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Los comunistas yugoslavos, a contracorriente

La conferencia nacional de la Liga de los Comunistas Yugoslavos (LCY), que concluyó el martes con un ultimátum a la dirección del partido y propuestas de reformas muy tibias en el terreno político, ha levantado fuertes críticas. Las esperanzas de que, al igual que los comunistas húngaros hace 10 días los yugoslavos podría dar un firme impulso a reformas radicales políticas y económicas se han visto frustradas.Cuando se cumple el 402 aniversario de la ruptura del líder yugoslavo Josip Broz Tito con Stalin, la Yugoslavia no alineada parece desmarcarse de nuevo de un proceso general de los países socialistas aliados a la URSS, esta vez en el sentido opuesto. Los comunistas yugoslavos, con excepción de los croatas y los eslovenos, se resisten a cambios radicales políticos. El acelerado proceso de renovación del socialismo en los países del Pacto de Varsovia está dejando a los comunistas yugoslavos -con sus llamamientos a reforzar el centralismo democrático, a combatir las tendencias burguesas y socialdemócratas y al monolitismo del partido- en un reducto de la ortodoxia ideológica.

Los intentos de muchos delegados de forzar cambios personales fracasaron. De no mejorar la grave situación económica hasta otoño, el partido convocaría un congreso extraordinario para el relevo de la dirección. Slobodan Milosevic, el líder serbio que hizo esta propuesta, es un reformista en la economía, pero un ortodoxo en el terreno ideológico. Los intentos de Eslovenia de reinterpretar el centralismo democrático y el papel dirigente del partido no son para él sino "desviaciones pequeñoburguesas" e "ideas contrarrevolucionarias".

En Belgrado se atacó duramente la corrupción. Como dijo el delegado serbio Dragan Kalinic, "algunos líderes de la LCY han perdido toda autoridad y prestigio; en vez de vivir para la política, viven, y muy bien, de ella y de sus muchos privilegios; esta gente no puede ser el motor del cambio".

Paradoja histórica

Es una paradoja histórica que la señal más clara de que el régimen socialista independiente es menos capaz de reformarse que sistepias aliados con la URSS, se produzca cuando Yugoslavia puede conmemorar su lucha contra el hegemonismo estalinista y la firmeza del régimen titoísta en defender su soberanía, su vía autónoma hacia el socialismo y su política de reformas, que hicieron del siste ma autogestionario y no alinea do un modelo socialista que despertó grandes esperanzas.

En junio de 1948, tras un largo pulso de Stalin con Tito, la URSS expulsó a Yugoslavia del Cominform. Fue la primera ruptura de la unidad comunista. La URSS acusó a Yugoslavia de ser "agente del imperialismo norteamericano", encargado de "romper el movimiento comunista internacional". En los meses y años siguientes, Stalin desató una auténtica caza de brujas en la URSS y los países del este de Europa deteniendo, encarcelando y ejecutando a militantes comunistas como supuestos agentes titoístas.

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Pese a la enorme presión soviética, Tito logró hacer frente al desario e imponer por primera vez el derecho de un Estado a elegir su vía hacia el socialismo. La reconciliación entre la URSS y Yugoslavia no llegó hasta después de la muerte de Stalin, cuando, en 1955 y 1956, su sucesor, Nikita Jruschov, firmó con Tito las declaraciones de Belgrado y Moscú reconociendo la plena soberanía de Yugoslavia.

Los eslovenos se quedaron solos con sus demandas de reformas radicales, con una revisión del papel dirigente del partido y con una reforma institucional hacia el pluralismo. Una delegada provocó la ira de los ortodoxos al pedir la revisión del centralismo democrático diciendo que hay casos en que la minoría tiene razón y la mayoría no. Era evidente su intención de marcar un paralelismo entre los reformistas titoístas en el estalinismo y los eslovenos, partidarios hoy de reformas que la mayoría, sobre todo Serbia, se niega a emprender.

El jefe del partido en Eslovenia, Milan Kucan, pidió un "socialismo a medida del hombre", en una frase claramente evocadora del lema de la dirección comunista checoslovaca bajo Alexander Dubcek, del socialismo con rostro humano.

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