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José Berenguer

Cómo disfrazar a los gaditanos en carnaval

Desde hace meses, el sastre José Berenguer trabaja intensamente cada noche en el taller que habilitado en el minúsculo lavadero de su piso le Cádiz. "Cuando llega el carnaval doy rienda suelta a todo lo que de artista, de imaginativo, llevo dentro", asegura, después de afirmar que "la vida toda es un disfraz". Berenguer, pese a no haberse disfrazado jamás, está considerado en la ciudad como el sastre del carnaval de Cádiz, y de su imaginación nacen los tipos o disfraces de las principales murgas gaditanas.

Berenguer, 50 años de edad y 35 de oficio -"mi madre me metió en la sastrería para quitarme de la calle"-, trabaja el resto del año como mozo de sala en un hipermercado de Cádiz. "En los dos meses previos al carnaval me vacío. No me importa trabajar de balde, lo que me interesa es el ergullo profesional. Demostrar que todavía estoy vivo".Este singular sastre está convencido de que el año que no vista alguna de las chirigotas que participan en el concurso oficial del carnaval de Cádiz "dejaré de existir". Y se precia en decir que para confeccionar un disfraz es necesario un intuitivo estudio casi psicoanalítico de cada cliente antes de decidir cuál es el idóneo: "Cada persona requiere un disfraz específico", asegura.

Aunque piensa que es durante el carnaval cuando la gente actúa como realmente es, confiesa que prefiere trabajar con agrupaciones que sean poco críticas con la ciudad: "Los letristas no deben escribir lo que verdaderamente sienten. Si escribiesen que en la ciudad de Cádiz no hay esto ni lo otro, al jurado del concurso de agrupaciones no le interesaría que esa chirigota fuera finalista, porque se enteraría toda Andalucía y toda España de lo que está ocurriendo en Cádiz. A mí me interesa una agrupación que esté bien vestida, que sea bonita, pero que también cante a la ciudad y su mensaje en positivo llegue al resto de España". Berenguer es de los que piensan que los piropos deben ir hacia fuera y que los trapos sucios deben quedarse en casa.

Considera que los personajes más fáciles de disfrazar son los políticos, "porque están acostumbrados a no dar la cara". Y confiesa que con los artistas y los famosos ocurre al revés: "Hay que hacerles tipos llamativos, porque les gusta que la gente vuelva la cara y exclame: 'Anda, pero si es fulanito".

Tiene Berenguer un extraño y sorprendente instinto para asomarse al interior de las personas y descubrir así cuál es el disfraz que realmente corresponde a cada uno. Lo atribuye a la experiencia y "a la intensa vida que he tenido", si bien confiesa que es imprescindible para él acudir a bibliotecas, archivos o centros documentados para ayudar a su imaginación.

Bajo un cartel de Pablo Iglesias, que preside el taller lavadero, asegura que a Miguel Boyer lo disfrazaría de usurero. "Un usurero de esos antiguos que estaban siempre contando el dinero". A Nicolás Redondo, "como luchador grande que ha venido del centro de la Tierra, lo tendría que poner de minero de oro, porque es uno de los tíos íntegros que tiene hoy España". Pero a quien más le gustaría disfrazar es a Felipe González, de quien dice, con cierta ironía propia de estos días en Cádiz: "Lo disfrazaría de persona que quiere luchar por el obrero, con una camisa de cuadros y una americana de pana. Como era antes".

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