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Tribuna:EL DESÁNIMO DE LOS CIENTÍFICOS HUMANISTAS Y SOCIALES
Tribuna
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Anacrónicas 'guerras' universitarias

Josep Maria Vallès

En el inhóspito espacio universitario suele atribuirse a los habitantes del país de las ciencias un papel dinamizador, dejando a los nativos de la región de las letras la función de rémora de una posible renovación. En esta división convencional, los practicantes de las exactas y naturales exhiben expectativas de mejora, mientras entre literarios y sociales crecen el malhumor y el desánimo, afirma el autor.

No basta referirse al sentimiento resignado de una cierta desventaja social de estas disciplinas respecto de las ciencias duras y de las tecnologías materiales. Hay otros motivos, con origen en modos diferentes de organización y trabajo en cada uno de estos territorios imaginarios de la Universidad española.La actividad del universitario de ciencias es de algún modo cautiva de la infraestructura -débil, en todo caso- que la Universidad pública le suministra. Docencia e investigación se desarrollan con enfoque colectivo y con perspectiva internacional. Se sostiene gracias a recursos materiales -equipos, utillajes- y personales -estudianes-ayudantes, organización hospitalaria e incluso enfermos- que el sector público facilita. Se atrae con ello la demanda de empresa privada y Administración, que deben acudir con más frecuencia a una investigación necesariamente institucionalizada en departamentos u otros institutos.

De ahí el aprecio objetivo de muchos profesionales por lo que la Universidad aporta a su tarea. Se agudiza su capacidad para apurar al máximo lo que de aquélla puedan obtener: dotaciones, equipos, becas, contratos de investigación, redes internacionales. Como justa compensación personal, consiguen un salario adicional dentro de los nada generosos límites de la legalidad vigente. Y ello les permite resistir algo mejor -aunque no sin gran esfuerzo- la tentación de otros empleos: empresa, sector público.

Por su parte y en su gran heterogeneidad, el docente de humanas y sociales disfruta y padece a la vez una mayor independencia respecto de la Universidad, de la que obtiene apenas un apoyo logístico. Su trabajo suele ser más individualista, sus instrumentos son tenidos por más económicos, y su investigación depende poco de la mano de obra complementaria que la Universidad proporciona a bajo o nulo coste.

Reparto del pastel

Como resultado, es poco activo en la batalla interna por el reparto del magro pastel universitario y, con ello, poco logra. Así retroalimenta su inhibición interna y aumenta su fuga al exterior. ejercicio profesional privado, Administración, empresa o política. Si hace investigación aplicada, la falta de infraestructura -y a veces una tradición de organización profesional- le lleva a desviar tal investigación hacia sus despachos o bufetes privados.

Al no hacerse oficialmente en departamentos universitarios, la retribución por esta investigación no se vincula a la Universidad. El salario universitario escueto es, entonces, bajo y poco competitivo con la oferta exterior. Ello refuerza la depreciación de la tarea universitaria, hasta llegar en ocasiones al abandono de obligaciones mínimas.

Una postura confesadamente reformista debiera fomentar en humanistas y sociales una actitud más positiva. En primer término, por motivos tácticos. Los científicos de letras y sociales son más creadores de opinión que otros: su actitud pesimista condiciona la percepción que la sociedad se hace de la Universidad y oscurece lo que de positivo se consigue en el conjunto. Pero hay también razones de fondo: los beneficios sociales del avance científico dependen de la aportación entrecruzada de todas las disciplinas.

¿Cómo intentar un cambio gradual? Con nuevas condiciones de trabajo, que no se reducen a mejores salarios. Desde la Universidad, haciendo todo lo posible para que los científicos sociales y humanistas sean prisioneros de lo que la Universidad les suministre: desde despachos hasta fondos bibliográficos adecuados, pasando por personal estable de colaboración en el trabajo documental y de investigación.

Pero reforzando también la capacidad gestora de departamentos e institutos para hacerlos mínimamente competitivos con gabinetes, bufetes y centros de estudios, En la pugna por hacerse con parte de un considerable mercado (informes, dictámenes, consultorías, encuestas) no basta la capacidad técnica de los universitarios, ya demostrada.

Se requiere además algo que la Universidad de hoy no da: promoción y distribución del producto a potenciales clientes. Dotados de medios adecuados, parte de los universitarios que hoy ofrecen sus servicios privados a tantas administraciones y empresas tendría ocasión de vehicular tales servicios a través de departamentos e institutos. Con ello mejoraría la Universidad, y disminuiría el riesgo de que políticos y administradores atribuyan sus encargos más por afinidad política o simple amiguismo que por mérito profesional.

¿Proteccionismo frente a mercado libre? En todo caso, mejor empleo del patrimonio universitario haciéndolo más rentable en beneficio del propio servicio público, y no sólo en beneficio individual de algunos que ven en las carencias universitarias una ocasión para privatizar los rendimientos más suculentos -léase investigación aplicada o docencia de tercer ciclo- de su conexión con la Universidad pública.

Primeras medidas

Sólo a partir de estas y otras medidas -revisión de algunos aspectos del Planicyt en ciencias humanas y sociales- sería bueno replantearse la regulación del régimen de dedicación, incompatibilidades, retribución por investigación o adjudicación de plazas. Porque si tales normas son modificadas sin progreso sustancial de la infraestructura universitaria, es casi segura una mayor descapitalización humana de la Universidad, aunque algunos obtengan ventajas individuales.

Este ejercicio de especulación acude al contraste entre ciencias y letras sin ánimo alguno de encender una competición artificial entre ambos campos convencionales. El ya antiguo lema -de origen universitario- de "un seul combat" es el único válido para acompañar la tarea común de universitarios sin distinción.

es decano de la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la universidad Autónoma de Barcelona.

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