liberador de la dictadura, tras las naturales reticencias de los primeros momentos, tuvo y tiene su mayor fuerza moral primeramente en el hecho de que tal apoyo le fue otorgado en el fortalecimiento de sus propias convicciones democráticas pluralistas.

La fuerzas moral de su participación electoral se funda, en segundo lugar, en el ejercicio pleno del derecho a disentir, a la contestación y a la crítica, así como en el derecho a velar por la materialización del objetivo cardinal de la instauración democrática y exigir su cumplimiento: el de estatuir una efectiva igualdad de posibilidades para todos los ciudadanos y sus organizaciones naturales, sin exclusiones ni discriminaciones de ninguna clase.

12. Consideraciones finales. Estas reflexiones no pretenden trazar un diagnóstico descriptivo de la actual situación de Paraguay. Tratan solamente de perfilar en escorzo las principales líneas de tensión que afronta esta sociedad en el contexto de los demás países latinoamericanos y que auspician su ingreso en la gran familia democrática del continente, donde la presencia de Paraguay faltó durante tanto tiempo con su voz y su identidad tan peculiares.

Este ingreso en el concierto de las naciones democráticas significará para Paraguay un paso fundamental para la afirmación de su vida republicana, en la vigencia y respeto de los derechos humanos, en la instauración de un sistema político libre y pluralista y bajo el imperio de un genuino Estado de derecho. Es también un triunfo de la causa democrática para toda América Latina, cuyos pueblos acompañaron siempre las vicisitudes del pueblo paraguayo.

Estos objetivos no son meramente abstractos ni son solamente enunciativos. Exigen ser llevados a la práctica con rigor y con método. Ingentes son las tareas que exigirán al nuevo Gobierno, con el apoyo crítico y constructivo de la oposición, el reordenamiento de las instituciones del país en sus cauces específicos y naturales. Entre estas tareas de base figura prioritariamente la restauración de la justicia como poder independiente y autónomo.

Reforma agraria

Asimismo, la despartidización de las fuerzas armadas y la recuperación de su dignidad institucional y profesional según la línea de nuestra tradición nacional y republicana.

La tradición institucional de. las fuerzas armadas no tolera su conversión y rebaja de brazo armado de la defensa y de la soberanía nacionales a mero partido político; es decir, a servir con carácter de mero partido militar, como sostén o simple extensión del poder político, el que en la democracia pluralista está sometido, por definición, a la alternancia bajo la soberanía del sufragio popular.

Otras tareas no menos arduas y complejas aguardan al nuevo Gobierno. Rescatar y reencauzar las riquezas potenciales del país en la autonomía y soberanía de su libre determinación. La reforma agraria actualizada y en profundidad es igualmente necesaria a fin de movilizar los latifundios improductivos haciendo que cumplan una funcionalidad económica y social, y pueda instaurarse sobre ellos una más justa redistribución y tenencia de la tierra, que es el desideratum en un país agrario y rural como Paraguay.

Desde el ángulo de la soberanía territorial, totalmente descuidada por el régimen anterior, se hará necesario además el establecimiento de las zonas críticas de fronteras no como vallas de separación sino como respaldo de una soberanía activa que contemple hacia el futuro la integración económica, social y cultural de los países latinoamericanos como un conjunto de Estados libres y soberanos.

Esta integración de naciones ligadas por intereses comunes, en la compleja y cambiante realidad del mundo contemporáneo, se hace cada vez más necesaria como lo demuestra el ejemplo, en otras regiones, de la Comunidad Europea.

Existen asimismo, en nuestra región, numerosos pactos que prefiguran esbozos de esta integración y que han surgido de las necesidades que sienten nuestros pueblos,, con creciente intensidad, de una organización comunitaria ante los graves problemas que los afectan y que no podrán ser resueltos separadamente.

Resulta evidente que esta magna empresa de gobierno sólo será posible, en lo interior, con la participación real y efectiva del pueblo en su conjunto, con una enorme voluntad de trabajo y creatividad, y desde luego con la suma de una auténtica sensatez cívica y política por parte del Gobierno y de la oposición.

En lo exterior, el logro metódico de los objetivos que se propone el nuevo Gobierno requiere, sin duda, el diseño de una política activa, coherente, progresista y actualizada en el intercambio económico y cultural con respecto a los países latinoamericanos y, en general, con los países del mundo.

La reconstrucción de Paraguay y su renacimiento como país moderno bajo el signo de la democracia pluralista, en medio de sus inmensas riquezas naturales y potenciales, pueden convertirlo en un país de elección en el contexto del mundo latinoamericano.

Tal es el desafío que la historia o, mejor, el reto del porvenir propone a este país que ha echado a andar hacia su resurgimiento. Su gente ha sufrido con estoicismo las vicisitudes y los avatares de su destino, pero también conoce la materia germinal de sus aspiraciones surgidas de su antigua grandeza.

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